ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ ɪᴠ: ¿ᴅᴇ ᴋʏʟᴇ?

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Capítulo IV: ¿De Kyle?

  Las paredes pasteles de su habitación ahora tomaban formas y colores inimaginables. Su mente estaba flotando entre las nubes, buscando un posible pretendiente para el rol de padre. Y es que, si nunca sabría el verdadero, ¿por qué no, entonces, inventar uno? ¿O decirle a alguien que fuese uno? Esa sería una solución simple y lógica para su enredo mental. Tenía una larga lista de chicos con los que podía contactar para que se hiciesen pasar por el padre, pero... eso no era lo que ella quería.

  Así que, solo tenía que llamar a uno de los tantos y pedirle que se hiciera las pruebas, solo para distraer un rato el ambiente. Luego encontraría la manera de volver al principio y poner en práctica lo que tenía en mente. Una verdadera enferma mental caería embarazada a propósito, solo por venganza o satisfacción propia. Pero Kahira aún no llegaba a tal extremo. Sí, lo había planeado, pero no exactamente cuándo o con quién. O puede que sí.

  Su mente quedó en blanco otra vez al escuchar su celular sonar repetidas veces. Observó la pantalla y confirmó que era su mejor amigo.

  —¿Qué quieres, Sámuel?

  —Quiero saber si ya encontraste al padre de tu hijo, primero que todo —se escuchó una pausa y un largo respiro—. Y segundo, si tu madre ya se enteró.

  —Contestando tu primera pregunta; no, no lo he encontrado. Sin embargo, creo que podría ser de Kyle. Y contestando tu segunda pregunta; sí y no se lo tomó nada bien.

  —Oh, vaya. Pero, ¿estás bien, cierto? —el tono del chico empleaba preocupación, pues estaba consciente de lo fuerte que eran los castigos de sus padres.

  —Lo estoy —respondió con seguridad la chica, convenciéndose a sí misma de que lo estaba.

  Tenía que, al menos, ella misma darse ánimos. Cuando más necesitaba a su madre, para consolarla y decirle que todo andaría bien, la tenía en su contra. Ahora la había alejado aún más, estaba más sola que antes. Con solo su amigo Sámuel y su dignidad, si era que aún le quedaba de esa.

  —Sobre lo otro, ¿estás segura de que puede ser de Kyle? —dudó su amigo, pues sabía que en aquellos momentos su relación con el chico no era del todo estable.

  —¿Por qué lo dudas?

  —Simple; tú y West no han estado en intimidad hace más de cinco meses, y la última vez dijiste que usaste doble protección— argumentó el -ahora- castaño desde el otro lado de la línea.

  Kahira ya no sabía que excusa inventar para que no supieran la verdad. Su amigo estaba siendo más inteligente de lo que ella pensaba. Tendría que buscar otra solución, otra salida de ese embrollo en el que ella misma se había metido. ¿Difícil? Sí. ¿Imposible? Nada en este mundo lo es.

  —No siempre tengo que decirte toda la verdad —y con eso, terminó la llamada sin más.

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  Su rostro solo revelaba un mal humor terrible e interminable. Siempre había sido así para Kahira, frío, distante y con solo ganas de diversión. Pero ella había elegido ese camino también, debía esquivar las piedras grandes y saltar las pequeñas. Esta no era una roca, ni pequeña ni grande. Esto eran arenas movedizas, dónde una vez adentro, era casi imposible salir por cuenta propia. Kahira estaba sola en esto, le resultaría muy difícil salir de esta. Solo espero que se lo crea, y deseaba que fuera así, por el bien de todos.

  —Hola, Kyle —se dignó en saludar al chico frente a ella, tratando de ocultar cualquier atisbo de nervios o temor.

  —Inaís.

  La respuesta del chico había sido más simple de lo que ella pensaba. Pero, al menos, no había reaccionado tan mal.

  —¿Cómo has estado? —más que por interés, solo hizo esa pregunta para alargar el tema. Aún no estaba segura de cómo se lo diría, o cómo haría que se lo creyera.

  —Como siempre, nada interesante o nuevo para ti.

  —Sigues con eso entonces... —el chico rodó los ojos y entonces Kahira supo que tenía razón—. Kyle, eso te hace daño. Lo sabes, ¿no?

  —Lo sé, y no me importa. Es algo que me gusta y ya, no puedo simplemente dejarlo —ahora se veía más exaltado y eso era exactamente lo que Kahira había tratado de evitar. Fallando evidentemente.

  —Está bien, no quiero pelear por eso. Tengo algo que decirte, es importante.

  —¿Qué cosa? —preguntó con desinterés eminente, restándole la verdadera importancia de la situación.

  —Estoy embarazada.

  —¿Y por qué me lo dices a mí? ¿Tengo algo que ver?

  Y la palabra perfecta para describirlo sería incrédulo.  Incrédulo, por pensar que en la vida todo era diversión, alcohol y cigarros. Incrédulo, por creerse inmune a los tantos problemas de la vida. ¿Creía que estaba libre e intocable en estos momentos? Incrédulo.
¿Creía estar fuera de la vida ajena, de la vida de los débiles? Incrédulo. Eso es todo lo que era ese chico. Era un incrédulo de la vida, del día y de las horas mismas. De las enfermedades, de las vulnerabilidades y de los momentos de tristeza.

  Pero eso estaba por cambiar, o eso era lo que quería la chica. Quería que aquel chico se retractara de sus acciones, que se arrepintiera de todo lo malo que había hecho. De todo el daño que le había causado a ella y a su autoestima.

  —Tienes mucho que ver. Te lo digo a ti, porque el padre del bebé debe ser el primero en enterarse, ¿no crees?

  Y terminado su comentario, la sonrisa de burla y malicia se ensanchó en su rostro. El pequeño Kyle ahora estaba a punto de llorar, no pudiendo creer tal cosa.

  Aunque lo que no sabía, era que esa no era ni la mitad de la verdad. Tal vez ni un tercio de ella. Estaba siendo engañado por la chica con la que él mismo jugó. Pero es así, ¿no? Todo lo que va, viene doble.

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