Capítulo 15.

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Y pues, cuando quise darme cuenta entrábamos en diciembre y quedaba una semana para subirme a un coche y hacerme 6 horas de viaje hasta ella, porque finalmente había conseguido aquello que ansiaba con todo mi corazón, ir a verla, abrazarla de nuevo, sentir sus bracitos por mi cuerpo y sus labios en los mios, volver a tener la piel de gallina con la sensación de pensar en tenerla cerca y los ojos llorosos porque, es tan bonita, que a veces creo que hasta me duele,y lo peor es que me duele literal.

En cuarto había hecho nuevas amigas, Natalia y Valeria, que me acompañaban en todas mis locuras, aunque, como siempre pasaba, no les contaba ni la mitad de las cosas que me pasaban, por miedo a que ellas vieran en May solo lo malo y no lo bueno, como hacía yo.

La semana pasó más rápido de lo que creía, y aunque me tuve que tragar cerca de 2 pastillas para conciliar el sueño, solo conseguí pegar ojo 3 horas, porque cuando quise darme cuenta, mis ojos se abrieron y ya estaba en un coche que acababa de pasar murcia, Almería, Granada, y de repente, la localización de mi teléfono cambió: Cádiz, Andalucía.

Yo no sabía cómo articular las palabras, la verdad, miraba para todos los lados posibles y todo lo que veía me parecía precioso, los árboles se veían más bonitos, los pájaros se veían más libres y incluso las carreteras negras y desgastadas me parecían más mágicas, había algo, eso estaba claro.

La verdad, no sabía si eran los nervios, o los dos zumos de piña y el batido de chocolate que me había tomado mientras iba en el coche pero sentía que me vejiga iba a explotar en cualquier momento y nadie se iba a dar cuenta de ello, bueno, quizás si, yo, ya no sabía si quería llegar para soltar todo el líquido que sobraba en mi interior o para verla a ella.

Pasamos por el pueblo que iba por delante y yo sabía que el siguiente era el suyo, lo tenía muy claro. Así que empecé a prepararme mentalmente, cogí todas las fuerzas que me quedaban dentro, y empecé a respirar, muy muy despacio, como intentando convencerme a mí misma de que no me estaba dando ningún ataque, de que estaba perfectamente bien, que no iba a ver a May de casi 4 meses, que solo estaba visitando un pueblo cutre de Cadiz, yo estaba relajada, hasta que me baje del coche y empecé a buscarla con la mirada.

Yo movía el teléfono como si mi teléfono fuera a enviarle una señal, y entonces la vi y me giré hacia mi madre tratando de componer una mínima sílaba.

— Pero, si está ahí delante. — dije yo, toda culta, fingiendo tranquilidad, que era lo último que residía en mi cuerpo en ese momento.

— ¿Dónde? —

— ¡Delante! — dije yo señalando con mi móvil y entonces su mirada y la mía se conectaron, y aunque estábamos cada una en una esquina de la calle, yo sentí un relámpago, como si me acabasen de azotar con algo, como diciéndome: Corre.

Y eso hice, empecé a correr hacia ella, ¡y ella también hacía mi! La abracé con tantísima fuerza y a la vez también me reí, de lo surrealista que se me hacía tenerla ahí, de estar ahí, con ella, mis piernas se enredaron en las suyas, era lo máximo que mi cuerpo consiguió hacer sin soltar ninguna gota de todo lo que llevaba dentro, y cuando conseguí soltarlo todo en su casa para mí fue como el cielo.

Nuestro primer beso aquel día fue en el ascensor, y aunque por mí le habría comido la boca en todas partes, había que guardar los modales ya que la madre nunca estaba muy lejos, aunque esto solo lo cumplimos el primer día.

Era muy raro, a pesar de todas las discusiones que teníamos cuando estábamos separadas, cuando llegaba la hora de volvernos a ver, todo parecía calmarse. Era como que delante mía no era tan capaz de estar contra mí o de buscar pelea. Como si tuviera miedo de pelear en persona por lo que pudiera pasar después, y aunque no me gusta que la gente le tenga miedo a algo, agradecia que ella lo tuviera porque yo si tenia miedo, constante miedo, supongo que por eso siempre me mantenía callada ante el más mínimo desconcierto, prefería conformarme a discutir, y así pasaba el tiempo.n ella estaría dormido, porque ella es quien me da cuerda, ella siempre me la ha dado.

Violetas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora