<<Hay algo de ti que me atrapa. Algo que hace correr acelerado a mi pequeño corazón. Algo que vengo guardando hace mucho tiempo. Algo... Llamado amor.>>
Alejandro recibe cartas. Y lo unico que él desea es descubrir quién se roba su coraz...
—Aquí voy—un suspiro derrotado salió de sus labios mientras se acercaba.
Con cada paso que daba, su valentía iba desapareciendo. No sabía qué decirle pero quería escuchar su voz ronca y melodiosa. Le encantaba escucharlo hablar. Podría jurar que nunca se cansaría de ese hermoso sonido.
A la vista estaba él, sumido en sus pensamientos, sacando los libros para la siguiente clase que, casualmente, compartía con ella.
Se quedó parada allí, cerca, decidiendo en ir a hablarle o no. Desde donde estaba podía apreciar su perfil; su cabello desordenado, sus ojos de un café precioso junto con sus largas pestañas, su nariz y sus labios.
Un suspiro brotó de ella viendo aquellos labios. Se moría por probarlos.
Estaba enamorada de él desde que eran pequeños, pero nunca se atrevía a decirle la verdad.
—¿Vas a ir a hablarle?
Una voz hizo que saltara del susto.
—¡Jesús!—dijo, encarando a la persona que casi la mataba del susto—. ¡Tomás! ¡Ey! ¿Qué... Qué haces? ¿Cómo estás? ¿Todo genial? ¿Viste el clima? ¡Está súper loco! ¿Cómo estará mañana?
Las palabras salieron sin su permiso y con nerviosismo. Quiso golpear su rostro contra el suelo al ver la sonrisita divertida que le lanzó Tomás.
—Hola, Bi—dijo calmado—. ¿En serio me estás preguntando sobre el clima?
—Eh... ¿Sí?
—Está bien, haré de cuenta que no lo hiciste y te repito mi pregunta—tomó aire y dijo, seriamente—, ¿vas a ir a hablarle?
—¿A quién?—preguntó, fingiendo demencia.
—A Alejandro—no era necesario pero el duh estaba implícito.
—¡Ah! ¡A él! No quería hablar con Alejandro, sólo estaba—miró hacia ambos lados buscando una excusa—... mirando estos carteles. ¡Están súper bonitos!
Tomás alzó una ceja, con una expresión neutra.
—Bi, estos son carteles de la obra del profesor Diallo. ¿Te vas a anotar?
Ella abrió los ojos desmesuradamente y vió la cartelera a un costado de ellos.
¡Y ahí estaba! El torpe cartel que buscaba a la protagonista de la torpe obra.
—No. Claro que no.
—¡Oh! Parecía que sí. ¡Vamos! ¿Le tienes miedo a una obra? ¿A qué le temes?
A que tu sexy mejor amigo me vea pasar la mayor vergüenza de toda mi vida, pensó.
—¿Yo? ¿A esa obra? Pff, no—exclamó, tratando de parecer segura aunque por dentro estaba muriendo de miedo.
—Entonces—Tomás agarró el lápiz que estaba allí y anotó el nombre de ella en aquella planilla—, te veremos actuar, si es que te eligen.