Epílogo.

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Los sonidos metálicos de la locomotora eran una dulce melodía para sus tímpanos, venía apreciando las intrínsecas figuras que pintaban aquellos verdes pinos. La época fría estaba haciendo de las suyas, el aire gélido se colaba por aquel vagón de pasajeros. 

Estiró sus ya entumecidas extremidades. No sabía porque había elegido regresar en tren sí él había aprendido ya a manejar y tenía a su disposición una bonita camioneta austera.
Pero su instinto atrevido le instó a tomar ese tren a punto de partir, corriendo como alma que lleva el diablo por el pasillo. 

Una camarera le había ofrecido la carta, que gustosamente había aceptado pidiendo un café negro sin azúcar y una botella con agua pura. Ese pedido se había vuelto una tradición.

Escuchó que detrás suya una voz algo rasposa había pedido una crepa de fresas con crema batida y una malteada de chocolate. La panza le gruñó al imaginarse tan exquisita comida —puesto que él era un goloso de primera—. 

No contuvo las ganas de sentarse al lado de ese hombre —lo había deducido por la voz— y poder robar de su dulce comida. ¡Qué así era él y nadie podría cambiarlo¡ Qué ya tenía veintiocho años.

—¿Se te ha hecho agua la boca con mi pedido, no? —Cuestionó el muchacho viendo por la ventana el paisaje que anteriormente él estaba apreciando—. ¡Eres un crío glotón!

—¡Qué este año cumplo veintinueve, carajo! —Replicó inflando los mofletes, harto que le quitarán edad cada vez. 

—No —el aludido volteó su sereno rostro , curvando una pequeña risa de burla— para mi, tú siempre serás un crío, Mugiwara-ya.

—¿¡Torao!? —Preguntó incrédulo, mientras frotaba con demasiado frenesí sus ojos—. ¿¡Torao!?

—Trafalgar Law —corrigió con una temblorosa risa de burla viendo cómo Luffy hacia un puchero aún más gracioso—. ¿Siempre fuiste así de divertido, Mugiwara-ya?

—¡Qué no lo soy, joder! —Cruzó los brazos y se dejó caer en el asiento frente a él— eres tú, el que siempre molestas con eso. ¡Qué soy serio, carajo! Ya soy un excelente bombero. 

—Me lo has contando en todas tus cartas, Luffy —respondió aún alegre— y mira que no fueron poquitas —añadió.

—¡Al igual que las tuyas! Qué casi llega un centenar, Torao —comentó un tanto más burlón, pegándosele ese ambiente alegre que traía el ojeroso—. ¿Qué tal tus primeros años cómo cardiólogo, Law?

—Bastante complicados, muchos no querían aceptarme por ser tan joven —escuchó cómo el monito reía a carcajadas y se volvió a verlo con las cejas fruncidas—. ¿Qué fue tan gracioso que no me enteré?

—Tú —le señaló con el dedo índice mientras se agarraba la barriga con fuerza— eres tú el graciosos. ¿Qué joven vas a estar? ¡Ya estás cerca del examen de la próstata, vejestorio! 

—¡Vejestorio y un cuerno! Apenas cumpliré treinta y seis —respondió algo cabreado tomando con fuerza sus rodillas y mostrando los colmillos tal cual perro defiende su banquete —aunque en este caso, Law defendía su ya casi llega extinta juventud—.

Ambos se quedaron mirando en las ridículas poses en las que estaban y no pudieron evitar estallar de la risa, habían pasado ya diez años desde que se separaron pero nada parecía diferente, ni sus maduros rostros, ni sus gruesas voces ni menos sus singulares gustos. Parecían aquellos críos que se habían confesando en aquella convención y que habían sido tan felices al saber que eran correspondidos, parecía que aquella dolorosa experiencia, en dónde se convirtieron en dos extraños conocidos, sólo era cómo un recuerdo borroso en sus aún jóvenes corazones. 

Después de un rato de mantener de nuevo la calma, volvieron a verse a los ojos con deseo y frenesí, parecía que sólo estaban ellos dos solos ahí, abrieron sus labios mientras se acercaban cada vez más, mezclando el denso aliento de sus bocas, penetrando los expectantes orbes de cada uno, a punto de rosarse en un beso casto y tierno. 

—Disculpe, el pasajero detrás suyo no está —preguntó inocentemente la camarera haciendo que los chicos se dieran un golpe con la frente—. ¡Ah¡ Mis disculpas por interrumpir, no encontraba al señor Monkey —expresó la muchacha haciendo una exagerada reverencia hacia el par de pelinegros, quiénes sólo atinaron a reír—. Tomen sus pedidos —les depositó sus bandejas para en cada uno de sus lados correspondientes de la pequeña mesa improvisada que les había puesto—. ¡Qué aproveche! —Dijo antes de retirarse con una gran sonrisa. 

—Este es tuyo —Luffy le entregó la malteada y las crepas a Law con toda su fuerza de voluntad, ya que la chica se había confundido al momento de entregar los pedidos— y eso es mío, ¿no?

—No. Yo prefiero el café negro sin azúcar y una botella con agua pura —tomó con delicadeza la blanca taza y bebió un poco de la amarga bebida— y tú amas las cosas dulces, come tú crepa y tu malteada, glotón —terminó por decir.

—¡Y una mierda, loco del café! —Gritó con una risa en la boca mientras se comía apresurado sus postres. 

—¿En serio estoy muy viejo? —Inquirió después de un rato de estar en silencio.

—Que no hombre, sólo dentro de poco debes hacerte el examen de la próstata, pero viejo, viejo, no estás —respondió el chico de la cicatriz bajo el ojo, alegre—. Además, ¿por qué el repentino interés en tu edad, Law?

—Veras Luffy, hay por ahí un crío que me gusta mucho —espetó para asombro del monito— es unos años menor que yo, bastante glotón y además está enano, así que me preocupa que me va cómo un viejo. ¿Entiendes?

—Aunque seas un vejestorio siempre te voy a amar —respondió con las cejas fruncidas— si no te conocería tan bien como la palma de mi mano, ahora mismo estarías colina abajo— Trafalgar se rió— mira que jugar así conmigo, viejo.

—¡Qué estoy en mis treinta, carajo! 

—Estás cerca de los cuarenta, viejo senil —respondió alegre—. A mí también me preocupaba que mi anciano no me quisiera, porque vamos, aún estoy joven. 

—¡Cállate, treintón! —Respondió a la defensiva, ese sin lugar a dudas serían sus nuevos apodos—. Aunque también tengo algo de culpa por amarte, crío glotón. 

—¿Empezamos de nuevo, anciano?

—Verás lo que este anciano puede hacer nada más lleguemos a nuestro destino. 


—¡Estoy más que dispuesto a saberlo!

—Empecemos de nuevo, Luffy. Sin remordimientos, sin fantasmas, sin pasados, sin nadie entre nosotros, sólo tú y yo y nadie más. Nosotros dos tenemos todo el derecho a ser felices —espetó mientras tomaba las manos del muchacho entre las suyas y observaba cómo asentía con alegría. 

       

                                                                                             [*]


¡Y terminamos con «Extraños conocidos». ¡Lo sé! Diez años es mucho, pero cada uno tenía metas e ideales que cumplir. ¿Quieren saber qué se escribían en las cartas? ¿Qué pasó con Nami, Vivi y Kid? Tal vez tengamos extras o curiosidades.
Pido disculpas sí está mal, lo transcribí de la laptop a el móvil, ahora tengo problemas con mi internet y mis datos se acaban rapido.
¡Cómo regalo de Navidad este bello epílogo!
¡Espero les guste! 

Extraños conocidos. [LawLu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora