Capítulo 5

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Veronica caminaba alrededor de la estación, no sabiendo muy bien qué hacer consigo misma.

Llevaba puesto su uniforme rojo de guardia y en su pantorrilla izquierda sentía el peso de su arma. Había patrullado este lugar ya por dos años de su vida, desde que había terminado su entrenamiento en la academia, sin embargo, ahora se sentía más inútil que nunca.

Desde que esas personas llegaron a la frontera, ni ella ni sus compañeros tenían muy clara cuál era su función. Les habían dicho que estos eran agentes especiales, que en el centro de la ciudad se había desarrollado un grupo terrorista que había estado causando caos y que estos nuevos agentes estaban allí tratando de atrapar a cualquier miembro que intentara escapar de Opes.

Al principio Veronica había estado asustada y había agradecido que ahora tenían refuerzos, sin embargo, conforme fueron pasando los días, ese alivio se había desvanecido. Esos nuevos agentes no eran muy gentiles que digamos.

Desde la primera semana habían dejado en claro que ellos estaban a cargo ahora y poco a poco habían reducido las funciones de la guardia. Los compañeros de Veronica —encantados de que ahora tenían menos trabajo— se habían alegrado, y ahora ni siquiera se molestaban a venir a trabajar. Pero Veronica se negaba a ser aislada y continuaba viniendo a hacer su trabajo todos los días, aunque muchas veces solo consistía en caminar en círculos y recibir miradas sospechosas de esos nuevos agentes.

¿Quienes son esos tipos?, se preguntó por enésima vez. Cuando llegaron no dijeron a qué organización pertenecían, en realidad ni siquiera dieron muchos detalles. Simplemente llegaron y se hicieron los dueños del lugar. Eso es lo que le molestaba más a Verónica. Esa era su área y ahora había sido invadida por extraños.

Caminó en frente del mostrador, donde la mujer que estaba detrás la saludó con una sonrisa. La joven le devolvió el saludo y cruzó la línea del tren, adentrándose a la zona de carga.

Se extrañó al ver que ninguno de los agentes estaba en su puesto. Normalmente siempre había uno o dos hombres vestidos de negro sentados a la orilla del tren, vigilando que nadie lo cruzara. Veronica lo sabía porque siempre le lanzaban miradas furtivas, sabía que era una molestia para ellos y eso solo la motivaba más a seguir viniendo todos los días a hacer su trabajo.

Confundida, siguió caminando, esperando ver a alguno de los agentes lanzándole una mirada de desprecio, sin embargo, el agente que se encontró ni siquiera podía mirarla, ya que se encontraba inconsciente en el suelo.

Sin pensarlo dos veces sacó su arma y caminó en silencio, tomando en cuenta todo lo aprendido en la academia acerca de tiroteos. A decir verdad, se sentía nerviosa. Nunca antes había tenido que sacar el arma de su funda.

Veronica escuchó un grito detrás del almacén. Rápidamente, se recostó en la pared del mismo y se preparó para disparar. Con cautela, decidió echar un vistazo y soltó un grito ahogado al ver lo que estaba sucediendo.

Cuatro agentes estaban golpeando a un joven. Veronica no lo había visto antes, pero supuso que era uno de los encargados de transportar la carga. Normalmente estos eran viajeros tanto de Opes como de Hospitium, por lo que no era extraño que no lo conociera.

El joven, con cabello rubio un poco más oscuro que el suyo, estaba acostado en un charco de sangre. Veronica vio con repulsión como cada uno de los agentes se turnaba para golpear al joven y al hacerlo se seguían burlando de él.

—No eres muy fuerte ahora, ¿no es así? —Dijo uno de los agentes.

El joven no podía responder. Veronica sabía que si seguían así llegarían a matarlo y no estaba tan segura si a estos tipos les importaba. Observó como una vez más lo golpeaban y se reían. El joven movió su cabeza y vomitó un poco de sangre.

Captura (La mentalista #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora