Cuando tenía 9 años, recuerdo que en el 221B de Baker Street había una tensión que con las yemas de los dedos la podías sentir. Era Abril y llovía a cantaros, realmente en ese momento nunca supe porque el tío Sherlock se inyectaba mucho en sus brazos, fumaba como loco y hasta dejó por unos meses de vestirse como siempre lo hace. Mi padre estaba igual de tenso, siempre le gritaba o peleaba por hacer todo eso en frente de mí.
Era el 13 de Abril, un viernes que llovía de madrugada, esa fue la primera vez que vi llorar al tío Sherlock.
Puedo recordar bien como lucia, esa imagen sigue grabada muy bien en mi mente. La lluvia golpeaba las ventanas de la sala, por el farol que estaba en la calle sus sombras estaban por todo el piso, se podía ver como las gotas golpeaban el vidrio y luego se deslizaban hacia abajo. Salí de mi habitación, la cual antes era la habitación de mi padre, pero en cuanto cumplí los 5 años, mi padre empezó a dormir con mi tío Sherlock. Obviamente en camas separadas.
Recuerdo que me levanté por un vaso de agua y lo miré en una esquina de la sala. Estaba en cuclillas mirando hacia la pared, como si estuviera castigado. No hacia mucho ruido, solo de vez en cuando sorbía la nariz.
— ¿Tío Sherlock?— Susurré para saber si lo que veía era algo real. Me acerqué más a él.
—Vete a dormir Rosie. — Contestó con una profunda, casi como la que usaba siempre pero se notaba que estaba angustiado. No me miró.
— ¿Estas bien?— Ignoré por completo su orden. Puse el vaso de agua vacío en el suelo, sin hacer mucho ruido.
—Ve a dormir. — Otra vez esa orden. Su voz se quebró en la última silaba. Sentía la extrema necesidad de quedarme ahí junto a él, hasta que nos durmiéramos pero por otro lado mi sentido de obediencia me decía que sólo me fuera a mi habitación.
— ¿Esta bien?— No supe que más decir. ¿Estaba bien el dejarlo ahí? ¿Estaba bien solo fingir que nada paso? ¿Qué tenía que hacer? No caminé más hacia el pero tampoco retrocedí. En ese momento el rizado me miró a los ojos y sentí como se me hacía un nudo en el estómago y contenía la respiración. Tenía sus ojos lagrimeando de una manera que nunca había visto, su nariz roja y las orillas de sus ojos de igual manera. Su labio inferior temblaba. El corazón se me subió a la garganta.
—Estoy bien Rosie, ahora, ve a dormir. — Me miro por unos segundos, yo me quede ahí sin hacer nada, congelada por la imagen que estaba viendo. A los segundos asentí como si apenas comprendiera el idioma y me fui a mi habitación.
A la mañana siguiente, mientras desayunaba notaba los síntomas del castaño que vivía conmigo. No comía, no se preocupada por su aspecto, estaba callado la mayoría del tiempo y permanecía aislado de nosotros. Estaba entrando en depresión.
—El tio Sherlock necesita de nosotros.—Lo dije sin pensarlo, como si algo me hubiera poseído fui y abrace al rizado de ojos aguileños que vestía su bata. Cerré los ojos, apreté el cuerpo del tío Sherlock contra el mío, como si en cualquier momento este se pudiera desvanecer. Pude oír el sonido de su corazón, su palpitar me calmo un poco.
—Rosie, ve por la Sra. Hudson, iremos a desayunar fuera...— Mi padre, se acercó a nosotros, cuando asentí y solté a aquel hombre delgado corrí escaleras abajo. Miré a la Sra. Hudson sentada en su mesa y le avise que nos iríamos a desayunar y que ella nos acompañaría. Parecía preocupada pero su gesto se relajó en cuanto le dije que iríamos todos. Me di la media vuelta para regresar a cambiarme esta me detuvo.
—Rosie, estas más grande. — Comentó.
—Ah...Así es. Crecí 10 centímetros más supongo. —
—Podría decir que te pareces a tu madre, pero te mentiría, cada vez más te pareces mucho a tu padre, desde sus ojos azules hasta tu nariz...—Lo dijo con un aire de nostalgia, como si recordara algo de hace mucho tiempo, y si, asi era, estaba recordando a mi madre. La nostalgia y melancolía rodeaba el recuerdo de mi madre muy constantemente, casi siempre era así, menos cuando hablaba de ella con el tio Sherlock. Cuando hablaba con el sobre mi madre era como si conociera a mi madre sin filtros, sin melancolía, sin las miradas a la nada, sin esos silencios incomodos, sin llenar su recuerdo con mi imagen.
—¿Cree eso?— Pregunté. Acomodé mi pijama. De la parte superior.
—Claro que sí, el tan solo ver cómo te expresas, casi siempre hablas igual que Sherlock.— Sonrió, mostraba sus dientes un poco salidos.— Parece como si fueras hija de esos dos. Y de algún modo lo eres, no lo puedo negar, te educaron, pero pareciera como si fueras hija de Sherlock, con esos pequeños rizos que se hacen en las puntas de tu cabello, es algo curioso...— Me miró con más detenimiento.
—Yo necesito ir a cambiarme...—Me sentía incomoda de que me mirara tanto. Cuando me di la media vuelta otra vez me tomó de la muñeca.
—Rosie, tienes que quedarte aquí, estoy haciendo esto porque se deben decir muchas cosas...— Su mirada seria junto con la fuerza que tomaba mi muñeca me decían que estaba alterada.
— ¿Por qué...—Entre abrí mis labios, fruncí el ceño y le miré extrañada. En ese momento me di cuenta que estaba haciendo el mismo gesto que hacia el rizado que estaba arriba.
—Rosie, no más preguntas. — Me quedé en silencio desde que dijo esas palabras, me senté en la mesa con ella y miré por la ventana. A las 2 horas subí y me cambié de ropa, el tío Sherlock se había puesto unos tennis y un suéter de Papá. Le quedaba pequeño. Observé su dedo meñique de la mano izquierda y me pregunté de quien era ese hilo que colgaba de la base de su dedo. Estaba cortado.
Al año supe por medio de Mycroft que se trataba de una dama que se apodaba La Mujer, la cual su nombre real era Irene Adler. Nunca supe su relación con el tío Sherlock.
—Me quiero morir...—Me quejé mientras soltaba el lápiz, este caía y robada por el piso. Me tallé los ojos con los puños. Me estiré en el asiento y dejé el cuaderno a un lado.—Es inútil, el dibujar las manos y los pies es algo imposible...— Me levanté y estiré mi espalda.
—No es imposible, solo tienes que practicar más. — El rubio le tomó un sorbo a su té. Tecleaba algo en su laptop, me miró de reojo. — Y si unos pueden ,significar que tú igual puedes. No te desesperes. —
—Tu padre tiene razón, no todos pueden aprender a un ritmo veloz todo. — El castaño removía una sustancia morada en su matraz. Lo miraba fijamente como si algo fuera a salir de ahí.
—Sí, sí, lo sé, solo que después de dos horas y apenas hacer algo decente solo me agota más. —Hice un puchero y vi como mi padre sonreía de lado. —Papá, ¿te estas burlando?— Fruncí el ceño y entrecerré los ojos.
—Solo pensé en cuanto te pareces a Sherlock. — Soltó una risita muy baja. El castaño al igual que yo lo miramos en desaprobación
—No es así. — Contestamos al unísono. Esto solo hizo que mi padre soltara una carcajada. Miré el hilo rojo que cruzaba desde un lado de la ventana hasta la cocina, se estiraba y sacudía. Con el dedo incide lo estiré y lo solté, mirando cómo se sacudía. Sonreí, sin mostrar mis dientes, de lado.
— ¿Sucede algo?— Me pregunta el rubio al ver mi reacción.
—No es nada. —Me doy media vuelta para encaminarme a mi habitación. — Por cierto el sábado voy a ir a un café con Elliot. —
—Vale. —Pude oír como mi padre tecleaba en la sala. Y por un pequeño momento recordé esa mañana, como ese chico de ojos azules me miraba. Me dio un escalofrió que inicio desde mi nuca hasta mi espalda baja. Sacudí mi cabeza para borrar su imagen, lo cual era imposible.
—Apenas es martes, carajo...—Murmuré para mi misma.
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Bien aqui otro capitulo!!! espero que les guste y comenten uwu
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El hilo rojo del Destino ( Johnlock)
FanficRosemund puede aparentar no ver cosas que los demás no pueden, el fingir ser normal se ha vuelto una rutina para ella, mientras esta descubriendo su propia personalidad, problemas extras se agregan a sus pensamientos. El comprender las relaciones h...