Capítulo XXII "La tristeza"

571 21 83
                                    




RECOMENDACIÓN: ESCUCHAR LA CANCIÓN DEL VÍDEO INICIAL CUANDO TERMINES DE LEER EL CAPÍTULO. ASÍ SE LOGRARÁ EL EFECTO. UN ABRAZO Y OJALÁ TE GUSTE.

CAPÍTULO XXII

La tristeza

            Durante una eternidad me perdí en sus ojos celestes. Ninguno de los dos era capaz de articular palabra, hasta que fue él quien rompió el silencio.

-       ...Piensa muy bien antes de tomar una decisión – Señaló con voz calmada y triste.

-       No tengo que pensar nada más – Aseguré, tratando de sonar más segura que nunca – Ya está decidido. Esta relación se terminó. 

            Asintió con lentitud. Bajó los ojos y observó por algunos instantes la bolsa de cocaína que aún sostenía entre sus dedos y se dirigió hasta el baño. Oí cuando accionó el botón del excusado, luego de echar la droga por el drenaje. Regresó a la sala, en donde me hallaba petrificada.

-       No tengo idea de dónde sacaste esa mierda, pero lamento que hayas recurrido a esto para inventar una excusa y terminar conmigo... – Comenzó.

-       No estoy inventando ninguna excusa. Acabo de hallarla en tu chaqueta – Lo interrumpí.

-       ¿Creíste que iba a golpearte cuando te tomé de la muñeca? – Preguntó con un gesto de asombro y rencor – ¿De verdad pensaste que te haría daño?

-       Yo no...

            Su rostro adquirió un gesto de sarcasmo.

-       Si querías que me hiciera a un lado para quedarte con otro tipo era cuestión de pedirlo. Yo lo habría entendido – Replicó.

-       ¡No existe otro tipo! – Discutí, con la voz rota.

-       Aún así, no puedes seguir con un enfermo, con un adicto que se acuesta con otras, ¿Verdad? – Preguntó con voz irónica. Traté de decir algo, pero me interrumpió, levantando la voz para proseguir – PORQUE DE ESO ME ACUSAS, ¿NO? DE QUE DESPUÉS DE LA FIESTA DE OTOÑO ME ACOSTÉ CON FLORENCIA INFANTE... ESO CREES DE MÍ... ¡ESA IMAGEN TIENES DE MÍ!

-       ¡Y TÚ CREES QUE CONSEGUÍ COCAÍNA PARA INVENTAR UNA EXCUSA Y TERMINAR CONTIGO E IRME CON ALONSO UNDURRAGA! – Acusé.

-       Da lo mismo lo que yo crea. Ya tomaste tu decisión – Respondió, desviando la mirada hacia la ventana.

-       SÍ, YA LA TOMÉ. Y NO HAY VUELTA ATRÁS – Aseguré.

            Hubo muchos momentos eternos entre nosotros: Cuando me miró a los ojos antes de besarnos en el departamento de mi hermano; cuando lo oí cantando Moon River en el vídeo en donde me mostraba que los gatitos estaban a salvo; cuando me abrazó y yo temblaba, a punto de morir de hipotermia; cuando agonicé en sus brazos esa noche en que hicimos el amor en mi cama por primera vez. Pero esta eternidad era diferente, era terrible, era áspera, dolorosa. El instante preciso en el que me miró por última vez a los ojos antes de que nuestra relación estuviera definitivamente disuelta y me diera la espalda para caminar hacia la puerta.

-       El vuelo es a las 5 – Dijo sin mirarme – Volveré a recogerte, volveremos a la ciudad y luego te dejaré en tu casa, tal como acordamos.

-       No es necesario. Puedo tomar un taxi en el aeropuerto – Repliqué con tranquilidad.

-       ¡LE DIJE A TU MADRE QUE TE DEJARÍA EN TU CASA Y ASÍ LO HARÉ! – Sentenció con voz de hierro. Luego suavizó el tono – Espero que al menos algo bueno te lleves de mí: cumplo mis acuerdos.

El cuaderno de ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora