Capítulo 13.

1.7K 82 5
                                    

—¿Pedro? —El moreno rió al ver el espando rostro del chico.

—¿Esteban? —tartamudeó Pedro temeroso—. ¡Esteban! Que gusto verte de nuevo —lo abrazó—, ¿Que haces aquí? ¿Dónde has estado? Hemos estado buscándote, estamos demasiado preocupados por ti. ¿Cómo demonios se te ocurre irte así? ¿Qué acaso no piensas?... —Una lluvia de reproches cayó sobre el pobre César, quien tuvo que escucharlos pacientemente, sabía que había hecho mal.

—Sí, sí, yo sé que hice mal. Pero no me confundas más y dime qué pasó. ¿Qué haces aquí?

—Es algo sencillo —contestó el chico sentándose en uno de los altos asientos de la barra, César lo imitó—. Cuando te fuiste, la primera vez, y me dejaste abandonado en aquel edificio fui a buscar a mi amigo el que me recomendó aquel trabajo. Le reclamé por haberme hecho creer que me contratarían, entonces me habló sobre esto.
Yo no canto mal César, acabas de verlo y lo único que hago es esto, cantar. Pero tengo que estar con mucho cuidado, sí mamá se entera estoy perdido, a pesar de que llevo la comida a casa. Aunque no es nada, si se llegaran a enterar... —Pedro paró su historia, llevándose un mano a la boca.

—¿Quién? ¿Quién no quiere qué se entere? —preguntó el moreno temiendo lo los pasos del chico.

—Nada, olvidalo —dijo restándole importancia—. Veo que estas de nuevo con aquel tipo, creí que no se llevaban bien —César giró su cabeza rápidamente, allí, muy cerca de ellos estén Esteban, poniéndoles mucha atención.

—Ah, él —la voz de César tembló, no por él nerviosismo si no por la pena—, él es un amigo, él... Me consiguió un buen trabajo —mintió.

—¿Enserio? Que bueno, amigo. ¿Y de que qué es?

—Pues es... De... De mensajero —Volvió a mentir César, avergonzado de mentirle a su amigo.

—¿Mensajero? Pues esta muy bien. ¿Sabes? Me topé con Omar ayer y me preguntó si ya no trabajarías con él, supongo que tendré que decirle que no.

—No, no —repondió César después de unos segundos de silencio, recordar a Omar le hacía vibrar el pecho, y lo que Esteban le había dicho en la mañana le hacía dudar sobre aquel trato—. Dile que sí, sí quiero trabajar con él.

—¿Ya sacaste tus papeles?

—No.

—¿Tu amigo no te pidió ningun documento para el trabajo? —preguntó el chico dando un vistazo al misterioso hombre que los miraba fijamente.

—No. ¿Crees qué tu puedas ayudarme con eso?

—Claro, no te procupes. Y, ¿tienes dónde domir?

—No —respondió César bastante avergonzado y frustrado por depender tanto de la bondad de otras personas.

—Sabes que mi casa es la tuya —Pedro tomó la mano de su amigo.

—Gracias Pedro, no sé que haría sin ti.

—No te preocupes, ¿quieres algo de tomar?

—No —contestó César con fastidio, algo le había robado sus antiguas ganas de siempre—. Debo irme.

—¿Te irás con él? —dijo Pedro sorprendido.

—No, iré a avisarle que me iré contigo.

—Te espero.

César se levantó y fue hacia su "amigo" que lo seguía viendo con aquellos ojos interrogadores.

—Ya tengo donde quedarme, así que ya me voy —le dijo el moreno enfrentando al imponente joven.

Me VendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora