Antes de la catástrofe.

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"Es hora de abrir los ojos fea durmiente..."

Fue el suave susurro de una voz grave y maliciosa lo que Osomatsu pudo escuchar en la penumbra de su aturdimiento. Lo último que recordaba era estar persiguiendo a ese desgraciado conejo, al cual le traía unas ganas pero impresionantes, por una enorme cancha de pasto verde, de ahí un estridente grito de hurraca que le perforó los tímpanos por unos segundos y luego... ¿Y luego? La verdad ya no recordaba que había pasado después pero tampoco es que tuviera muchas ganas de despertar en esos momentos.

"Oye... levántate idiota..."

Con desgano se movió de su posición actual, pero solo un poco, tratando de encontrar una pose más cómoda para seguir durmiendo, la temperatura del ambiente era fresca y por alguna razón sentía que aquello le aliviaba los entumecidos músculos, además tenía que aclarar que ya había hecho demasiada actividad física en todo el tiempo que llevaba en aquel lugar de locos, lo que necesitaba ahora, aparte de a su doloroso conejito desnudo y acostado en una mullida cama esperando por él, era una merecida siesta de medio día.

"¡QUE TE LEVANTES MALDITO IMBECIL BUENO PARA NADA!"

Abrió los ojos con sorpresa y algo de miedo, al parecer no se encontraba tan solo como lo pensó al principio. Con algo de dolor se sentó en el frio suelo dentro de aquel apestoso calabozo... un momento... ¡¿Calabozo?! ¡¿Cómo carajos había llegado ahí?! Al parecer tenía una ligera laguna mental en su hueca cabeza que le impedía recordar más allá del culo del conejo azul corriendo delante de él sin pantalones ni ropa interior.

—¿Qué mierda está ocurriendo aquí?— Con algo de dolor se sujetó la cabeza con ambas manos, sentía que estaba a nada de tener una potente migraña. —¿Dónde estoy...?

—Son las mazmorras del castillo. —Fue la respuesta que le llegó de la nada. Osomatsu sacudió su cabeza con fuerza de un lado al otro, algo de lo cual se arrepintió al instante puesto que su cerebro comenzó a pulsar con más fuerza.

—Cerebro inútil que solo me hace imaginar y escuchar cosas. —Se regañó a si mismo mientras miraba a su alrededor con calma, tratando de encontrar una salida.

—aquí arriba, estúpido.

Con algo de recelo la pequeña Alicia llevó su mirada escarlata hacia el techo solo para toparse con la burlona sonrisa de dientes afilados de aquel horrible y loco gato humanoide que aparecía y desaparecía a su voluntad. Osomatsu se paró en tiempo record, mirando al invitado no deseado con disgusto y señalándolo acusadoramente con su dedo índice.

—¡¿Cómo entraste aquí?! —Ichimatsu simplemente desapareció de nuevo, dejando al aire la pregunta de Osomatsu, quien comenzó a buscarlo por todos lados de manera nerviosa.

—Por la puerta, genio. —Fue la respuesta que recibió a su espalda, muy pegado a su cuerpo, lo que hizo que el de rojo diera un brinco hacia adelante mientras chillaba como nena, alejándose de aquel furry demente.

—¡No vuelvas a hacer eso! —Le reclamó el de rojo a lo que Ichimatsu simplemente rodó los ojos con fastidio. —Pero supongo que ahora que estas aquí vas a ayudarme a escapar con mi preciado y todopoderoso Osomatsu Jr entre las piernas ¿Verdad?

—De hecho solo vine a burlarme de tu patético final. —Con suma facilidad el de morado atravesó la gruesa puerta de barrotes, quedando fuera de la celda. —Estaba buscando a Karamatsu para una última despedida, si sabes a lo que me refiero, pero al parecer lo tienen encerrado en otro lado.

—¡Ese conejo es mío! —Se acercó a la puerta de la celda, sujetando con fuerza los barrotes mientras miraba con odio a Ichimatsu. —Consíguete tu propio conejo doloroso.

SR AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora