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Duele ver como has desaparecido. No lloraré, no lo haré ahora por la poca cordura que me queda.

He mirado a la tumba, he iba bien vestido. Nadie se detenía a mirarle, excepto yo. Me he fijado sobre todo en su ropa. Alguien ha tenido que vestirle, por un momento me ha dado vergüenza. Lloraban, y yo parecía una persona sin corazón. Pocos vestían de negro, eso está bien. Porque no me gusta el negro, me gusta que la gente sea feliz.

Y me he parado a pensar en lo que pasará.
¿Alguien vendrá a mi entierro? ¿Llorarían por mi cuerpo sin vida? ¿Me desnudarian para después ponerme un esmoquin caro que se iría a la mierda?
¿Me pondrán un ramo de flores delicadas entre los dedos?
¿A alguien de verdad le importo tanto como para hacerme caso?

Me he sacudido la cabeza, y he salido de “la casa del señor”. Lo mejor será desaparecer y dejar todo esto. 
Dejar de respirar, dejar de latir...

He mirado por el barranco que daba detrás de aquel edificio y por un segundo, solo por un segundo, he pensado en tirarme.

Tenía casi mis dos pies fuera cuando he despertado, cuelquiera podría haberme empujado y todo habría acabado, sin despedidas, sin cariños. Me ha espantado la idea y he salido corriendo hacia el coche. Me he encerrado.

He empezado a patalear y a gritar como si estuviera loco, y puede que lo esté, porque estas cosas me trastornan demasiado.

No quiero que nadie me eche de menos. Para que.

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