El castillo estaba silencioso, envuelto en una bruma que lo oscurecía poco a poco, y aunque las miles de lámparas encendidas le daban a los interiores un aspecto muy cálido, todo se sentía frío, o eso pensaba el Rey Jörg, mientras se dirigía rápidamente a la habitación Real, donde él y la Reina dormían. Caminaba rápidamente, seguido de su comitiva. Algunas veces, con aquella masa de gente caminando respetuosamente detrás, entendía perfectamente a Tom, y el porqué odiaba el Príncipe todo eso. Ahora hubiera preferido ir solo.
Al llegar a las habitaciones reales, que estaban en las torres mas amplias del palacio, la comitiva se disipó cuando el mayordomo real abrió de par en par las ostentosas puertas de roble y tracería de oro, cuyo intrincado diseño evocaba la leyenda del santo grial. El Rey entró a la fastuosa habitación real, compuesta por ocho cuartos y estancia, todos revestidos con madera de roble tallado a bajo relieve, esculturas de mármol, oro, bronce y sedas bordadas con hilos de oro.
No prestó atención en absoluto. Siguió caminando hasta llegar al fondo del gigantesco aposento, en donde se encontraba la reina sentada sobre un mullido sillón forrado de seda azul y bordado con hilo de plata. Le daba la espalda, ya que el sillón estaba estratégicamente acomodado hacia el enorme balcón, desde donde se podía dominar la vista de toda la explanada principal del palacio y el extenso bosque que lo rodeaba. Se sentía enferma, la cabeza le dolía y también el cuerpo. Llevaba una bata de seda tan clara y suave como el algodón, y el rubio cabello echado hacia atrás, cayendo en una ondulada cascada por su espalda. El rey la miró fijamente
¡Cuánto la amaba!
Y la observó, mudo de pena. La reina estaba melancólica además de indispuesta. Cuando el rey se acercó un poco, pudo ver que entre sus manos estaba un pequeño recuadro, finamente acabado, cuyo contenido era un fiel retrato al óleo de su hijo menor, el Príncipe William. Un retrato reciente, de su rostro apuesto y afilado, tan parecido como diferente al de ella.
- ¿Por qué, Jörg? -Dijo ella, sin despegar la mirada del horizonte que se dibujaba tras el ventanal de la terraza - ¿Por qué...?
Y el Rey no necesitaba preguntar a que se refería. Lo sabía perfectamente bien.
-Bill era inocente... es inocente - se lamentó, y de nuevo, las lágrimas surcaron su afilado rostro hasta gotear por el mentón-me lo arrebataron, me lo robaron...El rey apenas podía pasar saliva, tenía un nudo muy apretado en la garganta, y con su pañuelo de seda, limpió inútilmente las lagrimas de reina. Ella no paraba de llorar. -Lo sé...-consiguió decir, después de varios intentos. Pero para la Reina, el dolor era indescriptible, y le hacia pedazos el alma.
-Siempre... siempre lo supe, desde que vi la carita de mi Tom, ¿la recuerdas? - le preguntó, volviendo su rostro hacia el rey. Ella recordaba perfectamente todo, incluso cada movimiento que sentía dentro, cuando sus gemelos estaban seguros y a salvo en sus entrañas.
-Lo recuerdo- dijo él, sentándose a su lado y besando su mano libre, la que no tenía aquel retrato de Bill y pensaba en la felicidad que les había sido robada. La reina volvió a mirarlo, y sus ojos se anegaron de lágrimas por milésima vez.
-Parece un ángel- dijo - míralo... mi hijo... debió crecer con nosotros, debió dormir con nosotros, no a merced del frío y del hambre- sollozó - ¿Por qué me hizo esto? - preguntó, y al rey se le heló la sangre. Sabia que ella hablaba de la desalmada anciana muerta - ¿Por qué me lo arrebató?
-Porque estaba corrompida por la ignorancia y la perversidad, por la envidia, por el odio...- al Rey también le hervía la sangre al pensar en aquello de lo que no hablaban, menos delante de Bill- si yo hubiese estado ahí...- dijo, y recordó, con cada doloroso detalle, el destierro del anciano medico real, cuando Bill aún estaba muy herido y la última conversación que tuvieron con el.Flashback
En el enorme salón del trono del fastuoso palacio de Calabria, el reloj marcaba las nueve de la mañana exactamente, y ahí, de pie frente a los dos tronos ornamentados ricamente con oro y maderas preciosas, los Reyes de Calabria miraban despectivamente al medico real, que estaba encorvado, empequeñecido, muy asustado.
-Dime, Ferrer — el Rey habló, y su voz estaba cargada de autoridad y dureza. Su mano izquierda apretando cálidamente la mano temblorosa y fría de la reina. -dime que pasó la noche en que mis hijos nacieron.
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El Heredero
AdventureHan pasado tres años desde que los príncipes gemelos, William y Thomas Von Kaulitz de Hannover viven en el Palacio de Calabria como herederos al trono, después de saberse toda la verdad sobre su nacimiento; pero el tiempo avanza y Calabria necesita...