Parte 4

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No muy lejos de donde se iba a llevar a cabo la cacería, John se encargó de alquilar una habitación en un apartahotel de carretera. No iban a volver a casa de Bobby, ya habían abusado demasiado de su amistad. A la tarde siguiente salieron para la cacería. Sam suele sentarse detrás de su padre para que así Dean pueda mirarle con facilidad cuando hablan. Esta vez Sam se sentó detrás de él.

-Ponte al otro lado, Sammy.

-Estoy bien aquí- dijo a la defensiva.

Dean resopló, pero no presionó. Eso significaba que nada de charla. Dean se debatía entre consolarle o matarle. Decidido: primero lo mataré y luego lo consolaré. El pequeño cabrito estaba arisco y posiblemente nervioso. Dean recuerda estarlo también en su primera cacería. Se tendría que conformar con verle a través del espejo. Su cara estaba triste mientras miraba por la ventana.

John tras el volante miró al asiento de copiloto, donde Dean tamborileaba sus dedos sobre la rodilla al ritmo de la música. Parecía claramente ansioso por patear el culo del vampiro, o de cualquier otra criatura que se interpusiese en su camino, y así gastar el exceso de energía que solo la caza parece exacerbar. Luego echó un vistazo por el espejo retrovisor. Sam era la imagen del abatimiento, la ira y el silencio. No le había dirigido una sola palabra desde su gran pelea, y John sintió una punzada de culpa al recordar las crueles palabras que había arrojado a su propio hijo.

Sam se siente solo y desolado. Intenta ignorar la realidad mirando a través del polvo de la ventana trasera del coche, donde gotitas de vapor condensado resbalaban y pobremente limpiaban el cristal. Esto es tan familiar... y deprimente. Cada pueblo que atraviesan está vacío. Hay gente en sus calles, gente paseando a sus perros, cortando el césped, haciendo sus compras... todo tan vacío. Personas anónimas por las que su padre ponía en peligro a sus propios hijos para salvarlas. Él quiere que algo tenga sentido. Quiere su música, necesita alejarse, que su espíritu se eleve por encima de su cuerpo. Pero no puede, ya no. No hay salida. Luego mira hacia arriba, donde el cielo parece una fotografía de sí mismo. Hay nubes grises que anuncian lluvia bajo un azul pálido. Piensa en las mariposas. No podrán volar si sus finas y delicadas alas se mojan. -Deja de pensar en tonterías, concéntrate, Sam- le dijo la voz de su padre en su cabeza. A su padre nunca le importó lo que él quería o le gustaba. Solo quería amaestrarlo como a un perro de ataque. Recordó cómo esta mañana no pudo soportar la mirada decepcionada e irritada de su profesor y compañeros al decirles que no podía acudir a la obra. Fue un estúpido, nunca debió aceptar su participación para empezar. Pero no podía preocuparse por eso ahora, debe concentrarse en la caza. Matar algo es mucho más apremiante.

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Junto al maletero del coche, John entrega una mochila a cada uno que portaba los enseres que necesitarán. Luego dio a Dean un machete largo, él cogió otro, más una pistola. Un disparo no lo mata, pero lo hiere y ralentiza sus movimientos, además de poder ser atacado a una distancia más lejana que con un machete. Da a Sam su machete, el que su padre le regaló al cumplir 13 años. Aunque él prefirió el regalo de Dean, un libro: "El último Mohicano". Pero tenía que reconocer que el machete era precioso. Una brillante cuchilla dentada con las iniciales S.W. grabadas en ella, y una empuñadura de marfil. Era bastante más pequeño que el de ellos, no apto para cortar cabezas de un solo tajo, pero iba bien para defenderse en distancias cortas y mucho más manejable.

-Joder que frío, ¿no podría este murciélago haber volado a un lugar más cálido? -preguntó encogido de hombros y frotando su mano libre sobre el otro brazo. La broma fracasa. Dean esperaba una respuesta o la reacción típica de Sam de rodar los ojos, pero este ni siquiera le miró y continuó con su cara de nada.

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