CAPÍTULO IX - Todo por ti

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Sentí el acero perforar su piel y una sonrisa delineó mis labios en un placer que venía esperando hace mucho tiempo.

― ¿Jaimie?

Volteé hacia la voz que me llamaba y entre las sombras emergió como si de una reina se tratase. Su cabello oscuro caía en ondas sobre los hombros y con una mano se tapaba la boca, viendo horrorizada lo que había hecho... por ella.


(4 horas antes)

Para cuando llegué al área de habitaciones, donde estaban la mía y la de Laura, mis manos cosquillearon y miré a Mella a mi lado. Sus ojos puestos firmemente en la manija de la puerta.

Tragué fuerte y llevé mi mano al pomo, cerré los dedos en el frío metal y giré.

La puerta se movió y sentí mi corazón en la garganta. Tenía ganas de vomitar y tomó mucho esfuerzo de mi parte el no hacerlo.

Empujé con suavidad y entré.

El aire brotó desde adentro como el aliento de un niño escapando de los monstruos bajo su cama, lo sentí en la cara, esa sensación que me inquietaba en el interior, y ahí fue cuando la vi. La habitación se encontraba más descuidada, al igual que las camas. Y sobre una de ellas, Erin se encontraba sentada viendo al frente y dándome la espalda. Sentí mi pecho caer al piso, estaba mucho más delgada, su cabello ondulado no era más que un nido desordenado y sus brazos temblaban de frío.

Corrí en su dirección. Sabía que habían sido segundos, quizá solo uno, pero se sintió eterno.

Acuné su rostro en mis manos, me encontraba desesperado.

― Erin ―su mirada estaba completamente perdida al frente. Era como si la hubiesen drogado―. Erin, ¿me escuchas?

Le besé la mejilla repetidas veces y la abracé. La abracé tan fuerte que creí romperla, estaba al borde de las lágrimas y no lograba hacerla reaccionar.

Enterré mi rostro en su hombro y lloré. Lloré como un niño pequeño y no me importó. Había llegado demasiado tarde, ni siquiera estaba al tanto de qué habían hecho con ella en todo ese tiempo que no estuvo conmigo.

¿Cuántas pesadillas había vivido en carne propia dentro de este lugar?

Habían pasado semanas muy largas desde que entré a Brasil y la abandonamos en este infierno.

― Erin.

Trataba de llegar a ella, pero mi voz se desvanecía en el interior de su cuello, con mi boca presionada en su piel, mi voz simplemente no pasaba la barrera que había puesto.

― Jai, tenemos que apurarnos.

― Si.

Tomé su mano y la insté a ponerse de pie. No ofreció resistencia alguna a ello y, en ese preciso instante me di cuenta de qué se trataba.

Grité enojado y golpeé la pared al lado mío, usé tanta fuerza que dejé mis nudillos ensangrentados marcados en ella.

Erin ni se inmutó, pero el resto saltó dentro de la habitación.

― Capi, en serio decimos que tenemos que partir... Ya.

Muy tarde.

El cañón de un arma larga se posó en su cabeza y vimos a un Junior muy carismático en la empuñadura con el dedo en el gatillo, listo para accionar y terminar con Carlos.

Una Mente Perdida (Esquizofreniac #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora