Capítulo 2: Perdóname

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Al igual que todas las mañanas se sentó frente al piano, tocó una melodía y después de un rato abandonó las teclas. No podía dejar de pensar en los lamentos y el aullido, y ahora que lo recordaba hace tres meses que no rondaba por ahí el ministro Makivelo. La noche pasada le había preguntado a Impa y sólo fue hasta entonces que se enteró de que aquel día unos guardias lo habían encontrado desmayado en el cementerio, cuando despertó no recordaba absolutamente nada lo cual significaba que no tenía ni la menor idea de que era lo que le había pasado.

Suspiró de manera ahogada mientras se cubría el rostro con las manos. Tampoco había dejado que Link le diera explicaciones solamente había corrido y le había dicho "Te odio"

-No era cierto... y se lo dije- susurró de manera triste y dolida. No sabía porque había actuado de esa manera, él había sido su único amigo en años, y además, también era la persona a quien amaba, aun así el miedo de verlo intangible había hecho reaccionar en ella sus instintos de supervivencia, la parte racional de su ser que le pedía a gritos que corriera y que se alejara.

Se limpió una lágrima del rostro y después se viró inquieta al escuchar unos pasos. No había nada... absolutamente nada. Se recostó ligeramente sobre el piano tratando de consolarse a sí misma.

-"Link... quiero verte"- pensó de repente y comprendió que su corazón también sentía lo mismo. Pero ahora tenía miedo, no sabía lo que tenía que hacer o cómo debía volver, o cómo lo vería o lo trataría de ahora en adelante. Todo era tan confuso y ella era demasiado joven como para poder encontrar todas las respuestas.

Se levantó de forma resignada y se viró para volver a su cuarto. Los débiles pasos se escucharon de nuevo, la princesa se detuvo y nuevamente miró hacia todas las direcciones muy confundida. En la sala de música solamente estaban ella y un montón de muchos y variados instrumentos, aun así...

- ¿Qué es esto...?- clamó llevándose una mano hasta su pecho. Por primera vez en su vida sentía una clase de presencia, una clase poder... una esencia misteriosa.

Él irguió las orejas y después deshizo su camuflaje al entender que ella podía sentirlo.

Zelda retrocedió unos pasos cuando vio aparecer frente ella de forma mágica y misteriosa al gran lobo pardo rodeado de pequeñas lucecitas. Sus grandes ojos azules la miraban con cierto miedo y también con un gran vacío y una inmensa tristeza.

Habían pasado cuatro años y aun así lo recordaba tan claro como aquel día.

Por unos instantes su cabeza no hizo una analogía correcta y se acercó de manera lenta para poder acariciarlo.

-Oh Link... ¿En dónde te habías metido?- susurró estirándole el brazo al tiempo que se inclinaba.

El gran lobo cerró los ojos al tiempo en que sintió la mano de la joven posarse sobre su cabeza, por unos instantes lo acarició con dulzura pero después su mano lo atravesó como si no existiera.

Kai (2): Eternamente juntos... Eternamente SeparadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora