Capítulo 2

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Todo estaba oscuro. Natasha no sabía muy bien en qué lugar estaba, pero sus pies parecían poder moverse por sí solos. Caminaba sin saber hacia dónde iba o qué iría a encontrarse una vez que llegara allí, pero algo en su interior le decía que se detendría una vez que alcanzara su destino. Fue allí cuando sonó el primer disparo.

Natasha intentó detenerlo, pero sus habilidades no parecían funcionar. De un pronto a otro, la joven comenzó a sentir cómo el pánico se apoderaba de su cuerpo, sentía cómo la paralizaba y poco a poco la iba corroyendo, desde la cabeza hasta sus pies. Fue allí cuando todo se iluminó.

El cadáver de Tara se encontraba en el suelo, había sangre por todas partes y los ojos abiertos de la que anteriormente fue su entrenadora parecían decirle que todo aquello había sido su culpa. Mirando a su alrededor, la joven notó como cada uno de sus amigos se encontraba herido y al borde de la muerte. No había nada que pudiera hacer.

Natasha quería correr, salir de ahí y buscar ayuda, pero su maldito cuerpo no parecía responderle. Una voz -su voz, la de Tara, no estaba segura de quién- se repetía una y otra vez. Es tu culpa. Todo es tu culpa. No debiste haber venido.

Natasha intentó moverse, cada neurona de su cerebro estaba enviándole el mensaje a su cuerpo de que debía salir de allí, pero este parecía no entender. Fue ahí cuando comenzó a sentir el olor: humo.

Poco a poco el calor fue aumentando hasta que se hizo insoportable y Natasha divisó una figura a lo lejos. Caminaba lentamente y estaba cubierta en llamas, pero la joven podía identificar el rostro, lleno de lágrimas pero dispuesto a continuar con su destrucción. Paul.

El joven se fue acercando cada vez más y con cada paso el pánico en el cuerpo de Natasha aumentaba. Sabía que debía detenerlo, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo. El joven siguió su paso hasta que estuvo al frente de ella, extendió su mano y toco su frente. No pudiste salvarme, le dijo, y Natasha comenzó a sentir dolor. Sabía que iba a morir.

***

Natasha despertó de repente, su cama estaba repleta de sudor y podía sentir su corazón latir rápidamente. Solo fue un sueño, se dijo a sí misma, una pesadilla. No es real. Pero parte de su mente aún veía los cadáveres de sus amigos tirados en el suelo y a Paul acercándose con las llamas en sus manos.

La joven dio un largo respiro y se levantó de la cama. Caminó hasta el baño y se miró en el espejo. Estaba pálida, sus ojos estaban hinchados, como si hubiese estado llorando mientras dormía. Sentía náuseas y casi sin darse cuenta comenzó a vomitar.

Odiaba que esto le estuviera pasando. No sabía si alguno de sus amigos pasaba por lo mismo, pero sabía que no podía hablar de ello. No. Ella debía parecer fuerte. Ser la líder que en esos momentos necesitaban, sin importar cuántas pesadillas tuviera.

Es por eso que solo dejaba que sus sentimientos fluyeran de noche, estando sola en su cuarto sin que nadie más la observara. Agradecía ya no estar en el refugio compartiendo un cuarto con Alicia, estaba segura que allí no hubiera podido mantener su fachada.

La verdad era que estaba asustada. No sabía qué estaban haciendo o cuánto tiempo podrían mantenerse seguros, lo único que sabía era que debían continuar luchando y que si ella se rendía, los demás también lo harían.

Volvió a su cama e intentó dormirse una vez más, sin embargo sus pensamientos no la dejaban conciliar el sueño. Estaba preocupada, tanto por ella como por sus amigos, pero también en el fondo sentía una profunda preocupación por Paul y se preguntaba si dejarlo ir había sido la decisión correcta.

Captura (La mentalista #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora