Capítulo 24

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¿Cómo se supone que tienes que sentirte cuando has cometido el mayor error de tu vida?

Aun si no lo sabes en ese momento, ni le has tomado el peso a la situación, sientes que algo no está completamente bien con lo que has hecho. O lo que no has hecho.

Pero eso es lo que tienen las decisiones, que una vez que las tomas, no hay vuelta atrás.

Lamentablemente nadie te enseña la jodida manera de no equivocarte. Ni como remediar un error luego de cometerlo.

Creo que eso es parte de ser humanos. La estúpida e innecesaria soberbia a la hora de tomar decisiones.

Sabes que quizá lo que estás haciendo no está bien, pero como si hubiera un punto que probar, lo haces. Porque puedes, porque nada te detiene, y porque quieres hacerlo.

Evidentemente luego te arrepientes y deseas volver el tiempo atrás para remendar el daño. Pero no puedes, porque no tienes una máquina del tiempo. Muchas veces lo que pierdes no lo recuperas. El tiempo, las personas, los recuerdos, etc.

A veces, cuando algo se va, no vuelve. Eso es lo que le da valor a las cosas y a la vida. Ambos, tarde o temprano se van.

Mientras caminaba por las calles, bajo la tenue luz de la luna; me preguntaba qué es lo que había perdido luego de la decisión que había tomado.

Con toda seguridad Alexander debía estarme odiando en estos momentos, y no era para menos.

Había sido cruel, lo sabía, y me arrepentía por ello.

Podría haber hecho las cosas de muchas maneras, pero había elegido la peor, la más dolorosa.

Elegirme a mí por sobre todo y todos.

Sin importar si su confesión era cierta o no, había arruinado cualquier tipo de sentimiento, futuro u oportunidad. Como amigos, conocidos o algo más.

Y aunque intentara negarlo, esconderlo o quitarlo; dolía. Dolía saber que había arruinado las cosas a un punto probablemente irreversible.

No sabes lo que tienes y quieres hasta que lo pierdes. Era una putada, porque era dolorosamente cierto.

Entré en mi edificio, luego de bastante tiempo caminando, con la cabeza gacha y una opresión en mi pecho.

Albert se apresuró a preguntarme si estaba bien y qué me ocurría. Si es que necesitaba ayuda.

―Solo estoy cansada, ha sido un largo día ―respondí, mirándolo con una sonrisa forzada, que muy probablemente lució mas como una mueca―. Buenas noches, Albert.

―Buenas noches, Lily.

Ni siquiera reparé en que acababa de llamarme por mi nombre y no "señorita". Es curioso como cuando estás triste todo pierde sentido y no puedes pensar en nada más que en la razón de tu sentir.

Cuando entré en mi departamento, mi gato salió a recibirme, acurrucándose contra mí cuando lo tome en mis brazos. Casi como si él supiera que necesitaba ese consuelo, como si pudiera sentir lo que yo.

Me senté en el borde de mi cama, sin dejar de aferrarme al calor de mi gato, y de mi mesita de noche saqué un pequeño papel con unos números garabateados.

Necesitaba de alguien que pudiera aconsejarme. Instruirme sobre lo que sentía y como saber qué era esto. Necesitaba de alguien que fuera completamente imparcial al respecto, alguien que no fuera a juzgarme ni a criticarme. Necesitaba ser escuchada.

Marqué los números en mi móvil y llevé éste a mi oreja, esperando y rogando a que contestara.

Era bastante tarde, aproximadamente las doce y media, pero esperaba que esta persona no fuera del tipo acostarse a las ocho y despertarse a las seis. Realmente lo esperaba.

Equal Halves. MADLY IN LOVE #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora