Karamatsu temblaba como una gelatina, encadenado de manos y piernas a uno de los enormes pilares en el gigantesco salón del trono de la Reina, escoltado por dos guardias armados hasta los dientes y que vigilaban cada uno de sus movimientos. No quería ni pensar en lo que posiblemente le harían, varios escenarios se recrearon en su alterada cabeza en esos momentos, desde ser decapitado en un juicio rápido, humillación pública para después ser exiliado por siempre del reino o incluso que lo dieran como sacrificio a cualquier bestia al servicio de la Reina. Karamatsu sacudió su cabeza con fuerza, completamente asustado.
—Pero miren nada más lo que tenemos aquí. —Se escuchó aquel terrorífico susurro entre las sombras de los pilares. —Un conejo que dejó de correr, ¿no es aquella una oración a Inlé?
—Ichimatsu. —El conejo cerró los ojos, moviendo sus afelpadas orejas de un lado al otro, tratando de encontrar la localización exacta del gato. —¿Has venido a ayudarme?
—¿Yo? ¿Ayudar a un inútil como tú? —Se burló el de morado, su voz flotando cerca del pilar que mantenía sujeto a Karamatsu, pasando inadvertido incluso para los guardias que ahí se encontraban. — Yo no hago caridad, mierdamatsu. Si te ayudo ¿Qué me darás como compensación? No se puede recibir sin dar algo a cambio.
—Ichimatsu... Please... —Pero no pudo seguir rogando cuando escuchó la enorme puerta principal de aquel recinto abrirse de par en par dejando a la vista a otros dos guardias que entraban escoltando a la Reina junto a un grupo de personas que harían de jurado en aquel extraño juicio. De entre los guardias el conejo azul pudo identificar a su buen amigo Chibita.
—Tan solo espera, Karamatsu...
—¿Ichimatsu...? —Pero al parecer el gato morado se había ido.
Totoko caminó como modelo en pasarela por el largo pasillo hasta su imponente trono de oro con incrustaciones de diamantes. Con un sonoro chasquido de dedos hizo que le quitaran a Karamatsu los grilletes, escoltándolo hasta quedar frente al trono de la Reina, a su alrededor comenzaron a aglomerarse las demás personas, escaneándolo con la mirada y aguardando el momento en que la Reina diera inicio al juicio. El conejo miraba a su alrededor, nervioso, totalmente acorralado. Chibita, quien había entrado al lado de la Reina, comenzaba a temer por el destino de su amigo y rogaba que aquel travesti idiota apareciera ya.
—¡Karamatsu! —Comenzó la Reina, ganándose la atención de todos en la sala. —Como la Reina y completa dueña de tu patética existencia ¡Te condeno a la muerte más humillante y dolorosa de todas!
—P-pero mi señora, si me permite dar mi humilde opinión. —Intervino el pequeño guardia calvo, tratando de ganar un poco más de tiempo. —Ni siquiera le está dando oportunidad al acusado de defenderse, después de todo Karamatsu siempre ha sido uno de sus más leales súbditos.
La hermosa mujer pareció pensarlo, dejando a toda la sala en un silencio bastante incómodo y denso, todas las miradas centradas únicamente en las reacciones de su amada Reina, aguardando la respuesta definitiva. Karamatsu sudaba copiosamente, agradeciendo de todo corazón que Chibita abogara por él en aquellos momentos tan críticos. Totoko miró directamente a su mensajero, la expresión de su rostro pareció suavizarse un poco y Karamatsu casi suspira de alivio al imaginar que su Reina le había perdonado.
—Mátenlo. —Fue la orden que salió de los labios de Totoko con aquel tono desdeñoso que a veces la caracterizaba, mientras se acomodaba en su trono, lista para presenciar el espectáculo.
El verdugo apareció detrás de uno de los pilares sosteniendo una enorme hacha entre sus manos, listo para comenzar a cortar cabezas. Karamatsu estaba seguro que volvería a desmayarse y estaba a nada de hacerlo cuando un ensordecedor estruendo llamó la atención de todos los presentes. Sonaba como un rugido, o un poderoso trueno cortando el aire del exterior. Muchos gritaron aterrados, otros salieron corriendo en dirección a la puerta tratando de huir de ahí lo más rápido posible. Totoko se levantó de golpe de su trono, confundida y asustada. Afuera se escuchaban los desgarradores gritos de los guardias y ciudadanos.
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SR Alicia
FanficÉrase una vez...- Porque todas las buenas historias siempre inician con un "Érase una vez..." ¿Verdad?