trece

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Lucía

Habíamos pasado una hermosa noche juntos, bailamos y cantamos hasta el cansancio, incluso subimos al escenario. Hacía mucho tiempo que no me sentía así de bien y todo se lo debía a Paulo.

Nos hubiéramos quedado más tiempo pero nos habían visto mucha gente y eso era peligroso si nos juntabamos con ellos a la salida. Tuvimos que salir por una salida alternativa y así pudimos subir al auto.

Paulo me había preguntado si me había gustado y no tenía palabras para expresar lo bien que me sentía en ese momento, había desaparecido todo el estrés y el cansancio de tener que estar con un bebé todo el tiempo.

Estábamos volviendo a casa pero Paulo manejó por calles que nos llevaban para el otro lado de la ciudad y si no me equivocaba, la casa de Mariano no estaba para ese lado.

- ¿A dónde vamos? -pregunté extrañada.

- Sorpresa. -respondió sonriendo sin despegar la vista del camino.

No quise preguntar nada más porque sabía que no me lo diría, así que dejé que me llevará hacia el lugar sorpresa y en cuanto llegamos no pude evitar sentirme afortunada de tener a alguien como él en mi vida.

Estacionamos enfrente de una heladería por lo que supuse que tomariamos un helado y después volveríamos a casa.

Paulo me abrió la puerta del auto para tratar de ser caballero y no se daba cuenta que era imposible que lo fuera después de haberse tomado vasos y vasos de fernet, aunque muy desaliñeado no se lo veía.

Una vez que entramos a la heladería que estaba vacía porque eran casi las cinco de la madrugada, pedimos nuestros helados y esperamos unos minutos hasta que los tuvimos en nuestras manos.

Íbamos a sentarnos en las sillas del lugar pero los empleados nos dijeron que estaban por cerrar y tuvimos que salir. Caminamos por las calles del centro de la ciudad hasta llegar a la Plaza San Martín, tantos momentos vividos ahí.

- Me acuerdo que cuando era chiquita venía todas las noches hasta acá con mis papás para ver a los viejitos bailar tango. -conté haciendo sonreír a Paulo.

- Yo mucho no conocí porque no soy de acá, pero me acuerdo de que después de los partidos en los que jugaba como titular en Instituto siempre venía acá con mis compañeros. Jodiamos nada más.

Reí negando con mi cabeza mientras él terminaba de tomar su helado y pasaba su brazo por encima de mi hombro para acercarme más a su cuerpo. La noche se había puesto un poco fría y su cuerpo me brindaba ese calorcito que necesitaba.

Termine de tomar mi helado y cómo nunca me había gustado el cucurucho, se lo di a Paulo para que lo comiera él. Caminamos pasando por la peatonal y viendo los negocios que estaban cerrados. En algunos había personas durmiendo, tapándose con cartones y cualquier cosa que tenían.

Era algo bastante triste, así eran las calles del centro todas las noches y me entristecia demasiado. Yo tenía muchísima suerte de poder tener un hogar y lo necesario para poder vivir bien.

Caminamos un rato más hasta que decidimos volver hasta dónde estaba el auto y nos subimos para ahora si volver a casa muy cansados. No tardamos mucho en llegar porque Mariano vivía cerca del centro así que en menos de veinte minutos ya nos encontrábamos en nuestro destino.

Entramos tratando de no hacer ruido y nos fuimos en silencio hasta el cuarto dónde dormiriamos, nos tocaba dormir juntos y en ese momento no me importaba.

Nos sacamos el calzado y nos acostamos con la ropa que teníamos puesta, por suerte teníamos el aire acondicionado que era nuestro mejor amigo y con eso dormiriamos más que a gusto.

Paulo se recosto del lado izquierdo de la cama y yo del derecho, aunque bastaron un par de segundos para que yo terminará apoyada en su pecho. Era raro no tener a Martín pegandonos manotazos ni patadas pero era cómodo también.

Reímos cuando escuchamos como Alicia se levantaba para desayunar y nosotros recién nos estábamos acostando.

Una de las mejores noches de mi vida.

Papá Soltero {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora