¡Cuidado con las plumas!

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Paso, gota, paso, gota, paso, gota...

¡Maldita oruga humanoide! A este paso su culo chorrearía semen por lo que le restara de vida. Con algo de coraje mal contenido hizo a un lado las hojas de las últimas plantas de aquel enorme jardín para toparse de lleno con una inmensa playa de arena blanca y agua cristalina; Osomatsu miro embelesado por unos segundos el fuerte oleaje que golpeaba la costa y la salpicaba de blanca espuma, aun y con todo eso su principal preocupación era que seguía siendo enano y ahora se encontraba más perdido que nunca. Apretó el pequeño hongo que Choromatsu le había dado entre sus manos dudando entre si comerlo o no cuando de improvisto el suelo bajo sus pies comenzó a temblar ligeramente.

–¡Miren lo que trajo la marea! –Un pájaro, o una especie de mutación entre pájaro rosado y una persona, le estaba hablando. Tenía las pestañas largas y los ojos grandes y tiernos. La pequeña boquita hecha una mueca adorable y las ropas completamente de tonos pastel y rosa acompañado de muchas, muchas plumas que hacían juego. –Eres demasiado pequeño y delgado para ser un cangrejo y dudo mucho que seas una ostra bailarina ¿Qué se supone que eres?

–¿Un humano? –¿Acaso no era obvio? Bueno, pensándolo mejor nada en aquel lugar tenía sentido alguno, puede que estas... cosas, lo que sea que fueran, nunca hubieran visto antes a un humano.

–¿Un humano? ¡Que locura! –la cantarina risa le recordaba al sonido de pequeñas campanillas bailando en el viento, suave y melodioso. –Los únicos humanos que viven aquí se encuentran en el castillo de su alteza real, la reina de corazones, nunca se aventuran a ir más allá de los lindes del bosque encantado ¡Menuda bola de miedosos!

–¿Hay otros humanos viviendo aquí? ¡¿De verdad?! –El chico pájaro puso un puchero en su hermoso rostro.

–¿No escuchaste nada de lo que te dije? Claro que los hay, pero nunca salen más allá de sus impenetrables muros de concreto, nada entra, nada sale, así es como debe ser y así es como se ha hecho desde que el tiempo existe y nosotros tenemos memoria. –Tomó a Osomatsu con cuidado, como si fuera una muñequita y lo acercó a su rostro para poder mirarlo mejor. – ¿Eres un chico? No sabía que a algunas personas les gustaba travestirse, vaya que ustedes los humanos sí que son interesantes.

–¡E-es porque ya no había nada más que ponerme! –Se sonrojó hasta las orejas, era la segunda persona que le decía lo mismo y ya estaba comenzando a pensar seriamente en quitarse ese ridículo vestido y andar desnudo por ahí, al fin y al cabo ¡Todos vestían de manera ridícula! El estar desnudo igual y lo hacía pasar más desapercibido entre esos malditos chiflados. –A todo esto, estoy buscando a un sexy, pero ciertamente doloroso y ridículo, conejo. De ojos azules, orejas blancas, ropas ridículamente brillosas y culo de infarto ¿Te suena?

–Al único ser doloroso que he conocido en mi vida, con esas características tan ridículas, es a Karamatsu, es el mensajero oficial de la reina de corazones. –La sola mención de esa mujer hacia que rodara los ojos con cierto fastidio.

–¡Si! Ese mismo. –Si pudiera saltar lo haría de lo emocionado que estaba de tener otra pista de su viola... amado conejito. –Entonces... ¿Dónde decías que estaba ese castillo y el bosque y no sé qué más estabas parloteando hace rato?

—¿¡No me estabas escuchando!? —Prácticamente gritó indignado reventando los tímpanos de Osomatsu. Esa pequeña Alicia si que era altaneramente grosera.

—La verdad es que me importaba una mierda lo que me estabas contando. —Metió su dedo meñique en uno de los huecos de su nariz, tratando de sacarse un moco mientras le restaba importancia al enojo del otro. —¿Me dirás como llegar a ese supuesto castillo?

–Con ese tamaño dudo mucho que llegues siquiera a cruzar la mitad de esta enorme playa, morirías antes de llegar al castillo. –Se burlo el chico.

–Todo es culpa de una cosa que me trague para poder pasar por la maldita puerta para llegar a ese estúpido jardín a que me cogiera una maldita oruga humanoide y para que al final solo me diera este inútil hongo. –Respiro cuando terminó de hablar, estaba a nada de arrojar el hongo cuando el chico de rosa lo detuvo abruptamente. –¿Ahora qué?

–No deberías tomarte las cosas con tanta ligereza, pequeña Alicia. –La mueca tierna cambió abruptamente por una más seria. –Este hongo tiene propiedades especiales, una mordida bastara para que vuelvas a tu tamaño original.

–¿Por qué todo el maldito mundo me llama Alicia? –Puso los ojos en blanco, estaba considerando ponerse un letrero con su nombre alrededor del cuello. –¡Juro que si me da una indigestión o me enveneno y muero mi espíritu te atormentara por el resto de tus días!

–Qué miedo, tiemblo de solo pensarlo. –Se burló, pero lo volvió a dejar en el suelo.

Osomatsu tomó el hongo y le dio una gran mordida ¡Joder! Que tenía un sabor asqueroso, pero en cuanto termino de tragar y pasar aquella porquería por su tráquea sintió como, lentamente, las cosas comenzaban a verse más pequeñas ¡Estaba funcionando! En un abrir y cerrar de ojos ya tenía la misma altura que el chico pájaro, incluso puede que unos centímetros más. El menor se le quedo mirando con cara de "Te lo dije, idiota" pero todo camuflajeado perfectamente con una sonrisa tierna.

–¡A esto me refería! Ve preparando ese lindo trasero, conejito mío, porque es tiempo de estrenarlo y perforarlo. –De solo imaginarlo la baba comenzaba a escurrir de su boca, el de rosa simplemente se alejó dos pasos de su persona mientras lo miraba con cierto repelús, tenía cara de violador del bosque en potencia, peor aún, un violador del bosque en potencia travestido. –Por cierto ¿Cómo te llamas?

–Todomatsu. –Seguía sin acercarse. –Aunque lo de estrenar lo dudo mucho, bueno que más da. El camino más rápido hacia el castillo es por allá, solo tienes que atravesar la playa, tal vez unos cuantos kilómetros, y llegaras al linde del bosque encantado.

–¡¿Unos kilómetros más?!– De solo imaginar el seguir caminando hacia que sus piernas temblaran como gelatina. –Debe haber un camino más corto, un atajo, algo ¡Lo que sea!

–Hay uno...– Pareció pensarlo mientras ponía su mano en su pequeña barbilla. –Pero no es recomendable, muchos de los que entran ahí nunca vuelven a salir... pero es la manera más rápida de llegar.

–Si es más rápido entonces no importa, dime por donde es. –Todomatsu puso una mueca macabra en su rostro haciendo que Osomatsu retrocediera asustado ¡Joder que daba miedo esa mueca satánica!

–Tienes que regresar por donde llegaste, del otro lado del jardín, en el centro hay una enorme fuente y a unos pasos un pequeño camino de adoquines rojos. Síguelo sin detenerte y antes de que te des cuenta llegaras a la locura. –de pronto estridentes truenos llenaron el ambiente, como para darle más dramatismo a todo.

–¿La locura? –Volvió a repetir Osomatsu alzando una ceja al volver a oír los molestos truenos.

–¡La locura! –Mas truenos. –Es que así se llama el bosque, la verdad deberían buscar mejores asesores para ponerle nombres a los malditos lugares.

–Ya lo creo. –Ambos se quedaron en silencio, simplemente sumidos en sus pensamientos. –Bueno, entonces tengo que caminar hacia la locura...

–Hacia la locura...– ¡Malditos truenos! No podía escuchar sus pensamientos con esas cosas sonando a cada rato. –Y quien sabe, puede que encuentres a cierta personita que comparte el mismo gusto contigo por la carne de conejo.

Pero Osomatsu ya no lo estaba escuchando, caminaba a paso apresurado hacia la locura atravesando de nuevo el jardín. Todomatsu negó un par de veces con la cabeza, había olvidado decirle a aquel violador travesti que le diera sus saludos a su amado sombrerero; se rio quedamente de solo imaginar aun todo lo que le esperaba a la pequeña Alicia.

SR AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora