Tiempo.

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Y caes. Piensas. Le das mil vueltas a cosas que te ocurren, pero que sabes que tienen su perfecta explicación. 

Suspiras por última vez y miras el reloj. Paras. En ese preciso instante, todo frena.  

Entonces aparecen rodeándote sus brazos, te susurra al oído y es suficiente. Suficiente para que olvides todo y valores lo que tienes.

Que bonita es la complicidad. Ver que si me muerdo los labios tu sonríes retándome, pero que tú tampoco puedes resistir morder los tuyos. Nos encerramos en un ciclo dominado por la risa, caricias y ganas de comernos a besos.

¿Dónde quedaron los problemas? Se disiparon desde el primer "te quiero" hasta el último beso antes de irte.

Gracias por hacerme valorar lo que tengo, de hacerme quererme y dejar de lado las cosas que no son importante. 

Gracias por hacer que el pasado no vuelva al presente, para que así no pueda hacerse con el futuro.

Gracias por superar conmigo mi propio miedo. Gracias por ayudar a superarme.


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