Contienda

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Recordando, en un momento muy inoportuno, mirando el suelo y de rodillas, agotado con el sabor de la sangre en su boca. Vista borrosa. Un fragmento del pasado, un recuerdo muy doloroso, pero la valiosa recompensa por aventurarse al peligro.

—¿Dónde vas papá? —Pregunto Lykaios de niño, mirando a su padre salir por la puerta de su cabaña, abrazado del calor del fuego de la chimenea. Este se da la vuelta, lo mira y con su dedo izquierda apunta más allá del Bosque Aullante, uno común como cualquier otro, la luz del atardecer comienza a ceder ante la oscuridad y deja su naranjo haz sobre el cuerpo de su ascendiente.

—Ahí, donde preparo una aventura para los próximos —respondió su padre, Lykaios al ser un infante, apenas comprende, pero su papá se refiere a una amenaza que se esparce rápidamente —. Hijo mío, yo no soy un héroe y allá me esperan los temibles peligros de los viejos libros —dijo refiriéndose a los antiguos textos que anunciaban una invasión de un ente maligno, que traería su ejército para devorar su planeta y aún más.

Se da la vuelta para retirarse, pero Lykaios se para, da unos pasos hacia él, alejándose del abrazador calor del fuego, y antes de irse, su padre levanta la mano izquierda, apunta el cielo, en dirección al sol, y gira levemente su cabeza para ver a su hijo, sus ojos brillaban intesamente como las estrellas y su sonrisa, mostrando los dientes, reflejaban la luz del astro.

—Si caigo, promete que llevarás nuestro legado más allá del eterno sol —dijo su padre con cierta tristeza,  la última despedida. Lykaios solloza ante la partida de su padre, pero el brillo del sol continúa alumbrando su cuerpo y lo hace desprender un aura de magnificencia, al verlo, abre sus ojos y un poco su boca, expresando admiración. Al contemplarlo, frunce el ceño y aprieta los puños.

—¡Si te mueres, te vengare! —Grito Lykaios con todas sus fuerzas, dándole ánimos a su padre y este le devuelve una risa de orgullo.

—¡Escribe tu historia con vuestra espada y la sangre de tus enemigos! —Grito su padre muy contento, mientras su cuerpo se desvanecía de la vista de su hijo junto con el sol cayendo finalmente dando la entrada a la oscuridad y la luz de la luna.

De vuelta a la realidad, levanta la mirada, su vista comienza a enfocarse y ve a través del polvo volando, en las Tierras Castigadas, unas estepas secas, donde cualquiera se podría perder y el sol te castiga hasta hacerte parecer una pasa deshidratada; ahí viene a gran velocidad, el viento penetrado y la tierra temblando con su embestida, sus ojos rojos clamando sangre y su bramar amenazando al desdichado. A un metro y cada vez menos, Lykaios se pone de pie muy rápido, apenas sosteniendo su cuerpo, sus ojos se tornaron dorados, el minotauro continúo cargando, a pocos centímetros, el guerrero lo esquivo dando unos pocos pasos a la izquierda, sin perder el equilibrio gracias al terreno plano, su cuerpo desprendió un aura verde y con la bestia enfrente suyo a corta distancia, con la misma celeridad para levantarse y esquivar, hiende con su espada el abdomen de la criatura; la sangre salpico con mucha fuerza, manchando la tierra infértil, el polvo se mezcló con el olor del hierro oxidado y sus ojos se apagaron. La potencia del corte lo hizo caer y deslizarse por el suelo.

La duda reinó en su mente. ¿Muerto o vivo? Pues un corte no muy profundo es poco probable que asesinará una bestia de esa magnitud. Apenas puede levantar sus brazos y solo mira el cuerpo herido. Cuando la respuesta llega a él con los leves movimientos, levanto su espada. El minotauro se levantó, con un corte horizontal en el abdomen y sangrando, el polvo vuelve a agitarse ante la mirada desafiante de ambos contendientes y la tierra manchada de sangre hizo enfurecer al monstruo. Con un bramido, embistió, pero sin la misma potencia de antes. El suelo tranquilo y el viento débil. Lykaios con su leve energía, volvió a despertar sus poderes ocultos, ojos dorados y un aura verde. Otra vez cerca de sus cuernos, se hace a un lado más rápido con mayor facilidad, clava su espada en su brazo, el grito de dolor hizo eco en la gran estepa seca, se movió a su lomo para montarlo, donde clavo su espada en su cabeza con facilidad. Finalmente, la bestia murió.

Poder GaiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora