Un jodido mes que llevo en Hawaii viviendo y no he tocado el mar con mi tabla ni una sola vez. No sé qué hago sentada en la arena mientras Oli graba las acrobacias de los chicos si en vez de divertirme, lo único que hago es sufrir. Sufrir por no poder ser como ellos. Sufrir por no poder sentir la brisa en mi cara mientras trepo una ola y desciendo suavemente por ella. Sufrir por tener que decirles a todos "Qué bueno que eres", cuando en realidad me dan ganas de decir "Te has equivocado en esto, esto y esto"
No sé qué hago aquí. Bueno, en realidad sí que lo sé. Acompaño a Kyle en su genial misión. Misión que no es otra que la de enamorar a Oli con sus trucos. Esos trucos que no le funcionaban en Miami porque había miles de chicos como él, pero que aquí parece que atraen a las chicas como si fuesen moscas.
- ¿Te vas? - dice mi hermano cuando ve que me levanto del suelo. Niego con la cabeza - ¿Y a dónde vas?
- Voy a dar una vuelta. Se me está durmiendo la pierna y no creo que sea bueno - sonrío lo más falsamente que puedo y mi hermano se encoge de hombros - Volveré pronto.
- Lexy - Oli me llama - Si ves que no estamos aquí, estaremos en la heladería ¿vale? - vuelvo a asentir y me pongo los cascos, comenzando a caminar por la orilla.
Maroon5 me hace olvidar todos esos recuerdos que me vienen al ver el mar, y lo único que estoy mirando ahora es mis pies descalzos. Miro un poco más adelante y veo unas rocosas en las que podría sentarme durante un rato largo y dejar de pensar.
Acelero levemente el paso y en menos de diez minutos ya estoy sentada en una de esas rocas, con una pierna subida y la otra colgando, rozando levemente con la punta de los dedos de mis pies la suave arena. Hoy es uno de esos días en los que hace un poco de aire. Pero no ese aire molesto que hace que se te meta arena en los ojos, no, sino de ese aire que te acaricia lentamente y te hace sentir vivo.
Escucho un ladrido y me giro, desconcertada, hacia el lugar de donde proviene. Poco después, veo a un perro de tamaño mediano, pelaje beige y ojos marrones, mirándome fijamente.
- ¿Y tú quien eres? - me bajo de la roca para acariciar al perro y él comienza a lamerme por toda la cara, haciendo que no pueda parar de reír - Vale, vale ya bonito - sonrío mientras aparto un poco al perro - ¿Te has perdido? - ¿Se puede saber qué hago hablando con un perro? Ni que me fuese a contestar - Lo tomaré como un sí - miro su placa y veo su nombre. Fujur. ¿Como el de la Historia Interminable? - Me gusta tu nombre - sonrío y el perro ladra - Vamos a buscar a tu dueño.
Cojo el pañuelo que llevaba en la cintura y se lo ato al perro al collar, a modo de correa improvisada. Cojo el móvil y le mando un mensaje a mi hermano, diciéndole que no me esperen, que voy a dar un paseo más largo.
Comienzo a andar por las calles de ese pequeño pueblo buscando la casa de mi nuevo amigo, Fujur.
- Perdone... - un señor mayor me mira desconcertado - ¿Sabe dónde está River Bay número 182?
- Siga toda esa calle - me señala una que está a nuestra izquierda - Y en cuanto que llegue a una rotonda, a la derecha. Luego sigue recto y verá la casa - sonríe y le devuelvo la sonrisa.
- Muchas gracias - Fujur ladra y le acaricio antes de continuar andando por el nuevo camino que me ha dicho el hombre.
Cuando llego a la rotonda, Fujur parece saber a dónde le llevo, porque comienza a tirar de mí hacia la derecha, provocando que acabe corriendo con la mano sujeta a mi pañuelo, el cual creo que se va a romper de un momento a otro como el perro no deje de tirar de mí o yo no corra a esa velocidad.
- Fujur... Para... Para... - el perro me hace caso y cuando levanto la vista, estoy justamente delante de una casa que parece de película.
Una gran verja se levanta delante de mí y Fujur vuelve a tirar, colándome por un hueco de la puerta que no había visto. ¿De verdad que este perro vive aquí? ¡Suertudo! El perro me guía a través del inmenso laberinto de palmeras, hasta llegar a lo que creo que es una playa privada. Allí, veo a alguien sentado en la arena, tirando piedras al agua. Fujur ladra y el personaje misterioso gira la cabeza hacia donde estoy yo con su perro, levantándose rápidamente y viniendo corriendo hacia nosotros.
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Jugando entre olas
Genç KurguPara Alexandra "Lexy" Greuw, su vida entera es el surf. Las competiciones, las olas y el mar son aquellas cosas sin las que ella no puede vivir, y su tesoro más preciado es su querida tabla. Pero, tras un accidente surfeando que casi se cobra la vi...