Fragmento 2 - 22:21 (Parte III)

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Reflexioné por unos instantes y en silencio vagué entre esa luz casi cegadora para digerir los pensamientos que me invadían. A pesar de estar rodeado de una luz tan potente no recibía un atisbo de energía térmica, y fue esa ausencia de calidez la causa de un escalofrío que me transmitió una aversión instantánea a aquel entorno.

Pero todavía no estaba preparado para partir, aún había muchas cosas que se me escapaban. ¿Por qué el mundo escapaba a mi control? ¿Por qué todos con los que hablaba sabían más que yo? No hizo falta que moviese mis labios.

—Eres capaz de crear y hacer desaparecer universos a la velocidad de un pensamiento —dijo la voz —. Pero nosotros siempre existiremos pues guardamos las llaves de las puertas que te protegen de la verdad de este mundo.

—¿Y de qué me intentáis proteger? ¿Si sé la verdad el todo volverá a desmoronarse de nuevo? —pregunté con frustración.

—Como parte de este mundo solo sé lo que tú puedes llegar a saber.

Aunque solo hablaba con una voz no personificada, pude sentir una sonrisa burlona. Como un estúpido, no me había dado cuenta de que solo hablaba conmigo mismo todo este tiempo, pero era mi única vía para poder continuar.

—¿Y ahora qué? Antes tuve que buscar una pregunta, ¿aquí qué tengo que hacer? —pregunté.

—Esperar.

Y esperé. Minutos, horas, años, milenios, poco importaba. Consciente de mi poder, transformaba mi entorno de luz a mi gusto. En ocasiones creaba un animal con el que entretenerme o un bosque de anchos árboles por el que perderme. Cada vez probaba a crear cosas más grandes, incluso poblados y ciudades enteras con cada uno de sus habitantes con los que hablaba y vivía todo tipo de experiencias y de aventuras, todo valía para entretenerme por lo que parecía una eternidad. El tiempo de espera no parecía terminar mientras vivía mil vidas inventadas, y fue entonces cuando conocí los límites se encontraban en mi propia imaginación. Si era capaz de inventarlo todo significaba que algo tenía que estar inventado. ¿De dónde sacaba todas esas referencias? ¿Por qué existían evidencias de conceptos ya existentes en mi cabeza? Conocer esa limitaciones hizo darme cuenta. Ya había pasado antes por aquí.

Todo era un ciclo, un proceso con defensas llamadas puertas que parecían protegerme entre fase y fase, como si sustituyesen el suelo por hielo que se derrite lentamente en vez de directamente hacerlo desaparecer provocando una caída letal. ¿Pero que había después, debajo de ese suelo? ¿De qué me querían proteger para hacerme pasar por este sistema una y otra vez? ¿Qué había al final? Solo había una forma de averiguarlo. Exhausto, reduje mi realidad inventada a la luz original de la que provenía. Me había cansado de esperar.

—¿Qué hay tras la última puerta? —dije esperando a que esa fuese mi última pregunta.

—Cuando sea la hora de dejar de esperar cruzarás la penúltima puerta para alcanzar la verdad del mundo como otras tantas veces has hecho.

Al parecer estaba en lo cierto, al fin y al cabo hablaba conmigo mismo, preguntaba lo que en el fondo ya sabía. Al menos ya tenía claro cual era mi objetivo: tenía que hallar la verdad del mundo, y para ello tenía que comprenderlo poco a poco, concepto por concepto, palabra por palabra. Entonces caí. Por primera vez en mucho tiempo, realicé una petición en vez de una pregunta.

—Quiero ver el nombre de la puerta —ordené.

Y ahí estaba, una gigantesca escotilla forjada en bronce sostenida en una pared que no existía. La gran plancha metálica mostraba signos de oxidación por toda su superficie, dando lugar a una capa verdecina que atribuía un aspecto lúgubre. Los bordes estaban formados por placas fundidas de distintas aleaciones que daban lugar a una gama de colores que variaba entre marrones y grises, adquiriendo cierta belleza rebuscada. Y escondida a un lado entre todo ese conjunto variopinto de metales, se encontraba grabada la palabra que nombraba el destino situado al otro lado: vigilia.

Escrita con molde de fuego, su metal aún candente ató mi mente con una cadena en ignición que unía este mundo con el que venía.

—Ha llegado el momento de dejar de esperar —y con esas palabras, la voz de la luz en blanco se apagó.

Empujé la escotilla mientras todo lo que dejaba atrás se desmoronaba una vez más, esta vez de forma definitiva. Pero algo extraño pasaba, el recorrido de la puerta se bloqueaba en cierto punto sin dejar el espacio suficiente para pasar. ¿Por qué? Creía que lo había conseguido, que había seguido cada uno de los pasos pero evidentemente algo había hecho mal. Empecé a dar vueltas sin sentido mientras el espacio se fracturaba y rompía dando paso a la nada más terrorífica.


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Fragmentos de vida de un sábado cualquieraWhere stories live. Discover now