Carta a Elías

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Hola Elías hoy no te he preguntado qué tal estabas pero tu cara ya era bastante emotiva de por sí ¿Te acuerdas de aquella señora del metro de Madrid? Fue hace dos años y sigo riéndome con amargura desde entonces cada vez que la recuerdo. La que entró con su marchivo cuerpo, sí aquella que entró en el coche —¿Se dice así?— en el cuál viajábamos nosotros. Tú también la recuerdas je,je. Bien.

Al principio te comenté de escribir alguna serie de artículos y que iba a llamarlo "Señoras del metro de Madrid que hacen zigzag y se cuelan por cualquier hueco para quitarte el asiento aunque ellas estén a 20m" Sería bastante gracioso si no fuera porque voy a Madrid cada 5 o 6 meses. Además, el título es bastante largo y eso es un problema para los medios de comunicación donde siempre te dan problemas porque el número de caracteres es superior al permitido. Volviendo al asunto, debí escribirlo en su tiempo porque ya ni recuerdo qué enfoque iba a tener: si narrar la historia añadiéndole algún comentario mordaz; cagándome en su estampa o tal vez una crítica a la sociedad moderna de cómo la individualidad está mermando nuestra condición de seres humanos. Ésta última la ejerzo con soltura hablando pero escribiendo...hasta a mí me aburriría si consistiera simplemente en una crítica buscando sus por qué y sus consecuencias.

Digamos que esta carta es "El suceso el cuál iba a escribir y dejé pasar el tiempo porque soy un haragán". Por ello te la dedico a ti más que a esa señora que se desvanece en mi memoria con cada día. Tan solo voy a dedicarte unas líneas, Señora del Metro de Madrid:

No vayas renqueando como si fueras a morirte en el intento andatorio, que cuando ves un asiento corres a por él. Casi me tiras, sinvergüenza, que iba con las muletas y allí la estabilidad está ausente.

Cartas a un lector desinteresadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora