Capítulo 11.

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Aquella noche dormí más bien poco, y cualquiera podría pensar mal, pero no fue así, si no todo lo contrario, ella se había quedado dormida, y yo no tenía nada de sueño, además de que, no había hecho nada como para cansarme y estaba muy cómoda mirando instagram y cotilleando a la gente las historias que no había visto en todo el dia.

Sabía que May había tenido unas temporadas con pesadillas, y sinceramente, no me gustaba la idea de que tuviera una pesadilla y yo no hubiera estado ahí, así que en parte, también me quedé despierta por eso, por si ella se despertaba que no se sintiera sola. Así que, se podría decir que aquella noche dormí poco.

Aquella mañana no podía con mi alma debido a las horas a las que me dormí, pero fue gracioso desayunar con su madre y con ella. En mi estómago no entraba nada de nada, pero yo luche por comerme aquellas tostadas con mantequilla. Yo levanté a May esa mañana y fue precioso ver como sus ojos se abrían y poco a poco se formaba una sonrisa en su rostro.

La lleve a los lugares que a mí me gustaba frecuentar, el Fnac, el Ateneo, y en cuanto entramos en el Comic city, mi novia, en un intento de, a saber que, tiro un cartel que colgaba de un Batman gigante lo que hizo que yo no pudiera aguantar la risa. Aquel día la invité a comer y luego volvimos al apartamento, donde pasamos la tarde solas como una preciosa pareja recién casada.

Ya le había dado todos sus regalos, pero aún faltaba el más importante, la verdad, no sabía cómo se lo iba a tomar ella, desde que se me ocurrió la idea pensé en un no como respuesta, pero no fue así.

Con mis lágrimas y como pude le leí unas pequeñas hojas que para mí fueron las más importantes que he escrito en mi vida, y cada vez me acercaba más y más al final, hasta que acabé y aunque no recuerdo las palabras exactas, si recuerdo la pregunta. No sé por qué en la mente de una niña de dieciséis años todo aquello parecía una idea perfecta, llevábamos dos meses juntas, teníamos una relación tóxica llena de problemas y dependencia emocional pero, aun asi, yo estaba segura de que la cosa podía funcionar y seguir adelante por mucho tiempo, y ahí estaba yo, con lágrimas en los ojos y una voz temblorosa haciendo la pregunta más tonta de mi vida:

— ¿Quieres casarte conmigo? — ahí me dio por mirarla, estaba roja como un tomate, le caían unas lágrimas que no eran normales, me asusté y la abracé, pensé que no le había gustado y entonces su respuesta.

— Claro que quiero.

Jamás entendí que se nos pasó a ninguna de las dos por la cabeza para pensar que aquello era buena idea, aunque estoy segura de que a la persona que fui en el pasado le hizo muy feliz no llevarse una negativa en un momento como aquel.

Violetas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora