7

265 26 0
                                    

𝓒𝓪𝔃𝓪 𝓮𝓷 𝓮𝓵 𝓫𝓸𝓼𝓺𝓾𝓮

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.






𝓒𝓪𝔃𝓪 𝓮𝓷 𝓮𝓵 𝓫𝓸𝓼𝓺𝓾𝓮

  𝓤na vez que Victoria había terminado de acomodar las almohadas de su cama se dirigió hacia el tocador. Se observó en el espejo y pasó sus manos por sus cabellos para así lograr alisarlos un poco, después tomó sus pequeños aretes de perla y los acomodó en sus orejas.

La puerta se abrió de golpe haciendo que a la castaña casi se le saliera el corazón por la garganta. Se giró y uno de los guardias había sido quien abrió la puerta.

—Buenos días señorita Victoria, lamento molestarla —dice el hombre algo avergonzado—. Su padre le ha mandado el desayunó.

—Oh, claro... buenos días, por cierto. —responde tímida.

El hombre se hace a un lado y deja a entrar a un chico quien obviamente era un sirviente. Se veía bastante joven, más o menos de su edad.

—Con permiso. —dice el chico antes de entrar a la habitación.

Ella asiente y él entra con una bandeja de plata entre sus manos. Después la deja en uno de los muebles solitarios de la habitación de Victoria.

—Provecho.

—Muchas gracias. —agradece y le regala una sonrisa a lo que él le sonríe de vuelta.

En ese instante Victoria se dio cuenta que aquel sirviente tenía una sonrisa atractiva y, extrañamente, él también lo era. Una vez que el joven salió de su habitación caminó hacia donde se encontraba su desayuno. En este había pan, plátano, melón, té y un pequeño pastel de chocolate.

Victoria se dispuso a comer mientras observaba con claridad cada rincón de su habitación. Anoche solo había guardado sus vestidos pero aún le faltaba por desempacar y adornar su habitación ya que se veía descolorida y sola. Ya tendría tiempo para eso, cuando saliera con Nabella podría aprovechar para comprar unas cuantas cosas.

Y nuevamente la puerta fue abierta. La chica casi se atraganta con un trozo de melón por dicho acto. Tan solo esperaba acostumbrarse a eso pronto.

—Señorita, su alteza el príncipe Christian desea entrar a su habitación. —dice el mismo hombre de hace unos minutos.

—Puede pasar.

El hombre se retira y después aparece aquel pelirrojo intimidante en su campo de visión. Al verla sonrió inmediatamente y se detuvo, mientras que su mano estaba posada sobre el mango de su espada. Como si estuviera listo para atacar. Sin pensarlo dos veces Victoria hace una reverencia, aunque sabe que a él no le molesta en lo absoluto que no lo haga, pero debía hacerlo por educación.

Dinastía Roja ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora