uno

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Paulo

Después de habernos enterado de que mi hermano había sufrido un accidente, gran parte de la familia se dirigió hasta dónde él y su esposa estaban hospitalizados. Cuando llegamos nadie nos decía nada, ni los médicos ni las enfermeras.

Aunque la familia quería ser positiva y pensar en que todo iba a estar bien, una parte de mi sabía cual era el final de todo esto.

Vi a mi mamá estar caminando de un lado a otro mientras se tapaba la cara con sus manos y podía ver como su cuerpo se sacudia por los sollozos. Así que me acerqué para abrazarla y dejarla llorar en mi hombro. Acaricie su espalda mientras la sentía sollozar al igual que el resto de la familia detrás de nosotros.

Mi atención se fue al hombre de bata blanca y lapicera en su bolsillo que caminaba hasta nosotros. Por lo visto era el médico porque mi hermano Mariano se acercó hasta el anteriormente nombrado para hablar con él y en cuanto el doctor se fue, mi hermano fue abrazado por Dolores y comenzó a llorar en su hombro.

"Hicimos lo que pudimos" fue lo único que logré escuchar antes de separarme de mamá y salir del hospital, sentandome en las escaleras de la entrada. Hacia mucho frío y el cielo estaba más gris que nunca. Me sentia destrozado y el clima no ayudaba en nada, me hacía sentir peor.

No paso mucho cuando comencé a sollozar tapando mi cara con mis manos y agarrandome el pelo de vez en cuando. Sentía un nudo en la garganta y un vacío en mi corazón, algo me faltaba. Mi hermano faltaba.

Mi mente me torturaba recordandome cada momento vivido a su lado. Las veces que jugamos a la pelota juntos, cuando le hacíamos bromas a los demás y cuando lo veía saludarme desde la tribuna del estadio.

Alguien se sentó a mi lado y saqué mis manos de mi cara para ver nuevamente a la castaña pero ésta vez con los ojos rojos e hinchados. Tenía a Martín en brazos, bien tapado con una manta celeste que yo le había regalado el día de su nacimiento y el pequeño reía sin saber que había perdido a sus padres.

- Lo siento mucho. -dijo la castaña.

- Lo mismo digo.. -respondí secandome las lágrimas.

- Lucia, me llamo Lucia.

- Un gusto, yo soy Paulo.

- Lo sé, te conozco.

- ¿Me viste en la tele?

- No, Gustavo siempre hablaba de vos cuando iba a casa. Sos un orgullo para él, siempre presumía tu talento. -dijo sonriendo débilmente.

No pude responder nada, sabía que Gustavo se sentía orgulloso de mi al igual que papá. Aunque el fútbol no me estaba importando en ese momento, sólo podía pensar en la pérdida de mi hermano.

Permanecimos callados, mirando como los autos pasaban mientras el frío cada vez aumentaba y las calles de Turín se vaciaban, hasta que un risita bastante contagiosa salió de la boca de Martín y eso me hizo voltear a verlo.

La risa paso a ser un llanto y Lucía comenzó a mover sus piernas de arriba a abajo tratando de calmarlo pero parecía que eso no estaba funcionando porque él seguía llorando.

- Debe tener hambre, no tomó nada. -dije acordándome de que en casa no le habíamos dado nada.

- Puede ser ¿me acompañas a darle la leche? -preguntó la castaña mirándome suplicante.

Asenti levantándome de las escaleras y le extendi mi mano para que pudiera levantarse con Martín en brazos. Entramos al hospital y buscamos a mi familia en la sala de espera mientras el pequeño no dejaba de llorar en los brazos de Lucía. Busqué en el bolso de bebé una mamadera y la leche en polvo, sin saber que hacer con eso después.

- Necesitamos agua caliente, vamos. -indicó Lucía señalandome el pasillo.

Caminamos por los pasillos de la planta baja hasta encontrar una máquina de agua caliente y le puse un poco de leche en polvo antes de echarle el agua encima. Agite la mamadera varias veces mientras le tapaba la tetina y después me fijaba si estaba muy caliente.

- No sé si sea así pero por lo menos lo intenté. -dije mirando como Lucía comenzaba a darle la leche.

- Tranquilo, lo hiciste bien.

Martín dejó de llorar y eso fue paz para mis oídos. Volvimos a dónde estaba toda mi familia y mamá sonrió viendo al bebé quedarse dormido en los brazos de Lucía.

La castaña lo tuvo dormido en sus brazos unos minutos y yo me ofrecí a cargarlo para que ella pudiera relajarse un rato. Me senté en una de las sillas que había en la sala de espera y me quedé observando como Martín dormía plácidamente.

Ojalá yo pudiera dormir de esa forma, campeón.

Papá Soltero {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora