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𝓒𝓮𝓷𝓪 𝓯𝓪𝓶𝓲𝓵𝓲𝓪𝓻

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𝓒𝓮𝓷𝓪 𝓯𝓪𝓶𝓲𝓵𝓲𝓪𝓻

   𝓝o habían palabras para describir el maravilloso momento que había vivido hace un rato junto a su madre. Aunque ambas habían llorado más de lo que habían hablado. Aún tenían mucho tiempo para conversar, ponerse al tanto de algunas cosas y su madre por fin haría su trabajo.

Por otro lado, su padre había preparado una gran cena para que pudiese conocer a sus medios hermanos. Ya que cuando ella llego no estaban, pues se encontraban en su clase de tiro con arco en la casa del campo. No era que la bienvenida de Victoria no les importara. Pero Augusto había preferido que solo estuvieran él y Beatriz.

Victoria ni siquiera se había cambiado o bañado. Y ni que decir de su equipaje el cual se encontraba en la entrada. Aún no había conocido su habitación ya que su madre no la había dejado en ningún solo instante y ella lo comprendía. El día se le había ido como agua.

Ahora Victoria estaba sentada junto a su madre en el comedor real. La mesa era gigantesca, había un cerdo entero, vino, frutas, verduras, postres y otras cosas más que ella no conocía. También habían pequeños jarrones de cristal con flores en la mesa y el gran candelabro de diamantes que iluminaba todo el lugar.

Los sirvientes aún se encontraban sirviendo la mesa.

—¿Tus estudios estuvieron bien o te gustaría tomar alguna clase de algo? —preguntó Beatriz.

Victoria observó a su madre, detallando su rostro para así  guardarlo para siempre.

—Todo estuvo muy bien. —respondió esbozando una sonrisa.

—¿Segura? —cuestionó con inconformidad ante la respuesta de su hija—, si quieres una clase de baile, idiomas, arte o lo que desees no dudes en pedírmelo querida.

—Quizá después, muchas gracias madre...

Cuantas veces quiso decir esa palabra y ahora podía hacerlo. A Beatriz se le encogió el corazón, pues no pensaba que Victoria fuera a llamarla así nunca. Simplemente no tenía palabras para describir lo hermoso que la había hecho sentir esa palabra. Ambas se miraban con una sonrisa sobre sus labios, enternecidas.

Pero su momento fue interrumpido por el Rey y la Reina, quienes comenzaban a sentarse en sus sillas correspondientes. Cada uno en la punta de la mesa. Victoria y su madre se levantaron de sus asientos he hicieron una reverencia, después volvieron a sentarse.

—Haz estado todo el día con ella Beatriz, pero mañana voy a robártela. —bromeó el Rey.

—Pueden ser años los que pase con ella y nunca serán suficientes. —respondió.

Dinastía Roja ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora