Capítulo 6. Compasión y sueños.

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Compasión.

El lado más hiriente de Hope despertó después de un día de aparente calma. ¿Lo peor? Parecía tener razón.

Seguro que Abel lo decía porque aún sentía culpa o pena por ella. ¿Cómo iba a resultarle guapa "la gorda"? ¡Que tonta! Que tonta había sido esos primeros minutos en los que se lo había tragado. 

Este último pensamiento la hizo responder con recelo. Le dijo que ella también estaba bien, que se alegraba por él y le dio las gracias acompañada de una cara sonriente. A penas un minuto después Abel aparecía como "escribiendo"

—¡Hopee! ¡Let's eat! —la avisaron desde fuera.

—No tengo hambre. —respondió con mala gana.

La idea de su parte oscura la había enfurecido de algún modo y quitado el hambre.

Alyssa abrió la puerta del cuarto de su hija.

—Sweetie, ¿pasar algo? siempre tu llegar con mucho hambre.

—¿Qué pasa? ¿¡Qué por ser gorda no puedo dejar de tener hambre ni un maldito día!? Tú esta claro que no lo entiendes —dijo señalando el estrecho cuerpo de su madre y cerró la puerta en sus narices. Se arrepintió ipso facto pero no se encontró con ganas como para salir a pedir perdón.

Volvió a tumbarse en la cama, esta vez boca arriba.

No tienes que darlas!! Yo también me alegro.

Bien. ¿Qué se supone que debía contestar ahora? A pesar del recelo provocado por su subconsciente Hope no quería dejar morir la conversación, ¿Cómo podría hacerlo si estaba viviendo un sueño? Se paró a pensar en lo raramente rápido que había pasado todo. No imaginó que pudo desencadenar los sucesos recientes... quizás fuera el karma devolviéndole de forma positiva todos los años de tiniebla que había pasado.

Siguió hablando con Abel mucho tiempo más. Él respondía tan rápido como ella y después de los primeros veinte minutos de conversación los temas salían solos. Si le salía una notificación Hope la quitaba inmediatamente sin siquiera leerla, estaba completamente embrujada descubriendo nuevas cosas sobre Abel.

Abel nunca había repetido curso lo cual significaba que tenía 17 años. Vivía solo con su madre, aunque no explicó el por qué, Hope intuyó que nunca le había conocido porque él adoptaba los dos apellidos de su madre. Le gustaban muchos tipos de música, Hope se anotó unos cuantos que escucharía luego. Le encantaba el deporte, de hecho, practicaba fútbol y boxeo varias veces por semana. Tenía un perro al que adoraba, Arco. Su color favorito era el verde claro. La película que más le gustaba era Ali la cual contaba la vida de Mohamed Ali un gran referente para él. Le interesaba mucho la cultura árabe y la religión musulmana, su abuela materna lo era y después de ver Ali le llamó mucho más la atención. 

Hope estaba estupefacta, en tan solo unas horas habían descubierto tanto el uno del otro. No se parecían mucho en cuanto a gustos y prácticas en sus tiempos libres pero eso no implicaba nada negativo, al contrario, sintieron complementarse muy bien y aprender el uno del otro. La conversación había acabado porque Abel debía acostarse a las diez para poder rendir en sus estudios y prácticas deportivas. Hope admiraba tanto su fuerza de voluntad para hacer deporte.

Habían pasado al rededor de nueve horas y media desde la última vez que había metido alimentos en su cuerpo. Su estómago comenzó a rugir pero Hope decidió acallarlo de otra manera. De la manera de Abel.

Utilizó su móvil para aprender a hacer una buena ensalada y dos filetes de pechuga a la plancha condimentada. Según Abel, el primer paso para sentirse bien era alimentarse bien. Y viéndole no podía estar equivocado.

Hope preparó el plato con mimo ante los ojos de sus alucinados padres. Una vez terminó de cocinar se dispuso a comer y, al observar el resultado, pese a la diferencia con el del vídeo, se sintió orgullosa. El sabor era mejorable pero ni aún mejorándolo sería equiparable al sabor de una buena hamburguesa del bar "César" aunque si mucho más sano. Se conformó con la conclusión y se sintió más delgada con cada bocado.

Hope quería impresionar a Abel, y quizás en un par de semanas, con algunos kilos menos gracias a haber seguido una rigurosa dieta, conseguía hacerlo.

Se lo propuso a si misma. Pero no como el resto de veces. Esta vez iba en serio. Esta vez iba por Abel.

Y sí, es triste cambiar tu físico solo para gustarle a otra persona, claro que eso Hope no lo sabía, ni tan siquiera se lo había planteado. Era una inexperta adolescente, estaba ciega de amor, de ganas, de ansias, de rabia y un largo etcétera. 

Esa misma noche, mientras Hope trataba de dormir no paraba de imaginar la cara que se le quedaría a todos al verla con un cuerpo digno de una talla 36. Luciría despampanante, utilizaría esos tops que ahora anhelaba ponerse y no se preocuparía jamás de qué colores la harían parecer más delgada. ¿Y lo mejor de todo? ¿En serio no lo sabes? Lo mejor de todo sería ir del brazo de Abel, presumiendo el uno del otro. Amándose con locura y sin poder despegarse la vista de encima. Era tan idílico y tan real por un momento que, en una nube, Hope se durmió con una sonrisa muy dulce en los labios. 

—Buenas noches Hope, mañana ya habrá acabado el sueño y la vuelta a la realidad se tornará dura. Mientras puedas goza de ese magnifico sueño, mañana por la mañana volverás a ser la gorda. —Habló su subconsciente, claro que no fue oído  por nadie exceptuándonos a nosotros, puesto que Hope seguía en su fantástico mundo a esperas de ser despertada por su despertador.

La Gorda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora