CAPÍTULO VIII - Reencuentros PARTE 2

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Marce y Carolina permanecían de pie frente a mí, sin decir una palabra. Sus ojos recorrían mi cuerpo semidesnudo y atado a la camilla con los brazos sobre mi cabeza. Él sostenía su pequeña sierra en una mano, mientras cerraba los dedos de la otra en los de ella, quien en su mano libre tenía un cuchillo de hoja estrecha y alargada, casi como una aguja muy gruesa y aplanada.

Daban una sensación bizarra de pareja enferma, aunque lo cierto era que, podía verse a simple vista que no se trataban de esquizofrénicos. Estaban totalmente sanos... por lo menos en lo que la vacuna concernía.

Mentalmente era otra cuestión aparte.

Las luces de la habitación titilaban, dejándonos a oscuras por segundos que me hacían erizar la piel. De chico mi papá siempre me dijo que no era a los fantasma a los que debía temer, sino a los vivos. Esos son los que sí te pueden lastimar, los que te pueden matar. Nunca había entendido tanto esas palabras como en ese instante, estando a la merced de dos psicópatas que debatían, seguramente, cómo proceder a matarme.

― Tú ve con la chica ―indicó Carolina, a lo que él hizo una mueca de enfado y negó con la cabeza.

― Quiero hacer esto contigo.

― Ya tendremos la oportunidad, cariño ―dijo ella con un ronroneo que le hizo sonreír.

― Espero que me esperes para el final hacerlo juntos ―respondió éste.

La chica le sonrió en respuesta y lo vio salir.

Debatí por un momento mis opciones, que no eran muchas... En realidad no tenía ninguna si lo pensaba bien.

Estaba acabado.

― ¿Serías tan amable de soltarme? ―le dije con una media sonrisa de <<te voy a matar en cuanto pueda>>.

Inundó el lugar con carcajadas, descostillándose y abrazando su torso.

― Ay basta, basta ―me dijo a duras penas―. No me hagas reír tanto.

Se acercó a mí y pasó la punta del cuchillo por mi pecho. Torcí mi boca al sentirla perforar levemente mi piel y un hilo de sangre no tardó en hacer su camino a lo largo de mi torso hasta la parte baja del abdomen. Se detuvo y acercó su rostro al mío.

Estaba tan cerca que pude sentir su respiración en mis labios. Sonrió y me miró a los ojos. Se acercó más, poniendo su peso sobre el pequeño puñal.

Su boca se unió a la mía en un beso suave y de mucha duración. Me dejó tieso. Sentí que me acababan de dar el beso de la muerte. Al separarse, apenas unos milímetros, acarició mi labio inferior con su lengua y sonrió.

― Es una lástima que tenga que hacer esto contigo.

Apretó el cuchillo y la punta empezó a entrar. Temblé ante el dolor, ahogué el grito en mi boca fruncida y apretada, la vi con odio.

― Oh, vamos ―ronroneó―. No me digas que no te gusta.

― Cuando dijiste... ―intenté hablar sobre el punzante dolor en mi pecho, pero me costó. La curiosidad pudo más que ella y sacó el centímetro que ya tenía dentro de mí. Pude soltar el aire que tan fervientemente contenía en mis pulmones―. Cuando dijiste que era un placer conocernos al fin ―logré formular―. ¿A qué te referías con "al fin"?

Sus ojos vagaron entre responder o no, pero algo me decía que nunca se perdería la oportunidad de encontrarle la diversión a algo... lo que sea... O al menos eso era lo que esperaba.

Una Mente Perdida (Esquizofreniac #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora