Parte 9

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Sam se sintió irritado, pero eso estaba bien, era mejor que sentirse inútil o débil. Se preguntó cuándo Dean se cansaría de fingir que él le importa tanto. A los pocos segundos de ese pensamiento, todo se fue. El entumecimiento se extendió en un momento y quedó tan vacío como antes. Dio la bienvenida a ese vacío. Sin vergüenza, desilusión, miedo. Renunciar. Era bueno en eso.

Para Dean, el silencio en el coche se había vuelto doloroso y casi tangible. Se pregunta cómo Sam está lidiando con todo esto, con todo este vacío entre ellos. El silencio nunca había sido incómodo con Sammy. Se sentía solo, su hermano estaba a su lado, y se sentía solo. Dean aborrecía estar solo porque para él era lo mismo que estar muerto. Se odió a sí mismo por tener la madurez emocional de una ameba. Hablar es bueno para el alma, le había dicho Sam una vez cuando una cacería fue especialmente dura para él. Hubo una niña involucrada. Dean tiene debilidad por los niños; no le gustan, bueno, eso dice. Sin embargo, conecta con ellos con facilidad, al contrario que Sam.

Un recuerdo viene a Dean cuando mira durante unos segundos al sol empezando a ocultarse. El recuerdo de hace solo unos meses, de un Sam agitado pidiéndole con urgencia parar el coche. Dean lo hace, alarmado y preguntándose qué le ocurría a su hermano. No puede creer su razón. Sam sale apresuradamente del coche para apoyarse en el capó, cruzarse de brazos y tobillos, y mirar el atardecer. -¡Mira! -dice con el asombro de un niño que ve por primera vez la lluvia. Dean lo mira un momento como si tuviera dos cabezas. Luego, resoplando, imita su postura y contempla junto a él.

El sol era una bola naranja, el cielo estaba cubierto con mechones de finas y bajas nubes como cristales de hielo. Los rayos multicolores, envolvían todo con tonos amarillos, naranjas y rojos, difuminándose sobre ellas.

-¿Qué esp...

-sshhh

-¿Qué ha sido eso? ¿mi hermano me ha mandado callar? ¿Por qué? ¿Acaso está escuchando algo? ¿El sol está hablando?

Dean escucha atentamente. Nada, no oye nada, salvo los coches pasando de tarde en tarde. Sin embargo Sam parecía extasiado.

-¡Woou! ha sido espectacular ¿verdad? -Preguntó una vez de vuelta al interior del coche. Dean arrugó su cara antes de contestar:

-Eres una nenaza, Sammy.

-Y un incomprendido, por lo que veo- replicó con una leve sonrisa.

Dean volvió al presente con pesar. 

-Eh, mira eso, Sam -dijo apuntando al sol -éste miró un segundo antes de volver a mirar al frente sin que su rostro sombrío se alterara.

Ojalá su hermano pudiera volver a mirar un atardecer como antes. Como antes..., cuando se veía inocente, cuando aún no estaba marcado por la ira y las palabras desdeñosas de su padre. Antes de que él mismo le fallara. Sí, Sam se había inmunizado contra el dolor, pero también contra todo lo que le hacía disfrutar. La realidad de este hecho desencadenó una oleada de respiración acelerada, una tormenta formándose dentro de su pecho. La rabia, el dolor, la frustración, la culpa, todo... Era demasiado. Con un vistazo rápido se aseguró de que Sam llevara abrochado el cinturón de seguridad. Entonces los frenos y las ruedas patinando contra el asfalto chirriaron en un derrape. El cuerpo de Sam fue impulsado hacia delante y la mano de Dean salió disparada hacia su pecho sin pedir permiso a su cerebro. Un cláxon suena unos segundos en protesta por la inesperada maniobra. Dean salió a toda prisa del coche y su hermano poco después.

-¿Qué demonios haces? ¡no quiero ver un jodido atardecer!

-¡PUES A LO MEJOR YO SÍ! ¿VALE?, yo... -Dean levantó los brazos intentando explicar algo, pero no sabe qué realmente. Los dejó caer con impotencia golpeando las manos sobre sus muslos cuando no supo continuar. Así que se volvió de espaldas y caminó unos pasos adentrándose un poco en el campo. Se quedó allí, normalizando su agitada respiración. Mirando al sol con sus manos en las caderas y su peso sobre una pierna. Esperando y anhelando que la "magia" que Sam veía en ello, le inundara y le diera un poco de paz. El atardecer era tan hermoso, que parecía que se burlara de ellos. Solo faltaba unos pajarillos cantando para ser una estampa perfecta, excepto que Sammy estaba destruido. Que él mismo estaba destruido.

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