¡Es hora del Té!

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Las primeras luces del sol volvían a darle de lleno al rostro ¡Al fin! Pensó Osomatsu, al fin algo de luz después de haber caminado por aquel asquerosamente deprimente lugar. Ahora entendía porque ese gato humanoide que desaparecía estaba tan chalado de la cabeza, le hacía falta luz de sol para dejar de pintar los arboles con su semen. La pequeña Alicia tembló de asco de solo recordarlo. Siguió caminando un tramo más, comenzando a cansarse de los pequeños tacones de sus zapatos, cuando frente a él se extendió de improvisto un largo camino de adoquines de un color amarillo tan brillante que dolía de solo mirarlos.

—¿Qué mierda...? —Miró a su alrededor, aquello no tenía una jodida lógica, había salido de un oscuro y deprimente bosque que parecía estar cayéndose a pedazos de lo deteriorado que se encontraba y ahora mágicamente había aparecido frente a otro bosque que parecía rebozar de vida lo miraras por donde lo miraras. Él no era para nada bueno en las ciencias que estudiaban la naturaleza, pero la estupidez y la coherencia tenían limites y aquello definitivamente los sobrepasaba a ambos ¿No era un cambio demasiado abrupto de ecosistemas como para siquiera ser posible?

—Tengo que largarme YA de este maldito lugar. —Renegó, comenzando a caminar por aquel camino de adoquines.

El eco de sus tacones al caminar resonaba por todo el lugar, era una suerte que su culo hubiera ya dejado de escurrir semen, aquello le aligeró al menos aquel largo paseo por aquel interminable camino. El sol estaba en lo mas alto del cielo, quemándole la cabeza con sus diabólicos rayos. Osomatsu pateó el suelo bajo sus tacones ¿Es que estaba condenado a caminar sin rumbo fijo por el resto de sus días por aquel lugar habitado por chiflados? Se alzó el vestido, tratando de abanicarse con la larga falda y sus pliegues, mirando con molestia a su pene.

¡Todo había sido su culpa desde un principio! De no haber querido ir por aquel conejo en aquellos momentos bien podría estar en su acogedora casa devorando los pastelillos que las cocineras hubieran preparado para aquella tarde, acostado cómodamente en su enorme diván. Su estómago rugió molesto. Genial, ahora no solo estaba cansado por todo el ejercicio que había hecho hasta ahora, sino que también, aparte de estar caliente como el mismísimo infierno, ahora tenia una jodida hambre de los cojones.

—¡¿Es que acaso mi suerte podría ir peor?! —Exclamó dramáticamente, mientras caía sobre sus rodillas y levantaba ambos brazos mirando al cielo. —Dios, yo sé que no he sido un buen cristiano, que solo voy a misa para mirarle los pechos y el trasero a las chicas del coro, o que he mantenido sexo pre-matrimonial con las sirvientas, y que además le robo dinero a mis padres a sus espaldas para las apuestas callejeras, o también aquella vez que le tire un balde de desechos a Iyami solo por diversión... ¡Ah! También esta esa ocasión en la que...

—Cada que abres la boca solo haces que mi opinión sobre los seres humanos decaiga a pasos alarmantes, peor aún si todos son una basura al igual que tú. —Aquel pájaro rosado que se había encontrado en la playa horas atrás ahora lo miraba con una mueca de asco total plasmada en su adorable rostro. —Ciertamente me sorprende que sigas vivo, a estas alturas pensé que habías sido devorado ya por algún Troll o que te habías perdido, caminando sin rumbo fijo, y caído por algún acantilado.

—¡Já! Se necesitará algo mas que esto para derrotarme. —Se puso de pie al tiempo que apuntaba acusadoramente con su dedo índice a Todomatsu. —¡Nunca subestimes las ganas de coger de un hombre desesperado!

—Tu realmente me das asco...

—A todo esto ¿Cuándo llegare al maldito castillo? La verdad esto de andar caminando por praditos llenos de flores y maripositas no es lo mío. —Se hurgó la nariz, mientras le daba la espalda a Todomatsu. Esperaba que, estando él ahí, pudiera llevarlo con más rapidez y eficiencia al lugar al que quería ir.

SR AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora