Había risas. Y música. Música estridente que resonaba en el interior del coche. Había humo, tan denso que apenas se podía respirar. Y risas, de nuevo.
En los asientos de atrás, una pareja se besaba apasionadamente, entre gemidos que se escuchaban, a veces, por encima del propio estruendo de la radio. Y después, más risotadas.
—¡¡Anna, deja de beber!! —Rocky dejó escapar una carcajada, le quitó a su hermana el bote de cerveza y dio un largo trago antes de centrar su mirada en la carretera.
Esta seguía siendo recta y oscura.
—De...jame. —Anna rio tontamente y se acomodó en el asiento del copiloto. Entrecerró los ojos un momento y dio una calada al porro que tenía entre los dedos—. Enzo no me quiere... es imbécil.
—Todos los hombres lo son —canturreó Rocky a su vez, mientras daba otro trago a la lata. Eructó sonoramente, se echó a reír con su hermana y enderezó el coche.
La carretera aún permanecía recta y solitaria.
— ¿Y no se puede hacer nada para... cambiarlos? —preguntó, arrastrando las palabras.
Más risas y humo. Más música. Más oscuridad.
— ¡Cásate con él!
Rocky miró a su hermana y le dedicó una media sonrisa. Ella se la devolvió, cariñosamente y rompió a reír.
De pronto, todo cambió. Apareció una luz. Y después otra. Un resplandor tan intenso que todos se vieron obligados a cerrar los ojos. La música seguía sonando, pero ahora había un coro de gritos. De pánico. De terror.
El golpe fue monstruoso. Nadie vio el camión, ni oyó el desesperado pitido del claxon. Solo sintieron el dolor, el chasquido de los huesos al romperse, el susurro de la sangre al brotar a borbotones.
Todo daba vueltas. Vueltas y vueltas. Solo había luz y sangre. Y miedo. Y dolor.
Rocky despertó bañada en sudor. Su corazón, asustado y desesperado, latía rápida y dolorosamente. Un torrente de lágrimas caía por sus mejillas, empapándola con su tristeza.
Hacía meses que no soñaba con el accidente. De hecho, creía haberlo enterrado en su memoria, de manera que no volviera a salir, a pesar de los continuos recordatorios de su hermana.
Había aprendido a ser fuerte y a no dejarse acobardar, especialmente cuando supo que Anna, posiblemente, no volviera a ver por el ojo derecho. Desde ese mismo momento, supo que la relación que siempre las había unido se había hecho añicos. ¿Era solo culpa suya? Posiblemente, no. Sí, era ella quien había llevado el coche esa noche, pero... no era la única responsable de aquella pesadilla.
Se secó las lágrimas como pudo y se incorporó. A su alrededor, la oscuridad crecía y empapaba cada rincón. Solo la luz del despertador, que marcaba las cuatro, parecía arrojar algo de claridad a toda la estancia.
Rocky se estremeció y hundió la cabeza entre las manos. A pesar de la gran cantidad de veces que se había reprendido por sentirse un despojo, esa noche volvió a ese estado de miseria, inevitablemente. El accidente no solo había sido culpa suya. Había sido un error conjunto, fruto de la inexperiencia y la temeridad. Les había costado mucho a todos: a ella, el miedo y la impotencia, también los crudos remordimientos. A Fabio y a Nut, la vida. A Anna... la visión de su ojo derecho y muchos meses de su vida. También su cordura y estabilidad.
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La muñeca tatuada (COMPLETA----- Historia Destacada Abril 2018)
RomanceEl día que Ara y Enzo se mudaron a Milán, nada hacía suponer que su vida allí sería distinta de la que llevaban en Roma. Pero cuando alguien atropella a Ara y esta entra en coma, las circunstancias se precipitan. Enzo, desesperado por encontrar al c...