ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ x: ғɪɴᴀʟ ғᴇʟɪᴢ

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Capítulo X: Final feliz

La pequeña Shai estaba acurrucada en los brazos de la chica, moviendo lentamente su peluda cola de un lado a otro. La gatita había sido un precioso y sorpresivo obsequio de parte de su mejor amigo.

El vientre abultado de Kahira cada vez se hacía más visible y más grande, con apenas unas dos semanas restantes para el parto. Y esa era una de las razones por la cual su madre estaba al pendiente de ella con más frecuencia que normalmente. Podría decirse que cada media hora la chica hacía pasar a la mujer dentro de la habitación, ya que tocaba la puerta cada vez y no entraba sin más.

Kahira pensó que tal vez lo hacía como una manera de recompensar el tiempo perdido de madre e hija que nunca pudieron disfrutar cuando era más pequeña. En parte su madre se sentía algo culpable, así que quiso decirle a su hija -sin necesidad de palabras bonitas o de un largo discurso- que lo sentía y que se arrepentía profundamente el no saber de la vida de su hija, más allá de si había comido o si había terminado las tareas de la escuela, como para no tener la suficiente confianza con ella y poder ayudarla cuando así lo necesitaba.

-Kahi... -se atrevió a murmurar su apodo y a abrir la puerta del dormitorio sin llamar.

-Pasa mamá -sí, se atrevió ella también a cambiar de madre a mamá.

Su madre le sonrió algo enternecida y caminó hasta sentarse junto a ella a los pies de la cama. Kahira mueve a su gata a un cojín con mucha calma, tratando de no despertarla, para luego dirigirse a su madre con un ceño interrogante en su rostro.

Los doctores le exigieron a la chica no hacer mucho movimiento físico y que descansara la mayor parte del tiempo. Su madre entonces, se dedicaba a llevarle sus comidas diarias y alguna que otra merienda.

-¿Cómo te has sentido?

-Por milésima vez, mamá, estoy bien,- responde ella alargando la e al final.

Su madre sonríe levemente y asiente con su cabeza. Recién la señora se ha dado cuenta de que su hija espera un bebé y ella será abuela. Una que piensa ser la mejor de todas y poder darle un buen ejemplo a su nieto. Ahora se daba cuenta de todo el daño que le había hecho a su hija, y se arrepentía mil veces el haberlo hecho. Le sorprendía en demasía todo lo que su hija había aguantado por parte de ella, de quien la había criado y visto crecer sin apenas un poco de interés.

-Tu amigo llamó -pronunció su madre luego de unos segundos en silencio.

Y sólo con decirle aquello, ya tenía toda la atención de Kahira en ella y sus próximas palabras.

-¿Sí? ¿Qué dijo? -soltó la chica con una sonrisa algo burlona hacia su madre.

-Pues... -la señora hizo una gran pausa mirando directo a los ojos de su hija.

-¡Madre! ¡Dime ya! -gritó desesperada pero sonriendo, haciendo en vano su acción de no querer despertar a su mascota, pues esta dio un salto y salió corriendo.

Su madre rió ante su reacción y se detuvo para decirle a Kahira el mensaje de su amigo.

-Me dijo que te buscaría a eso de las dieciocho horas y media, y que irí..

-¿Y que hora se supone que es?

La chica quiso mirar hacia el reloj digital que tenía encima de su mesita de noche, pero su madre le respondió mucho antes de que siquiera moviera la cabeza.

-Las diecisiete horas con cuarenta y ocho minutos -su tono fue tan tranquilo, que los primeros segundos Kahira se mantuvo relajada.

Sólo hasta que...

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