dos

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Paulo

Habíamos vuelto a casa para cambiarnos y después realizar el velorio, sinceramente no quería estar presente en ese momento pero era mi hermano y no podía no ir.

Lucía estaba en casa con nosotros porque me estaba ayudando a cuidar a Martín y después iríamos los tres juntos hasta la sala velatoria. No podíamos dejar al bebé con alguien más porque todos estaban con sus cosas y no tenía otra opción más que llevarlo.

Jamás pensé que usaría el esmoquin para un momento como éste, jamás pensé que perdería a mi hermano de esa forma.

No podía acomodarme la corbata y ahí fue cuando Lucía apareció para ayudarme ante la mirada de mamá, quién cargaba a Martín en sus brazos. El pequeño se metía la mano en la boca, babeandose las manos y la cara.

- Gracias. -susurré hablándole a Lucía.

- De nada. -respondió sonriendo de lado.

Cerré el coche de Martín mientras Lucía se colgaba el bolso en su hombro y mamá le entregaba el bebé después de darle un beso en uno de sus gordos cachetes.

Salimos de casa con todas las cosas que Martín necesitaría y le abrí la puerta del auto a Lucía para que subiera mientras yo metía el coche en el baúl. Una vez que termine de guardar todo, me subí al auto para ponerme el cinturón y comenzar a manejar hasta el centro de la ciudad.

Ninguno de los dos hablaba, en el auto sólo se escuchaba como el pequeño quería hablar pero no se le entendía ni una sola palabra, algo que me hacía reír de vez en cuando y él seguía haciéndolo para que yo riera.

Tardamos un par de minutos en llegar y bajamos del auto, sacando el coche del baúl y sentando a Martín en el mismo. Estaba muy abrigado pero de todos modos le pusimos una manta encima para que no se enfermara o algo así.

Lucía se encargó de llevarlo en el coche hasta la entrada del lugar mientras yo los seguía atrás, llevando el bolso con pañales y leche colgando en mi hombro. Creo que lo cambiaría por alguna mochila, era molesto llevar tremendo peso en el hombro.

Abrí la gran puerta de vidrio que se encontraba en la entrada del lugar para que Lucía pudiera entrar con el coche sin ningún problema y ella me agradeció moviendo su cabeza con un poco de timidez, solía ser tímida en algunas ocasiones.

Al entrar vimos que había muchísima gente que no conocíamos, yo no conocía a su familia y ella no conocía a la mia. Más o menos nos fuimos presentando a los familiares a medida que pasábamos por dónde estaban sentados, hasta que llegamos dónde estaban ambos cajones abiertos.

Bastó verle la cara a mi hermano para que el corazón se me hiciera añicos y Lucía me abrazara hasta que Mariano se acercó para sacarme del lugar. Lloré como un nene chiquito en sus brazos mientras él sobaba mi espalda y me murmuraba cosas al oído.

- Ya está negro, no llores más. Calmate.

- Ya lo extraño, la puta madre. No puedo. -negué mientras lloraba.

Mariano me dio un par de palmadas en la espalda antes de hacernos entrar nuevamente al lugar y de inmediato busque a Lucía, quería distraerme un poco con Martín. Cuando la encontré me acerqué hasta dónde estaba para pedirle que me dejará cargar al bebé y ella asintió mirandome con los ojos llorosos, al parecer también le hizo mal todo esto.

Saqué a Martín del coche para cargarlo y camine de un lado a otro con él en brazos, completamente dormido. Acaricie su mejilla y él sonrió con su chupete en la boca.

A mi no me gustaban mucho los bebés pero él se había ganado mi corazón la primera vez que lo vi, sus ojos tienen un brillo muy lindo y su sonrisa me transmite una sensación muy linda.

Me senté en uno de los sillones que había, poniendo el coche al lado y metiendo a Martín en este para dejarlo dormir tranquilo. Estaba seguro que no me dejaría dormir después, aunque dudaba mucho si iba a poder dormir un poco antes del entierro.

La noche se basó en cuidar a Martín, darle de tomar la leche y hacerlo dormir nuevamente después de hacerlo eructar. Lucía estuvo con sus familiares, consolando y siendo consolada también.

Mi mamá estaba sentada al lado mío bastante tranquila, sabía que llorar y lamentarse no iba a cambiar absolutamente nada. La situación iba a seguir siendo la misma y el dolor también.

****

Todos pasamos la noche ahi para al siguiente día asistir al entierro y por fin dejar descansar en paz a la pareja. Entre todos compramos algo para comer, compartiendo la comida y las bebidas. Yo no comí mucho, no tenía hambre.

Después de unas cuántas horas en aquel lugar, la hora de trasladar los cajones al cementerio había llegado y Lucía me dijo que ella cuidaria a Martín. Con Mariano y dos tíos nos encargamos de llevar los cajones hasta el auto fúnebre, cargandolos en el hombro.

Llame a Lucía para decirle que ya nos iríamos y ella se acercó con Martín sentado en el coche, sacandolo cuando yo tenía que guardar las cosas en el auto una vez más. Nos subimos para dirigirnos hasta el cementerio, siguiendo al auto fúnebre que iba adelante.

Cuando llegamos, con mucha pereza baje el coche nuevamente y volvimos a sentar a Martín en el mismo. Era agotador hacer tantas veces lo mismo, no sabía si así se sentía ser padre o era porque mi estado de ánimo estaba por el subsuelo.

Nuevamente con mi hermano y mis tíos cargamos el cajón en el que estaba Gustavo, entrando al cementerio ante la mirada de muchas personas que pasaban por ahí. Nos frenamos cuando nos avisaron y pusimos el cajón dónde la gente del lugar nos indicó.

Una breve misa se llevó a cabo antes de que enterraran los cajones, rezaban el Ave María y el Padre Nuestro. Perdí la cuenta de cuantas veces lo hicieron, para mi era algo estúpido pero cada quién con sus creencias.

El cajón de mi hermano comenzó a desaparecer, hundiéndose cada vez más en aquel grande pozo y podía sentir como una parte de mi corazón se iba hundiendo con él.

El pecho me dolía, la garganta me quemaba y la vista se me nublaba. Quería llorar, queria gritar y hacerme creer que eso era mentira. Pero mi hermano ya no estaba con nosotros, ya no estaba conmigo y esa era la cruda verdad.

Papá Soltero {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora