El hilo rojo del destino. Esa leyenda curiosa y romántica que dice que las personas están destinadas a estar juntas si están atadas por un hilo rojo desde sus meñiques, atados por los dioses, aquella persona que este al otro lado de tu hilo rojo será alguien con quien vivirás una historia muy importante, tal vez el amor de tu vida, o la decepción de tu vida, con quien te cases, tu pareja predestinada.
Cursi. ¿No es así? Los japoneses pueden ser crueles a veces, pero sus leyendas son increíbles, se dice que este hilo se puede enredar, estirar, contraer, pero nunca se rompe, pero... ¿Por qué está atado a los meñiques? Esta leyenda, tanto más estética que la de las almas gemelas, surge cuando se descubre que la arteria cubital conecta el corazón con el dedo meñique (que es la misma razón por la que en tantas culturas se cierran promesas al entrelazar este dedo con el de otra persona).
La delgada vena que va del corazón a la mano se extiende por el mundo invisible para terminar su curso en el corazón de alguna otra persona. Pero a diferencia de otras supersticiones amorosas, la japonesa no se limita a la pareja, ni a una sola persona a la que estemos destinados a encontrar. Habla de una suerte de ramificación arterial que surge de un dedo hacia todos aquellos con los que haremos historia y todos aquellos a los que ayudaremos de una manera u otra.
Para la imaginación ontológica, el mito del hilo rojo es una manera de entender nuestro itinerario de encuentros como una trama predeterminada donde las relaciones de pareja, los roces íntimos y todas las pequeñas historias que enlazamos con otros no son triunfos ni accidentes del azar sino parte de un tapiz escarlata cuyos hilos nos fueron dados al nacer pero nosotros tejimos.
La primera vez que vi uno tenía 6 años, recuerdo muy bien la cara de la chica corriendo mientras huía de un joven de cabello oscuro, al parecer discutían, su hilo se alborotaba alrededor de ellos, enredado de la pálida mano de ella y la grande mano de él. El hilo estaba atado justamente en la base del dedo meñique.
—¿Rosie? — Mi padre se detuvo por un momento, también el hombre que lo acompañaba. —¿Qué sucede?— Miró hacia abajo observando mi coronilla.
—El hilo...— Miraba fijamente hacia la pareja.
—Así es, el saco de ese hombre tiene muchos hilos sueltos, lo cual nos dice que es muy descuidado y poco atento, con más razón está peleando con esa mujer que puede ser su pareja, y al parecer están discutiendo por lo mismo, el no nota su nuevo color de cabello. Muy lista Rosie.— Miré hacia arriba para ver sus rizos, no entendía a que se refería pero de todos modos sonreí. Mi mensaje no fue captado pero en ese momento no me importo demasiado.
—Quiero un chocolate caliente. Tengo frio. — Dije mientras tomaba más fuerte de la mano de papá. Con mi mano libre acomode mi gorro que empezaba a subirse un poco, lo jale para cubrirme la oreja.
—Claro cariño, al llegar a casa te hare tu chocolate, y Sherlock. ¿Cómo supiste que fue el color de su cabello?— Empezamos a caminar. Parecía que iba a llover, las nubes cubrían el cielo de Londres.
—Simple John, tu solo miras y nunca-
—Si, si, observas, solo cállate y vámonos, hace frio para Rosie.— Mi padre interrumpió al tío Sherlock, el castaño solo se limitó a fruncir el ceño y avanzar con nosotros. Si tan solo hubiera sabido que ver el hilo rojo no era normal, mi padre y el tío Sherlock se pudieron dar cuenta de que yo no era normal, de que podía ver siempre por qué cuando estaban juntos se sentían bien, como si estuvieran en el lugar correcto, porque realmente lo estaban, justo y donde debían estar.
Mi nombre es Rosemund, mi apodo Rosie, tenía 6 años cuando vi por primera vez el hilo rojo del destino, sin saber bien porque también lo vi en los meñiques de mi padre y el tío Sherlock.
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Hola! Bueno es la primera vez que escribo un Fanfic Johnlock así que espero que les guste y lo disfruten!
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El hilo rojo del Destino ( Johnlock)
FanfictionRosemund puede aparentar no ver cosas que los demás no pueden, el fingir ser normal se ha vuelto una rutina para ella, mientras esta descubriendo su propia personalidad, problemas extras se agregan a sus pensamientos. El comprender las relaciones h...