Capítulo 8. Some help.

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¿Para qué mentir? Hope solo tenía ganas de fingir una enfermedad y volver a casa para desahogarse con su almohada.

Se había ido a la biblioteca. No quería pasar sola los treinta minutos del recreo y que todos la vieran.

Cogió un libro de cualquier cosa y lo dejó encima de la mesa, frente a ella. Solo pensaba. En todo, en nada. No estaba triste, tampoco se sentía demasiado cabreada... se sentía rara. Con una molestia intolerable y torturante.

—Mmmm ¿Cómo lidiar con la popularidad? parece un libro interesante.

Hope levantó la vista y vio a David delante de ella, sostenía el libro entre las manos mientras alzaba una ceja. La miró y le lanzó una sonrisa. Ella no le dio importancia y le quitó en libro de las manos.

—No creo que te incumba en lo absoluto. —dijo jugando con él entre sus manos, ella permanecía inexpresiva, él estaba dispuesto a animar su recreo.

—Tienes razón Hope, lo siento, fallo mío. —nada cambió en ella— Pero... como comprenderás me hace falta. No todo el mundo es un diez como yo en la lista de Paula.

Despertó su curiosidad.

—¿Cuál es tu nota real? —preguntó ella por primera vez receptiva en la conversación.

—¿A caso tiene importancia?

—Puede.

—Seis.

—No, no la tiene.

Hasta David la pasaba en puntos, genial. Devolvió todo su interés al libro, ¿En serio había tenido que coger justo ese?

—La nota que te pongan no significa nada y tú lo sabes. Ellos no te conocen y el físico, es solo físico. Yo me di cuenta tarde, si bajas de peso que sea por tí, por tu salud y criterio propio nunca por una lista de notas, un chico o el resto de personas. —David habló sincero y eso que dijo, por alguna razón, molestó a Hope.

—¿Insinúas que estoy tratando de bajar de peso por la lista? No tienes ni idea ni de mí ni de mi vida —Hope se levantó de la silla y lo señaló amenazante con su dedo índice— No te creas la voz de la experiencia porque el año pasado fueras igual de gordo que yo y este un saco de piel.

David la miró con pena en el rostro, para él era obvio que ella estaba frustrada. Decidió hacer oídos sordos a las hirientes palabras de Hope y se prometió a sí mismo ayudarla a sentirse mejor. Él ya había vivido todo aquello y una vez casi hizo una locura, le hubiera gustado tener a alguien que le ayudase.

David se levantó y se colocó a su lado.

—Lo siento mucho, sí es verdad que yo no sé tus motivos. Tus motivos son tuyos y no tienes por que contarlos. Solo intento que no te pase lo que a mí. Quiero ayudarte. No con tu vida personal, si no con el ejercicio, ¿Qué te parece?

Hope seguía recelosa pero era cierto que ella no tenía ni pajolera idea de como empezar su cambio y ahora más que nunca necesitaba cambiar. Alba no conseguiría a Abel, o al menos, no tan fácil. No se rendiría sin luchar.

—Perdona. —se disculpó ella al fin— No estoy en mi mejor momento ahora, pero si es verdad que agradecería mucho tu ayuda.

David volvió a sonreírle de nuevo y la invitó a retomar sus sitios junto a la mesa. Hope aceptó sin oposiciones.

—No quiero que sientas que me creo un dios y que soy conocedor de todo, me disculpo por ello. Lo que si me gustaría que supieras es que yo ya pasé por todo esto y que no estás sola.

—Entiendo. —asintió Hope.

—Puedes apuntar mi número si quieres para ir hablando del plan de entrenamiento. Ya va a tocar y yo prefiero irme un poco antes. —Hope anotó su número y se despidió.

Al irse David se supo mucho más calmada y le agradeció mentalmente por ello. Pero que estuviera más calmada no implicaba que no estuviera dolida. Le dolía mucho la exclusión de su amiga, claro que no se había parado a pensar lo que pudo molestarle a ella. Quizás estuviera siendo algo egoísta, pero eso ella no se lo había planteado aún.

Al fin tocó la campana de vuelta a clases y, soltando un bufido, dejó el libro de como lidiar con la popularidad, que tan poco le hacía falta, de nuevo en la estantería.

La siguiente clase era filosofía y por consecuente la única clase que compartía con Alba aunque no con Abel, él había optado por acondicionamiento físico.

Maldijo la clase.

No quería sentarse al lado de Alba ahora mismo, sería incómodo, pero apartarse solo empeoraría la situación. ¿Qué debía hacer? Se sentó en su sitio habitual y esperó a que el retorcido destino eligiera que pasaría a continuación.

Alba llegó hablando con una pelirroja del grupo de Abel. Se despidieron en la puerta y ella pasó. Se sentó en su sitio también pero casi sin mirar a Hope. Evidentemente seguía estando molesta y esperando una disculpa. La situación era incómoda, la tensión de ese momento podía ser cortada con un cuchillo.

—Veo que no piensas disculparte. —dijo Alba con una sonrisa irónica en los labios.

—Yo no tengo por qué, aunque tú sí.

Alba estaba estupefacta. ¿Acababa de decir eso en serio? ¿Después de ignorarla toda la tarde de ayer y hoy haberla tratado mal en el recreo? A pesar de ello era consiente de que el "no, tu no te vienes" de antes había estado bastante fuera de lugar, pero en ese momento no tenía ningún ánimo de estar con Hope.

Después de pensar esto Alba bajó la ceja que se le había levantado casi inconscientemente ante la respuesta hostil de Hope. Se giró y prestó atención a la pizarra sin nada escrito.

La Gorda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora