Capítulo 9.

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— ¿¡Como que se fue!?

— Sí...

— ¿Y qué? ¿Te quedaste parado ahí viendo como se iba? - sus molestos gritos resonaban

— ¿Que podía hacer?

— Pudiste detenerlo

— Por Dios...

— Ese imbécil, tantas citas que pudo haber tenido, todo lo pudo haber ganado...

— Todo lo que me pudo haber golpeado

— ¿Eh? Ah. Jajaja, sí que te dio una paliza

— ¿Lo buscarás?

— Una mas que se va - se encogió de hombros - ni se te ocurra a ti hacerme lo mismo.

— ¿Puedo irme?

— Sí, gracias

Esteban salió de la gran oficina del jefe, aún le dolía la mejilla y se paseaba con un pequeño moretón en ésta.
Llamó al elavador, su rostro se reflejaba en una de las paredes mientras se acariciaba su parte golpeada.

Esto no se quedará así César, te encontraré, ya verás como me las cobraré...

***

— ¿O-o-omar López?

— Sí, ¿lo conoces?

— Me-me suena... Talvez... - por unos momentos recordó los viejos tiempo con él primer amor de su vida, pero el también se había ido, y estaba ahí, no era seguro podría haber muchos Omar López por ese lugar pero si era él...

— ¿Estas bien?

— Sí, sí, estoy bien...

— Mejor dime ¿en dónde vives?

— En... Ningún lado... - agacho la cabeza avergonzado

— No te preocupes, iremos a casa en cuanto acabe con esto, tendrás que esperar

— No hay problema

Se sentó a esperar, el chico atendía a todo aquel que llegaba amablemente con su característica sonrisa, en tanto lo llenó con frutas y comida chatarra de la tienda.
Llegó la noche y hacía frío nuevamente, Pedro por fin había terminado su turno y se iban a casa. La vieja casa estaba más cerca de lo que pensaba, nunca se había dado tiempo de reconocer los lugares por los que caminaba, se lo comentó a su pequeño amigo.

— No te preocupes, ya te enseñarás, yo te enseñaré, no es tan difícil como crees

— Te creeré - entraron

— ¡Mamá! Adivina quien nos visita - la bajita y rechoncha madre apareció por la puerta de la cocina, se sorprendió cuando vio a César pero después puso una gran sonrisa

— Muchacho, que bueno verte de nuevo, ¿como has estado? Vestido así - lo observó para haber dormido en un callejón, conservaba algo limpio el traje

— Bien gracias, señora ¿y usted?

— Como siempre

— Que bueno

— Esteban se quedará aquí mamá, pues... Digamos que esta igual que cuando llegó

— Sí, no hay problema

— Bien, vamos César, ¿quieres comer algo?

— No, solo quiero dormir

— Muy bien, vamos

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