Barcelona. Son tantos los secretos que esconden sus murallas que asusta tan solo de pensarlo. Siempre me he sentido como una pieza un poco inútil de tan hermosa ciudad. Después de unirme a Sombra, sin embargo, ya formo parte de esto tan grande. Esta inmensa mentira llamada Barcelona.
No lo voy a negar, no se está tan mal después de todo.
El año nuevo acaba de comenzar, aunque sin muchas ganas por mi parte. Eso sí, mis nuevos compañeros de trabajo se han hecho los mismos propósitos de siempre dispuestos a fracasar una vez más en su intento de realizarlos, han comido doce uvas conmigo y me han deseado un feliz año.
Yo solo tengo un propósito para esta nueva etapa: no creerme nada de lo que me digan. Cada vez se me da mejor.
Lo único que ayudó a alegrarme las fiestas fue Eduard el día de Año nuevo. Pudimos intercambiar algunas palabras:
–¡Feliz año, Alicia!
–¡Igualmente! Oye, ¿y en qué año estamos ahora?
No me respondió. No debió de oírme entre todo el gentío.
No le he visto desde entonces, pero intento no verle demasiado. Me cuesta mucho hablar con él sin apartar la mirada. Aquellos ojos pardos, aquella nariz, aquella piel... Su aspecto me pone muy nerviosa, y no puedo evitar acordarme de su madre con el velo. Ya no sé qué pensar de él. Creo que puedo considerarle un amigo, pero tampoco le conozco mucho.
Hoy estoy bastante animada, ya que ayer día tres de enero por fin terminé mi instrucción, así que ya soy agente de Sombra de forma oficial. Al final resulta que esto se me da muy bien. Los primeros días me costó, ya que llevaba un tiempo sin hacer tanto deporte, pero me acostumbré rápido. Resulta que tengo una puntería increíble con la pistola, y no se me dan tan mal las peleas cuerpo a cuerpo. Si me meto en líos en el Barrio de la Justicia, cosa que no me extrañaría nada por lo que me ha contado la gente que trabaja allí, podré defenderme bien. Lo de cargarme a alguien ya es más difícil. Si solo voy a estar rodeada de Rebeldes, no tendré motivos para matar a nadie. Al fin y al cabo, son como yo.
Pero tengo tantas ganas de empezar a usar mi pistola en serio que me está empezando a preocupar. ¿Desde cuándo soy tan violenta?
Como es domingo, me han dejado salir del complejo, y puedo ir a buscar mis cosas a casa de una vez. Echo de menos a Winston. A Jaume no, pero además oficialmente ya no estamos casados. Llevo en la mochila el documento que así lo acredita.
El reproductor de música es una de esas cosas que he podido conservar, ya que lo estaba usando en el momento en el que me detuvieron. Mientras camino por la calle, sale una canción llamada Imma Be y me entran unas ganas terribles de bailar, pero me contengo.
He quedado en una cafetería cerca del arco de triunfo, pero no quiero usar el metro, así que cojo un aéreo que me deja en Plaza Cataluña y me acerco caminando desde allí. Los árboles se han quedado sin hojas, y hace frío, aunque tampoco tanto. Son las once de la mañana, y un sol de invierno luce a través del cristal de la cúpula.
Por fin voy a poder ver a Ling. Me puse en contacto con mis antiguas compañeras a través de B-Search, aunque Tatiana e Inés no me responden los mensajes. En cualquier caso, estoy contenta de ver por lo menos a Ling. Es a la que menos conozco, pero tenemos muchísimas cosas en común. No puedo evitar sentirme como una madre o una hermana mayor para ella. Al fin y al cabo, no deja de ser una chiquilla de dieciséis años.
Tengo que contarle muchas cosas. No puedo hablar de Sombra con nadie, pero no voy a decirle todo qué hago. Tan solo voy a explicarle cosas que he descubierto en la instrucción. Gracias a Niels, he aprendido no solo a disparar y a pelear, sino también cómo funciona la ciudad.
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El Barrio de la Justicia
Ficção Científica"Hacía tiempo que no estaba tan eufórica ni me sentía tan bien, pero tengo que pararme cuando la canción ya está llegando al final. Hay alguien detrás de mí. No lo he visto, pero lo sé. Se me resbalan los cascos de la cabeza cuando la giro rápidamen...