"Graffiti (Proxy)"

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Yo no vivo en la parte más agradable del Reino Unido. Es una de la más alta calificación en el crimen, no sólo delitos menores, que incluye asesinatos y asaltos. En ninguna parte es muy seguro estar, y a mi no me gustara mucho vivir allí. Pero yo soy un buen chico, de verdad.

Otro crimen eran los graffitis. Manchando las paredes, más en ciertas zonas, una de las cuales es mi parque local.

Allí fui ayer, vi chicos enviandoles mensajes de texto a sus amigos y haciendo lo de siempre, se sentaban o trepaban arboles y toboganes. Decidí ir por debajo de una estructura de escalada, sin embargo, me di cuenta que un extraño graffiti estaba fuera de lo común. La visión común de la gente era firmar con sus nombres, o poner tal vez un insulto de otra persona, pero esto era diferente.

Fue una tabla de conteo simple, escrito en Tippex, una herramienta común para los vándalos baratos. Conté los números, las barras que había en la pared, el total llegó a 49. Me froté mi dedo en el último recuento. La pintura todavía estaba húmeda, lo que era extraño porque yo había estado fuera durante una media hora y no había visto a nadie alrededor. Tenía suficiente del parque ahora, me volví a casa, pero no podía moverme.

Alguien estaba detrás de mí, respirando en mi cuello. Su aliento era cálido y olía a alcohol. Me di la vuelta, sudando de miedo y vi a un hombre en una sudadera con capucha y mangas azules. Vi que en la parte derecha de la sudadera, rodeado con un hexágono amarillo había un simbolo... una "x" sobre un cículo "O". El tronco de la sudadera era blanco y una mascara algo extraña tambien blanca, con una linea gruesa y azul que tapaba sus ojos, era alto y muy musculoso, pero miraba un poco hacia abajo. Vi que él puso un cuchillo en mi cuello. Traté de abrir la boca para hablar o gritar, pero todo lo que podía salir era un quejido patético.

"Parece que ya tenemos a otro. Esto hace 50." Me susurró al oído, empujando el borde dentado de la cuchilla ligeramente en mi cuello, hasta que me cortó.

Me obligó a dar la vuelta, así que lo enfrenté. Él levantó el cuchillo y me lo clavó en el pecho. Miré el agujero abierto en mi cuerpo, la sangre fluía hacia fuera y se derramaba en el suelo. Me caí al , y con mi último aliento vi a mi asesino desenroscar una botella de Tippex y dibujar una nueva línea en la tabla de conteo.

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