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CAPÍTULO TRES — 'LAS BELLAS DAMAS REYNE'

( ROCA CASTERLY, 260 AC )

— ¡LADY JULIETTE! ¡LADY JULIETTE!

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— ¡LADY JULIETTE! ¡LADY JULIETTE!

Al no tener una respuesta a su llamado, la septa Venice se giró hacia Ser Garrett, dedicándole una mirada iracunda. El caballero tuvo que controlarse para no rodar los ojos frente a la anciana mujer y su cólera. Mientras él acompañaba a la septa Venice en la búsqueda de la joven dama, Sammuel seguramente se mofaba de su aparente valerosa y orgullosa aventura golpeando soldados Lannister con nadie menos que sirvientas Lannister. Ser Garrett gruñó entre dientes al imaginar que también seguramente Sammuel conseguiría acabar en la cama con alguna de esas muchachas ingenuas y que además, dormiría con una sonrisa en el rostro. ¿Y en cambio qué recibía él? Gritos y llantos de una mujer, pero no de la clase que gozaba, sino los que realmente aborrecía. Porque si existía alguien cuya presencia resultaba más infortunada para Ser Garrett que la de Sammuel, ésta era definitivamente la septa Venice en uno de sus recurrentes ataques nerviosos. Como él, Venice era una mujer entregada totalmente al servicio de la familia Reyne, y también la encargada de la educación de Lady Juliette. Ser Garrett cuidaba de la dama, septa Venice la abrumaba con labores como la costura y el canto; y esto hacia a ambos las personas con quien Juliette Reyne pasaba la mayor de su tiempo. Y no es que Ser Garrett fuese presuntuoso, pero sabía que Juliette prefería escuchar sus historias de caballero a los sermones de septa Venice. Sermones idénticos, se debe aclarar, al que estaba a punto de recibir a juzgar por la situación que atravesaban.

— ¡Usted debía cuidarla!—le recriminó la mujer, apuntándolo con uno de sus huesudos dedos—. Ese es todo su trabajo, cuidar de mi pequeña niña, ¡pero ella ahora no está y Lady Reyne se enfadará con nosotros!—septa Venice se llevó una mano al pecho, y de pronto empezó a jadear, como si le faltase el aire—. Mi Juliette nunca antes había estado en Roca Casterly, y todas estas tierras son tan desconocidas para ella al igual que la maldad que no posee. Mi pequeña niña, ¿a dónde has ido ahora? ¿Es que acaso te perdiste, te encontraste con algún desconocido que logró alejarte de tu camino?—miró hacia el techo, y al no hallarse bajo el juicio de sus ojos, fue que Ser Garrett finalmente dejó de ocultar la mueca de fastidio que adornaba su rostro—. ¿Y si ese desconocido venía con malas intenciones? Mi niña es tan hermosa y agraciada... Ay, Ser Garrett, ¿cómo se ha atrevido a dejarla sola? Y todo por participar en una tonta pelea con el muchacho indecente que tiene por escudero. Mi niña, mi pobre niña quizás está sufriendo, pasando una agonía.

—Ya le he pedido una disculpa por mi comportamiento—dijo Ser Garrett, presionando el puente de su nariz en un intento de calmarse. A pesar de que el maestre había atendido las heridas provocadas durante la riña de la mañana, aun sentía su cuerpo exhausto y lo que más ansiaba era tener un poco de descanso, el cual se había visto interrumpido por los gritos histéricos de la septa Venice—. Yo asumiré toda la responsabilidad puesto que como usted dice, era mi deber cuidar a Lady Juliette, pero no creo que tengamos que preocuparnos...

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