Capítulo 8: Paddra

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Un paso tras otro y a cada paso, se acercaba más a ese cristal, ese cristal que preservaba a una de las personas que más le habían importado. Ella que había dejado un vacío en su interior cuando desapareció de la forma en que lo hizo, ella... que le había salvado la vida alejándole del palacio del Nido, que le había devuelto el anillo que perteneció a su familia, a su padre.

- Serah – exclamó Noctis acercándose hacia el cristal, captando la atención de un enfurecido Noel por el hecho de que le hubieran seguido.

- ¿Qué estáis haciendo aquí? – preguntó enfadado.

- A ella es a quien he estado buscando – aclaró Noctis.

- No la toques – le gritó Noel al ver cómo Noctis acercaba sus manos hacia el cristal, alejándole de él creyendo que le haría algo malo – ella lleva la marca de Paals, no dejaré que le hagas daño.

- No voy a hacerle daño – le gritó Noctis – era mi amiga de la infancia. Fue al Nido en busca de respuestas y ella me salvó, es mi culpa que esté aquí.

- Quizá su misión fuera salvarte – comentó Ignis – las leyendas cuentan que los dioses convierten en cristal a sus súbditos una vez han cumplido su misión, es lo que llaman darles la vida eterna.

- Esto no es vida – susurró Noctis – vivir atrapado en un cristal no es una vida.

Un tenso silencio se creó entre todos los presentes. Los guardaespaldas del príncipe le observaban en silencio mientras Noctis contemplaba el cristal y se acercaba a él con lentitud hasta apoyar su frente contra él con una muestra de dolor en su rostro. Noel, sin embargo, observó aquella escena un segundo antes de cambiar su vista también al cristal. Reconocía que lo que ese chico decía era cierto.

- No puedo rebatirte eso – le contestó al final – pero nadie sabe cómo sacarlos de ese letargo, la leyenda nunca lo dice.

- Deberíamos volver al poblado – intentó hablar Ignis – pronto anochecerá y será un peligro quedarnos aquí.

- Los monstruos más poderosos son nocturnos – aclaró Noel – es buena idea marcharnos ahora.

- No quiero irme sin ella – aclaró Noctis.

- No seas insensato, si te quedas aquí sólo morirás y si luchas cerca del cristal podrías romperlo. Es mejor marcharnos y volver por la mañana. Ella no se irá a ningún sitio. Créeme. Está más segura de esta forma.

- ¿Prometes traerme mañana aquí? – le preguntó Noctis.

- Sí – afirmó Noel.

- Vale, entonces vámonos.

Noctis observó cómo Noel cargaba sobre su hombro al monstruo que había cazado para la noche antes de ponerse en marcha, cruzando los desfiladeros de los Montes Yaschas para bajar hasta la estepa de Archylte. Allí los monstruos solían abundar. Pudieron ver cómo algunos guerreros volvían de sus cacerías, unos andando, otros en chocobos, pero todos traían algo que comer para esa noche.

Por suerte para el grupo del príncipe, Noel decidió compartir su presa con ellos, comiendo todos juntos alrededor de la hoguera que Gladio había encendido frente a la cabaña del joven cazador.

- ¿Tenéis un lugar donde dormir? – preguntó Noel rompiendo el silencio que se había formado.

- No – susurró Noctis – pensábamos acampar como anoche.

- Podéis quedaros en mi casa si queréis, aunque sólo tengo una habitación libre.

- Podemos tirar unos colchones al suelo si es que tienes algunos – sonrió Ignis – muchas gracias por el ofrecimiento.

Hunters (Final Fantasy, Noctis-Serah)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora