Capítulo cuatro: Resaca.

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Nami se despedía de su amigo, al final el hacerle una gran y considerable cantidad de carne sólo lo había animado pero no hizo que le contará nada de lo que ella quería saber, podía ser una endemoniada avariciosa pero ante todo y ante el dinero estaba la felicidad de dos de sus mejores amigos.

Le dio un beso en la mejilla, y tomó el picaporte de la puerta, sujeto con firmeza la perilla y la giró. Abrió el acceso tallado de madera y puso un pie fuera del departamento. Estaba por colocar el otro pie; cuando se volvió a su amigo, quien sujetaba una bolsa con galletas y miraba insistente un móvil viejo y polvoriento.

— ¿Estás bien, Luffy? —cuestionó la chica.

El joven dio un respingo al darse cuenta que estaba dejando notar todo lo que con fervor trataba de ocultar y era bien cierto que el moreno era un mal mentiroso. Rodó sus ojos y dejo caer el paquete con galletas, tomó con una mano una solapa de su camisa, la otra mano la colocó en su nuca y empezó a reír con nerviosismo.

— No es nada —contestó, caminando con inseguridad hacía la puerta dándole el alcance a su amiga—. Deberías irte, ya es tarde —colocó una mano en la espalda de la chica, empujándola hacía fuera sin el mínimo tacto. Observo el reloj de pared, dónde marcaba con exactitud las nueve de la noche—, vamos Nami, no pretendas que te dejaré dormir en mi casa, sólo tengo una cama.

— No hay problema —espeto uniendo sus manos sobre su pecho—. ¡Puedes dormir en el sofá!

— No —sacó su billetera y le dio varios billetes—, toma un taxi y cuando llegues me marcas al número que se quedo registrado en tus llamadas. Necesito estudiar y tú sólo me distraes.

Antes de que la chica pudiera replicar, cerró la puerta en su cara y la aseguró. La pelinaranja hizo una pataleta para al final ceder e ir a tomar un taxi que la llevará sana y salva a casa.

Mientras tanto con el moreno de facciones infantiles, se dejo escurrir por la madera de la puerta, hasta terminar sentando en el suelo, tomó con fuerza sus cabellos y oculto su cara entre sus brazos. Y de nuevo las traicioneras lágrimas le hacían compañía una vez más. Parecía que ellas serían sus fieles compañeras hasta el último de sus días. Sus ojos ardían cada vez más y le era más difícil el poder ocultar sus parpados hinchados al día siguiente.

En ese instante tomó su pecho con fuerza y dio un desgarrador grito; estaba harto de su maldita situación, estaba colmado de que cada vez que se sentía solo, el sentimiento de ser protegido por él le embargara con tanta fuerza. Su garganta comenzó a arder y su voz perdía fuerza mientras más eternos segundos pasaban. Calló cuando fue víctima de una fuerte tos. Golpeo su pecho y trato de enderezarse; cuando estuvo de pie, limpió los rastros salados de sus mejillas y se dirigió a tomar el teléfono de base, en espera de la llamada de su amiga.

Se sentía tan miserable y traicionado consigo mismo, él había prometido contarle todo a Nami, pero en el momento que quiso abrir sus labios para revelar la verdad, fue presa de un miedo aterrador, sus manos sudaron frío, perdió el equilibrio, sus piernas flaquearon y su lengua se trabo, haciendo una de las escenas más nefastas de su vida.

» • «

Sintió un dolor y humedad en su espalda, sus ojos pesaban y sentía su boca demasiado seca. Lentamente fue abriendo sus ojos y observo que la puerta de su casa estaba en una mala posición. Tarde reaccionó a que era él, el que estaba tirado en el piso de su casa y por eso veía distorsionada las paredes de su hogar.

Apoyó una mano en el frío piso de madera tallada y se impulso, mareándose en el intento haciendo que de nuevo cayera al suelo. La cabeza le daba vueltas y estaba completamente perdido del tiempo. Sintió un escozor en la garganta y misteriosamente tenía mucha sed.

Su mano izquierda ardía un poco y en el aíre se percibía un olor a fierro, somnoliento y despistado pasó la palma por su pantalón de mezclilla. No le tomó importancia al ardor leve que tenía.

Terminó de ponerse en pie y se dirigió a la cocina de la casa, observo con desdén las compras regadas por al encimera, negando ligeramente con los hombros. Él no era un hombre descuidado, pero el hecho de verle de nuevo, tan frágil, tan vulnerable pero a la vez tan distante e inalcanzable le hacía mella en su orgullo. ¡Era él que debía proteger esa sonrisa! ¿Por qué era que hora que esos ojos negros como la noche siempre estaban nublados?

Los pinchazos en su siniestra eran cada vez más dolorosos, rendido fue a observar el porqué de la situación. Cuando sus ojos grises tuvieron contacto con la herida de cristal, dio un respingo, conservó la calma en todo momento, pues no era la primera vez que veía una herida tan poco grave.

Con pasos agigantados dio el alcance al grifo de metal gris y dio paso al chorro de agua, colocó su mano por debajo de ella, dejo que el agua comenzará a limpiar los rastros carmesís. No era ni tan profunda ni tan grave, con un simple vendaje estaría bien.

Camino al cuarto, se encontró con un marco volteado hacía la mesa, llevaba su mano alzada, evitando que la sangre fluyera de nuevo. Detuvo su andar al curiosear el retrato olvidado y polvoriento. Con su diestra alzo con cuidado la fotografía.

Más tardo en el retrato en acaparar la vista gris y profunda, que en llegar al piso. El chico dio dos pasos hacia atrás mientras las lágrimas comenzaban a recorrer aquel camino que sabían a la perfección. Sus labios temblaron, y su voz se entrecorto. Olvido el problema con su mano y corrió de nuevo hacía el teléfono móvil que había dejado tirado en la mesa de centro, no podía rendirse tan pronto.

Tecleó de nuevo el número telefónico que sabía de memoria y espero eternos segundos en que los timbres dejaran de resonar petulantes en sus oídos.

— ¿Hola? —por fin habían respondido desde la otra línea.

— ¿Eres tú, Mugiwara-ya? —cuestionó con la boca vibrante.

Continuará...



¡Lo lamento mucho! Sé que como estás hay muchas más abandonadas, pero en serio, tengo un bloqueo mental monumental. ¡Más alto que el Everest! 
Gracias por todos quiénes siguen leyéndome a pesar de los abandono que los tengo, y les doy la bienvenida a los nuevos lectores.

Extraños conocidos. [LawLu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora