Capítulo 12.

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Era otra mañana agradable se presentó en la enorme y siempre ruidosa ciudad. La gente iba y venía apresurada de sus propios asuntos.
Mientras tanto César empezaba a abrir sus ojos, tras la cansada noche de ayer se sentía feliz hoy.
Sabía que después de esa noche su vida cambiaría completamente, pero empezaba a creer que no sería tan malo.

Se levantó con mucho cuidado de no despertar a Esteban quien seguía dormido, lo observó durante unos segundos, sí, era definitivamente hermosohermoso. Se dirigió al espejo de cuerpo completo en el que ayer se estaba mirando Esteban, y se vio a si mismo.
Su cuerpo tostado, sus brazos grandes y fuertes, su cuerpo tenía varias cicratices y están un poco, solo un poco marcado. Sonrió. Salió de la habitación buscando algo que comer.
Poco después escuchó el crujido de la cama y unos pasos lentos, César apareció en la cocina con la misma pijama de anoche.

—¿Sigues aquí? —preguntó con un pequeño deje de molestia.

—Pues... Sí —contestó César confundido.

—¿Qué haces? ¿Qué hora es?

—Once y media.

—¿Once y media? —gritó el adormilado músculoso abriendo más los ojos—. Debería estar en la compañía ahora —Salió todo alterado para regresar cinco segundos después completamente cambiado de ropa—. Cierras cuando te vayas por favor.

—¿Qué me vaya? Pero, pero... —balbuceó César mientras porcesaba las palabras de Esteban.

—¿Qué? —contestó Esteban más que impaciente.

—Es que... Es que...

—Ah es cierto —El moreno golpeó su frente, en un gesto de ser tan olvidadizo—. Aquí está tu dinero, es lo mismo que gano yo por noches como la de ayer —aclaró teniéndole los billetes al moreno.

César los tomó completamente perplejo y tras un breve gesto de despida Esteban se retiró.
El pobre chico se quedó aún con los billetes en su mano mirando la puerta, y entonces estando solo, se arrodilló poniéndose a llorar amargamente. ¿Cómo pudo ser tan tonto de olvidar el trato que había hecho con Esteban?
Había sido una noche terrible al principio pero cuando tuvo todo esa escena con él lo había olvidado completamente. Los besos y caricias de aquel chico lo engañaron, lo hicieron sentir más que placer seguro y amado, pero seguro eso era lo que provocaba en todos sus clientes.
Se reprendió a si mismo por ser tan idiota. Quizo salir de ahí corriendo pero estaba muy lejos de lo que el consideraba casa, sin otro remedio se quedó tumbado en el suelo, esperando algo o alguien que viniera a ayudarle.

Pasó toda la tarde en esa posición, no queriendo levantarse siquiera para comer, hasta que Esteban llegó haciendo un gran ruido al entrar.
Cerró con cuidado la puerta y al voltear y ver al moreno tirado en el piso casi cae de la impresión.

—¿Sigues aquí? —preguntó el atractivo joven con incredulidad—. ¿Y qué haces en el suelo?

—No tengo ningún otro lugar a cual ir.

—¿Y tú casa?

—¿Qué casa? —respondió el moreno un poco más ofendido.

—Imagino que al menos tienes un lugar donde quedarte ¿no?

—Tenía hasta que me trajiste aquí.

—¿Osea qué este es tu hogar ahora? —preguntó Esteban burlón.

—¿A qué otro lugar quieres que vaya?

—No lo sé. Yo te pagué justo como habíamos quedado —César bajó la vista hasta los billetes en su mano y tras un minuto de pensarlo contestó:

—Entonces me voy, no tengo nada más que hacer aquí.

—Tampoco lo tomes así. En fin, ya que estas aquí acompañame por unos tragos —Esteban hizo esta pequeña propuesta sabiendo perfectamente que si dejaba ir al chico probablemente ya no regresaría.

César alzó una de sus cejas, curioso. No estaba seguro si se encontraba en condiciones para una noche como la anterior.

—¿Qué dices? —insistió Esteban.

—¿No será un lugar de esos como el de ayer?

—No, iremos a un bar de aquí cerca. Es muy bueno, me gusta ir ahí de vez en cuando.

—Esta bien —Se resignó César sabiendo que no tenía otra opción.

Esteban le ordenó arreglarse pero eso era algo imposible, no tenía más que la ropa con la que había llegado. Así que decidió usarla, se sentó a esperar a su acompañante quien salió unos minutos después, él tampoco se arregló sólo fue a hacer un cambio de camiseta, tomó una chaqueta y quedó listo.

Salieron del departemento siendo joven la noche, caminaron unas cuadras hasta llegar a su destino.
Era un lugar grande y la calle por la que se encontraba estaba completamente obscura y sola, pero la música del interior resonaba con fuerza. Entraron.

Dentro estaba lleno de gente, pero todos eran hombres. Algunos bailaban, otros bailaban sin camisa, algunos se estaban besando en los rincones y algunos pocos estaban relajados en la barra.
Ambos chicos tomaron una mesa sola, César al instante se sintió demasiado incómodo en el lugar, nunca pensó en la existencia de esos lugares, se sentía ajeno a las muestras de aprecio que mostraban los hombres entre ellos sin ningún pudor.

De pronto una atractiva chica apareció en un pequeño escenario, llevaba un hermoso vestido de lentejuelas que brillaba a la luz de los reflectores, comenzó a hablar. César se removió en su asiento cuando escucho su voz, era la de un hombre, gruesa y atronadora, el moreno se preguntó si un hombre estaba disfrazado o si la pobre mujer tuvo ese defecto en su voz.

—Sin más demoras, aquí está, con ustedes: "Ezequiel con K" —Esteban rió ante este anunció.

Un pequeño chico —ese si era chico—, apareció por un costado del escenario, todos los presentes comenzaron a aplaudir y gritar.
El chico saludó a todos y comenzó a entonar una canción, aunque movediza bastante insinuante.

César se sonrojó ante la letra y los gritos de los demás hombres, pero esto era muy poco comparado con la gran sorpresa que se estaban llevando Esteban y él.
El moreno quedó absortó durante todo el espectáculo, era imposible, realmente imposible lo que veían sus ojos.

El chico no cantaba para nada mal y sin su ropa desgarrada y gastada de siempre y arreglado lucía espectacular, sobre todo por los gritos de los presentes. El joven dedicó una mirada a su público topandose con la mirada de asombro de César, se sonrojó, bajó la cabeza y se alejó corriendo del escenario.
Al darse cuenta de lo que pretendía hacer el moreno se levantó veloz y corrió tras él, no fue difícil alcanzarlo, logró tomarlo por el brazo y voltearlo para tenerlo cara a cara.

¿Pedro?

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