Capítulo seis: Vendajes teñidos de lágrimas.

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La operación había resultado exitosa aunque no por ello, el chico dejaría de llevar una marca en su cuerpo. Una espantosa marca en forma de equis a lo ancho de su pecho. Retiró los guantes llenos de sangre y destapó su boca. Había sentido la muerte correr por sus manos por primera vez. ¡Al carajo eso de que era un desconocido para él! No descansaría hasta poder regresar el río a su cauce, le costará la vida entera o cualquier otro precio.

Salió al patio trasero del hospital y expiró con fuerza, que agotador era el intervenir, pero no dejaría que el chico fuera tratado por cualquier mano. Sintió una mano descansar en su hombro y como una chicuela de cabellos castaños le sonrío con entusiasmo.

— Nunca había visto tanta entrega en ti —dijo—. Debes amarlo mucho, hermano.

— Lo hago —contestó observando el limpio cielo nocturno— siempre lo he hecho, Lamy.

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Tomó con cuidado la perilla de la habitación y la movió ligeramente, se adentro al lugar y observo todo con dolor, su pequeño mono estaba postrado en la cama, conectado a una serie de aparatos médicos, un pequeño pitido marcaba las pulsaciones de su corazón, era un poco débiles pero nada preocupante, tenía conectado una intravenosa y estaba un tanque de oxígeno proporcionándole el aíre necesario que requería.

Los lamentables suspiros que ya eran su compañía, volvieron a salir a modo de réplica por su boca, hartándolo de la situación. Ya había conseguido lo que tanto añoraba en los pasos de esas semanas, pero ahora su oportunidad se vaciaba como el agua acunada entre sus manos, chasqueó la lengua con fastidio y tomó el asiento al lado de la camilla, era el cuarto día después de la intervención y el chico aún no mostraba alguna señal de despertar, existía la posibilidad que entrará en algún tipo de coma por lo fuerte de sus heridas.

Se puso terco y obstinado a la hora de llamar a los familiares del chico, mintió diciendo que era su pareja y que sus allegados no vivían en ese lugar, era cierto, sus hermanos y abuelo, la única familia conocida estaban en la otra punta del país y no quería verlos por ahora.

Colocó sus gafas de lectura y comenzó con su tediosa lectura, era un simple libro de drama y amor. ¡Claro lo que le faltaba! Miraba de cuando en cuando al chico postrado en la cama y volvió a dejar escapar el aíre por su boca. No podía concentrarse en su lectura ni podía dejar de pensar en el chico a su cuidado. ¿Por qué habían terminado así? Entre sus vagos recuerdos, uno se le instaló en ese momento, cerró sus ojos y estiró sus piernas mientras una sonrisa traviesa surcaba por sus labios.

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Había ido a recoger en esa ocasión a Lamy de la escuela en dónde estaba haciendo su servicio social. Estaba parado en las bancas colectivas del almuerzo, mirando su teléfono esperando el mensaje de su hermana para poder irse ya. No era que le disgustaran los críos de prepa, sólo quería irse ya, la facultad estaba lo bastante pesada y no estaba de humor. Sólo eso.

— ¿Es él Luffy? —Escuchó la voz de una chica que a lo lejos venía platicando con un varón un poco más alto que ella—. Mira que te lo robo.

— No digas estupideces, Nami —atacó el muchacho al morder su chocolate—. Además es universitario. ¿Crees que se fijaría en ti?

— Y en ti sí, ¿no? —Respondió ofendida la pelinaranja.

Law río con diversión, ya había visto varias veces al chico deambular por la entrada de la universidad. También le tocó apreciar el día en que fue por unos formatos para el examen de ingreso y le preguntó qué carrera tomaría, a lo que le contestó que no era para él, si no para una amiga. Supuso que esa era la chica. Sí, también por eso iba por Lamy cada que tenía tiempo y que la guardia en el hospital no se la complicaba.

Se despegó de su cómodo lugar bajo la sombra y se acercó a la pareja de amigos que estaba peleando. Ya tenía algún tiempo sopesando el hacer aquello, pero le detenía un poco la diferencia de edad. Bueno, siete años no eran mucho mientras más fueran creciendo, ¿no?

— ¿Quieres salir hoy por la noche al cine? —Lanzó la pregunta al aíre mirando con devoción al chico.

— Claro —Nami se adelantó a la reacción de su amigo, respondiendo sin tantear el terreno— me encantaría.

La risita de lado, burlona le hizo hervir un poco la sangre. Law le miró de pies a cabeza. ¿Qué le pasaba por la cabeza a esa cría para pensar que él la estaba invitando a ella? ¿Acaso no prestó atención que estaba enfrente del monito y le miraba con esa insistencia reflejada en los ojos?

— Discúlpeme señorita —dijo por educación—. ¿Te gustaría ir conmigo al cine, Mugiwara-ya?

— ¿Mugiwara-ya? —Cuestionó el chico con las mejillas carmín y apuntándose con su índice en el pecho. Cuando el emisor le dio la afirmativa a que era él a quién invitaban, contestó—. Claro, me encantaría.

— Trafalgar Law —se presentó— y el mote es por tu particular sombrero de paja.

El nombrado comenzó a hacer muecas raras con la cara, y trataba por lo bajo el pronunciar el difícil apellido del chico. Nami hacía tiempo que se había retirado cuando, según ella, el mayor le humilló.

— ¡Torao! —Espetó luego de miles de intentos.

El nombrado sólo río negando y le acarició los cabellos con ternura. Esperaba que el destino estuviera en su favor. Se despidió cuando sintió un peso extra en uno de sus brazos. Le volvió a sonreír de medio lado y le tendió una pequeña nota con un número telefónico. Le hizo una seña en forma de teléfono con la mano y la agitó a la altura de su mejilla, susurrando con los labios un: llámame.

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De sus orbes unas lágrimas resbalaron iracundas por sus mejillas. Siempre, siempre se preguntaba que había hecho mal para que las cosas terminaran de esa manera. ¿En qué había fallado?

— ¿Torao? —Escuchó una débil voz llamándole, se espabiló mientras veía con nerviosismo a dónde provenía aquél frágil llamado. 

Continuará...


¿Ya se van haciendo una idea de qué pasó o de que les hicieron? 
Espero que les guste la actualización, nos estamos leyendo. 

Extraños conocidos. [LawLu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora