Capítulo 3.

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Diez años después...

— ¡Mañana al invernadero muchachos!

Por fin había terminado otro largo y cansino dia bajo el sol por aquellos campos. Los agotados trabajadores se dirigían a sus casas para un merecido descanso, entre todos esos sudorosos cuerpos estaba César, a pesar del cansancio sostenía los ánimos por que había terminado el trabajado, iba a casa a comer luego a dormir y por que aún estaba ahí, vivo.

Cuando llegó a aquella cabaña aún más pequeña que la suya ya había caído el sol y empezaban a brillar las primeras estrellas de la noche.

Toc, toc, toc...

— Mario, ¿ya esta lista la cena? — el moreno no esperó a que le abrieran ni a que hubiera respuesta, abrió la delicada puerta y entró, un hombre alto, muy delgado, de cabellos blancos y avanzada edad estaba de pie junto a el fuego observando minuciosamente el contenido de unos sartenes que estaban encima de una pequeña parrilla que simulaba una estufa. El viejo no se había percatado de que el moreno había invadido su casa hasta que éste le hablo.

— Buenas noches don Mario, ¿ya esta lista la comida?

— Si ya esta lista - contestó el viejo con una voz sorprendemente fuerte y grave — ¿Y que son esos modales, muchacho? Oí lo que dijeste cuando llegaste y no tenía pensando abrirte. Así que ahora me hablas de tú ¿eh? Con que tan poco respeto me tienes...

— Ya ya ya... Lo siento don Mario, calmese, y... ¿que hay de cenar? - sabía que el viejo podía ser bastante molesto y no quería empezar otra discusión con él así que se sentó en una silla igual de vieja que el hombre que vivía allí.

— ¿Como estuvo el trabajo? - dijo don Mario dándole un pequeño plato con lo que parecía ser carne de conejo, miestras también tomaba asiento junto al moreno.

— Cansado como siempre. - realmente no era gran cosa todos los días resultaban ser casi iguales.

El viejo podía entender la despreocupación de aquel joven desde el trágico día ya estaba resignado a llevar la vida que tenía ahora.

Una vez término de cenar se despidió de don Mario y se dirigió hacia su muy lejana casa. Estaba completamente oscuro afuera y había un grande silencio interrumpido de vez en cuando por el ululeo de alguna lechuza que rondaba por ahí, se decía mucho en aquel pueblo que estos animales eran brujas disfrazadas que salen en busca de hombres para seducirlos y después poder llevarlos a casa para cocinarlos en sus grandes calderos, claro que a César le parecía absurdo todo eso así que sólo de recordarlo no podía evitar reírse.

Por fin llegó a su descuidada cabaña, por trabajar todo el día no tenía mucho tiempo de ordenar un poco, sin desvestirse siquiera se fue a la cama, a su mente volvió el recuerdo de sus padres enfermos hechados en la misma cama que estaba ahora, en la misma cama en que murieron, los extrañaba, y aún hace diez años le hicieron bastante falta, pero sabía que ellos estaban caminando sin rumbo o tal vez ahora estuvieran a un lado de su cabaña para protegerlo de cualquier peligro, sabía que era difícil de creerse pero eso le daba ánimos cada día para seguir en ésta cruel vida.

Junto con sus padres llegaron recuerdos de aquellos años cuando aún era un joven despreocupado, recordó como iba a nadar al lejano río, a Omar...

Omar...

No pudo evitar sentir un cosquilleo en su entrepierna al recordar aquel amor de su juventud, recordaba su cara, su sudor, su olor, sus brazos fuertes...

Todo esto provocó que el bulto de sus pantalones comenzará a agrandarse y endurecerse, comenzó a masajear delicadamente esa área mientras recordaba la imágen de Omar, después lo miró completamente desnudo enfrente de su cama, desabrochó sus sucios y desgastados pentalones dejando al aire libre su erección, la tomó con una de sus manos y comenzó un suave sube y baja por todo su miembro, mientras más aumentaba el placer más fuertes eran las escenas que se formaban en la mente de aquel chico, ahora Omar estaba encima de el causando una fricción entre sus pieles y placentero roce entre sus penes, el chico acelero los movimientos de su mano, realmente sentía el calor de la piel de Omar, de pronto una corriente recorrió toda la espalda del moreno, tratando de reprimir un gemido sintió como se libera y aquel líquido manchaba sus pantalones, hacer aquello fue un poco desgastante y por lo tanto causó que entrara en un profundo sueño.

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— Ammhgg... Más duro, Mike... Ahhg.. ¡Más!

La oscura habitación de ese lujoso hotel se estaba llenando de gemidos cada vez más fuertes, el pequeño rubio deseaba que Mike se moviera mas rápido pues los lentos movimientos de cadera que hacía ya no le satisfacían.

— ¡Más duro Mike...! Por favor... Amggm...

A Mike le gustaba hacerlo sufrir, le exitaba ver como le pedía más, mientras más fueran sus ruegos más palpitaba su miembro, pero el estaba ahí para complacerlo ese era su trabajo así que aceleró su cadera y su pene hizo más placentera fricción con el ano del rubio, estaba  cansado y sudoroso pero su cliente le pedía más, su pene quería más.
Sus empujes aceleraron cada vez más, eran salvajes, llenos de lujuria hacía el reluciente culo que estaba dominando, apretó sus bien formados y bronceados músculos, aguantó la respiración tratando de ahogar un gemido, llego al clímax en el interior del rubio, éste soltó un grito lleno de placer al sentir aquel líquido recorriendo todo su interior.

Aún Mike cansado y jadeando se agachó sobre el delgado rubio y le dio un beso desesperado, después se dejó caer satisfecho a un lado de él, aún con la respiración agitada, aún irradiando calor, sus grandes y sexys pectorales subían y bajaban con su respiracion, solo de tener un hombre así en nuestra propia cama nos volvería locos dejando la razón de lado, haciendo todo aquello que siempre deseamos, por lo que aún valía la pena vivir.

A decir verdad, cualquiera podía tener a Mike en su cama por un muy buen rato, siempre y cuando se contará con el suficiente dinero.

— Otra noche maravillosa Mike... — dijo el rubio una vez pudo respirar con normalidad — como siempre...

— Tu también estuviste excelente... — lo besó.

Suspiro... ¿Mike...?

— ¿Si?

— Has pensado en... lo de estar conmigo...

— Jajaja, mmm sí.

— ¿Y bien? Me pone celoso saber que hoy estás conmigo y mañana te acuestas con... otro...

— Ese es mi trabajo...

— Pero si estas conmigo podrías dejarlo y...

— Jaja sabes que me tendrás siempre que quieras.

— Desearía que fuera gratis.

— Jajaja

— ...

— Bueno me tengo que ir

El apuesto chico se levantó y vistió, el rubio lo había dejado agotado solo quería dormir un poco.

— ¿Volveré a verte Mike?

Mike solo levantó una ceja, puso una cara risueña y juguetona, la respuesta era demasiado obvia.

— Ah sí sí. Dinero... Oye Mike... ¿Cual es tu nombre? Hablo... del verdadero.

—¿Que? - Había terminado de calzarse sus zapatos, nunca esperó esa pregunta — ¿De que hablas?

— Sí. Se supone que todos... bueno, todos los prostitutos usan un nombre falso. Y yo quiero saber como te llamas en realidad...

Esteban...

Su nombre, su verdadero nombre resonó en su cabeza, rápidamente como si le hubiese caído encima una cubeta de agua fría vino a su mente su infancia, su época de juventud, aquel día...

No. No quería recordar aquello. Hacía muchos años que había sepultado esos recuerdos en lo más oscuro de su mente. De alguna manera eso logró molestarlo, fruncio el ceño.

— Mike es mi nombre. Mi único y verdadero nombre... Esteban esta muerto...

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