La pequeña

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Todos los miembros de la mansión, incluyendo a los más fríos, no podían evitar mirar con ternura a la pequeña niña de cuatro años que correteaba por el pasillo en busca del origen de los gritos de tortura.
Cerca de ella, la fiel guardiana de la niebla le seguía, ayudándola cuando intentaba abrir alguna pesada puerta.
Al final de ese pasillo en particular, donde los llantos, quejas de gente que sufría le indico que ese era el lugar que llevaba buscando. Miró con un puchero a la joven de cabello morado que le respondió con una sonrisa ante el problema de no poder alcanzar aún la perilla de la puerta.
Apenas se fijo en el par de personas que colgaban de los pies, uno inconsciente en el piso y otros dos esposados de las manos y atados como ganado, sólo le presto atención al hombre de la feadora y sonrisa sádica.

-¡Papá!- llamo ella captando toda la atención.

Y como no hacerlo cuando sólo podían ver a una adorable niña vestida con un disfraz de canario amarillo, que les parecía mas una versión gigante de Hibird salvó el par de tenis color naranjas.
Sin pensarlo la niña corrió para saltar a los brazos del hitman que la atrapó con facilidad entre ellos.

-¿Has desayunado Dame-Tsuna?- dijo el hombre con calma
-No, son apenas las nueve y no quiero desayunar sola.
-Dame-tsuna -le regaño el otro - no esta bien que te saltes los horarios de las comidas.
-Pero papá.... -dijo ella con un puchero en su adorable rostro.

Realmente debías ser inhumano para negarse a hacer algo por ella, sobre todo con ese disfraz.

-Bien, vamos a desayunar al jardín, aún no esta demasiado frío como para no hacerlo-dijo el hitman con una sonrisa resignada mientras acurrucaba más a la menor contra su pecho.
Por su parte la pequeña se aferraba más al traje del adulto, soltando lo que fácilmente se podría confundir con un ronroneo.

-¿Quienes son ellos?-pregunto antes de que salieran de la habitación.
-No te preocupes, son solo un grupo de pobres diablos- dijo el mayor con una sonrisa que perturbaba más que la sádica

Nadie era capaz de asimilar que el mayor depredador del mundo podía sonreír con tanta dulzura por alguien.

-Adiós pobres diablos- se despidió la menor sobre el hombro del alfa, agitando uno de sus brazos que con el disfraz simulaba una pequeña ala.

-Debemos rescatar a Tsuna-dijo la lluvia
-Concuerdo contigo-dijo la tormenta- la decima corre peligro con él cuidándola
-kufufufu, querrás decir que nosotros corremos peligro si el hitman le enseña desde tan joven.

Y por primera vez, todos estuvieron de acuerdo.

En el jardín, muchos de los sirvientes rondaban "casualmente" haciendo  trabajos en ese sector, viendo como la pequeña niña disfrazada de canario  jugaba con el pequeño león, está de vez en cuando se acercaba a la mesa para que su padre le diera pequeños bocados de su propio desayuno en su boca y eso que había devorado en tiempo récord su propio desayuno, pero ella aún quería quitarle la comida al hombre de las patillas.

-Parece un pequeño nugget de pollo

El hitman que se encontraba disfrutando de su taza de expresso miró a la mano derecha de Nono, Coyote, mientras tomaba asiento en la mesa de jardín. Ambos hombres se giraron a tiempo para ver como Tsuna tropezaba de lleno en el césped, pero en vez de llorar se levanto y siguió jugando con Natsu y León que ahora era una pelota con ojos.

 -¿Cuando llegará?-pregunto el Hitman

-En dos días a lo máximo-dijo el otro hombre con un suspiró- va a ser difícil que cumpla con el papeleo ahora que podrá disfrutar de Tsuna en su forma más tierna.

Ambos hombres sabían de la debilidad que tenía Nono por consentir a su única nieta, sobre todo ahora que la joven omega era nada más que una pequeña cachorra cuyo única misión en la vida era jugar, comer y dormir todo el día. Por desgracia, Verde y al resto de idiotas les tomaría una semana por lo bajo terminar de reparar todo entre lo que buscaban alguna solución para el problema. 

La pequeña Decima VongolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora