Sweet Love; 14

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A/N: Is this the real life... Is this just fantasy?

* * *

Tenía que estar soñando. Con respiraciones erráticas bajó del unicornio sin pensarlo dos veces y alzó la vista con los ojos entrecerrados; soltando un quejido involuntario de dolor, levantó su brazo y cubrió su mirada con su mano. Localizándolos a duras penas, reconoció un gran agujero en una puerta doble y a las figuras de sus amigos pasando a través de él. No, no, ¡No! Mike se giró, revisando en dirección a la cueva donde Chester había estado segundo antes, pero luego Rob le tocó el hombro y ambos entraron por el orificio, el moreno más bajo negando con la cabeza.

–Por la comida salada, ¡maldición! .– Tiró su cabello corto con impaciencia, pateando una piedra además–. Demonios...¿por qué estas cosas siempre me pasan a mi?

Maldiciendo su suerte otra vez más, Chester buscó atento con la mirada a los dragones, y sus sospechas quedaron más que confirmadas al ver al dragón gemelo del suyo sobrevolar los alrededores.

–¡Ven aquí! –llamó con autoridad y temor al dragón más viejo y este fue volando en picado hacia él, aterrizando con gracia a los pies de Chester–. ¿Tú eres el que dejé con Kath?

El dragón asintió con su cabeza de pastel. Demonios. Chester meditó por breves segundos antes de girarse, no sin dolor, a su unicornio.

–Necesito volver a buscarlos ‒habló decidido, entrecerrando los ojos‒. No vi cuantos eran, pero allá adentro sólo van a tener problemas, más aún cuando me están buscando –reflexionó en voz alta, y con órdenes no verbales mandó a su unicornio a localizarlos con su radar mágico. Porque su unicornio tenía un radar mágico, right? Magia crea magia. Se comunicaban telepáticamente.

Localizados: Varios humanos, un medio mago, tres hadas y un objeto mágico legendario identificado como La espada de los Shinoda. Estáticos. Varios escuadrones del castillo en su perímetro. Ambos bandos armados. Distancia: un kilómetro y 105 metros. Choque de primer escuadrón con ellos: 7 minutos.

«¿Tres hadas y un semi-mago, de qué me perdí?» pensó descolocado, ignorando olímpicamente la mención de la espada. Subió con molestias provenientes de su espalda al caballo mágico, indicando a los dragones que cubrieran su entrada con sus trucos. Chester consideró entrar por el mismo agujero, pero al volver a observar la entrada, percató que estaba sellada, y que la patrulla del lugar justo estaba pasando por allí. Decidiendo no moverse aún, mandó a los dragones a otra cosa: «Necesito una entrada, ¡ahora!». Mirando cómo se movían, se asentó tras uno de los árboles de la periferia mientras discutía con su unicornio la mejor estrategia.

«Más les vale no llamar la atención de Perry. Eso sería muerte segura. Por favor, Mike, Talinda, cualquiera, ¡en especial Joe!, no hagan nada estúpido. Lo último que quiero es que mis pesadillas se vuelvan reales».

* * *

–¡Silencio! –ordenó Mike cuando estuvieron todos dentro de la construcción. Su mirada era fiera y sus ojos cansados brillaban con autoridad. Erguido, observó al grupo, dividido entre las mesas del salón en donde estaban, el cual cesó sus reflexiones en voz alta, y se dirigieron todos a él–. Los escuadrones andan atentos, y eso no puede significar nada bueno. Nos deben haber detectado con sus defensas o nos están esperando, así que cualquier movimiento en falso va a ser mortal para todos nosotros.

Estaban en un salón. Tenía dos puertas que salían a amplios pasillos, otra puerta a la cocina y una gran barra colocada entre las entradas. Era un lugar espacioso, pero no muy alto, y sus candelabros con telarañas a penas no tocaban las cabezas del escuadrón.

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