Y se deslizó suavemente. Tu mano sabía exactamente a dónde debía ir para obligarme a acercarme. Fueron escalando poquito a poco por mi espalda, subían sigilosos, sutiles, fríos. Tus dedos avanzaban a pasos cortos, lentos, causando todo. Se enredaban en mi pelo y los dos queríamos que te quedaras allí, atrapado.
Se me escapó la sonrisa, lo prometo, pero fue tu momento para atraerme, para besarme, así que, de nada.
No podías elegir mejor sitio que mi cuello, ¿verdad? Allí se quedó tu respiración, en compañía de tus labios. Jugabas con ventaja, no vale. Ni podía, ni quería ver. Estabas detrás de mí, podías intuirme ¿y yo? Casi que me obligabas a cerrar los ojos, que ganas de arrebatarme los sentidos, de confundirme con el tacto. Te encantaba que suspirara y me riera, que sintiera las ganas de comerte a besos.
Y después de la tortura, te apartabas; y ahí quedaba yo, inútil, mirándote. ¿Te muerdo ahora? Porque no se me ocurre nada mejor. Que ganas de quererte...

ESTÁS LEYENDO
Tinta
Short StoryLas personas somos muy diferentes, pero tenemos miles de cosas en común.