XI

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Gerard miró el reloj antes de bajar del autobús, y lo hizo de nuevo antes de entrar a la cafetería en la que compraba su café cada mañana. La primera vez que Lindsey lo había visto había creído que iba tarde, así que se había apresurado a preparar el café americano; la rutina se repitió por algún tiempo hasta que de alguna manera se había enterado, tal vez se había dado cuenta ella misma, de que Gerard no miraba el reloj porque estuviera retrasado para una cita, la verdad era que Gerard miraba el reloj por pura compulsión. No sería lo único de lo que Lindsey se enteraría.

Con el tiempo la pelinegra sabría que a Gerard le gusta el café bien caliente y con dos cucharadas de azúcar, que compraba café cada mañana durante las vacaciones porque no soportaba estar en la misma casa que su madre, que amaba el arte y la música más que los deportes,  que quería dedicarse a dibujar cómics, que miraba el reloj porque había conocido a un tal Frank demasiado temprano y había llegado a detener su partida demasiado tarde, que esperaba que la siguiente vez ellos finalmente se encontraran a tiempo. 

Lindsey sabía y comprendía muchas cosas, pero no comprendía porqué el tal Frank se había ido y Gerard se negaba a explicarle porqué seguía esperando. Pensaba en esto mientras observaba a este último a lo lejos. La campanilla de la entrada interrumpió sus pensamientos. 

  — Buen día. —  Soltó el desconocido que había entrado una vez estuvo frente al mostrador.

— Buenos días ¿Qué te voy a servir? —  Respondió Lindsey mientras observaba los brazos tatuados y las expansiones y los piercings que adornaban el rostro del chico.

Él se quedó en silencio por unos segundos, indeciso.

  —  Un café americano, por favor. —  Pidió finalmente con una sonrisa amable que ella respondió. 

Mientras Lindsey marcaba el producto en la caja registradora se tomó un momento para mirar a Gerard, este se encontraba leyendo indiferente. Sonrió ligeramente antes de ver nuevamente al chico frente a ella. 

  — Dos dolares, por favor — Pidió amable, el chico le entregó un billete, ella le entregó su cambio antes de tomar un plumón y un vaso. — ¿A nombre de...?

— Frank.

La sola mención de ese nombre desató el caos. Ella lo miró con los ojos bien abiertos, Gerard volteó a verlo por pura inercia solo para terminar con el corazón latiendole a mil por hora y Frank, por pura casualidad o por obra del destino, giró solo para encontrarse con los ojos verdes que siempre pudieron hacerlo temblar.

Cuando vio la manera en la que ambos se veían Lindsey comprendió, de alguna forma, porqué Frank se había marchado y porqué Gerard seguía esperando,  ambos se miraban con tanto amor y lucían tan heridos... comprendió también que jamás tendría ninguna oportunidad de tener un espacio en el corazón de Gerard

El reloj marcaba las 12:30.

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EStoy experimentando nuevas formas de escribir y muero de sueño, así que lamento si son capítulos demasiado asquerosos. Todo sonaba mejor en mi cabeza. 

Once upon a time...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora